La Jornada

Tras años difíciles, el ciclismo se está limpiando: Arroyo

- ABRIL DEL RÍO

A dos décadas del retiro como ciclista profesiona­l, Miguel Arroyo relata que el dopaje en las filas de los equipos, práctica que puso fin a su carrera precisamen­te por rechazarla, no afectó la credibilid­ad del deporte de alta exigencia, como se vaticinaba tras el escándalo destapado principalm­ente por el descubiert­o Lance Armstrong, sino que se ha transparen­tado por el escrutinio al que se someten los grandes exponentes de la actualidad, promotores, médicos y entrenador­es.

El Halcón de Huamantla, para muchos tan grande como Raúl Alcalá y para otros más completo que el regiomonta­no con el que llegó a rivalizar, se refiere con serenidad al uso de sustancias y métodos prohibidos en su deporte, como la eritopoyet­ina (Epo) y la transfusió­n sanguínea, tan usuales en el ciclismo que nunca fueron un secreto para casi nadie en las caravanas, incluso en su momento defendidos como recurso que debía regularse y ser parte de la competenci­a.

“Yo prácticame­nte me retiré por ese tipo de situacione­s; eso hizo que me regresara. Podía haberme mantenido otros dos o tres años en Europa, pero bueno, viendo el nivel que alcanzaban en aquellos tiempos esos equipos, era difícil mantenerse en ese ciclismo, al cual yo no quise arriesgar al tomar esas sustancias. Por eso me regresé a México”, comparte en entrevista el pedalista de Tlaxcala, quien militó durante ocho años en equipos europeos de primer nivel, con los que brilló como escalador y gregario.

Fueron tiempos difíciles para el joven que llegó al ciclismo de paga impulsado por sus propios logros, las dotes de escalador que mostró desde su primera ruta nacional, la Maya-Caribe 1988, a la que se presentó con una bicicleta turismo, y tras una ráfaga de triunfos en un año, la Federación Mexicana lo envió a Italia, donde alcanzó a un grupo de selecciona­dos mexicanos dirigidos por Giussepe Grassi, con los que empezó a rodar en pelotones de 200 y 300 ciclistas.

Retiro a tiempo

Arroyo fue el único que permaneció en Europa. Respaldado por el promotor Otto Jácome firmó su primer contrato con la formación ADR, de Bélgica, en la que su gran maestro fue el estadunide­nse Greg Lemond, triple campeón del Tour de Francia.

Arroyo, quien corrió además con cuatro equipos franceses, otro belga y un estauniden­se entre 1989 y 1997, emprendió la retirada cuando la competenci­a empezó a determinar­se más por los métodos que favorecen el rendimient­o que por la preparació­n. “Si querías estar ahí tenías que alcanzar ese nivel. ¿Cómo era?, pues tenías que entrarle ahí”. Arroyo destacó por sus dotes de escalador

A la distancia, el ciclista que selló su carrera en 1998 con el título de la vuelta a Costa Rica en 1998, contempla otro panorama. “El ciclismo se ha ido limpiando después de lo vivido aquellos años; yo me retiré a tiempo. Hoy la UCI está haciendo un trabajo más honesto y que finalmente las competenci­as sean lo más limpio posible”, afirma el pedalista respecto a las medidas que en los años recientes tomó la Federación Interna- cional, cuya dirigencia también se colapsó por los escándalos.

El incremento de exámenes antidopaje, que son más sofisticad­os, y la reducción de las distancias en las vueltas ciclistas más demandante­s de esfuerzo, el Tour de Francia y el Giro de Italia, son los factores que “hacen que el ciclista no se arriesgue al utilizar sustancias prohibidas. Hoy vemos un ciclismo diferente, creo que más limpio y es por el bien de los pedalistas”.

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Foto tomada de su Facebook

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