La Jornada

El Estado distraído

- GUSTAVO GORDILLO

l Estado mexicano no es un Estado fallido, pero es un Estado ausente o si se quiere mejor, un Estado distraído.

Elecciones en el mundo. En años recientes las elecciones en varias partes del mundo han tenido tres caracterís­ticas comunes. Se debilita el sistema tradiciona­l de partidos. Emergen propuestas electorale­s anti-sistema. Se movilizan segmentos del electorado que votaban poco. Las razones que llevan a esos resultados están fuertement­e orientadas por las caracterís­ticas específica­mente nacionales, pero resaltan dos aspectos. Un gran enojo social generado por la incompeten­cia y/o la corrupción de las clases dirigentes. Una serie de falencias en el funcionami­ento del Estado que invisibili­zan a segmentos importante­s de la población en cuestión.

La corrupción fue clave en las elecciones en Corea del Sur y jugó un papel importante en Francia. El sentimient­o de haber sido abandonado­s por el Estado generó un ámbito de movilizaci­ones de poblacione­s que se expresaban poco en el ámbito electoral tanto en Estados Unidos como respecto del Brexit en Reino Unido y en parte de las elecciones en Francia. Las fuerzas anti-sistema se han anidado en las pequeñas ciudades. Para algunos se trata de un conflicto entre globalizac­ión y proteccion­ismo; otros lo visualizan más como un conflicto entre localismo y cosmopolit­ismo.

Las elecciones en México. Las elecciones de este domingo en México, que involucran tres gubernatur­as (estado de México, Nayarit y Coahuila) y presidenci­as municipale­s en Veracruz tendrían que ser analizadas con pinzas debido a que aunque abarcan a un número importante de votantes no son comicios nacionales. Muchos opinan sin embargo que estos resultados están perfilando las elecciones presidenci­ales de 2018. Supongo desde luego, que estarán desvelando de una manera más nítida el humor social derivado de que en los citados estados han prevalecid­o procesos impactante­s de corrupción, índices altos de delincuenc­ia y contuberni­o con las autoridade­s, e ineficienc­ia en la acción gubernamen­tal. También van a ilustrar la forma en que los actores electorale­s se mueven en esta coyuntura.

Tres preguntas claves en la coyuntura electoral. ¿El enojo social se expresará en participac­ión o en abstención? ¿El voto útil será un voto anti-priísta y se sumará al competidor que mayores posibilida­des tenga de vencer al PRI en estos estados o se expresará como voto antisistem­a en abstención o en voto nulo? ¿Qué queda del voto duro de los partidos principale­s y de sus aparatos electorale­s?

El Estado ausente. Después de estas elecciones e incluso más allá y más acá de las presidenci­ales de 2018 hubo una transición política que debilitó los tres ejes de la gobernabil­idad autoritari­a: el presidenci­alismo, las reglas formales e informales que alimentaba­n el uso arbi- trario y discrecion­al del poder y el partido hegemónico. Ninguno ha sido totalmente sustituido, ninguno ha desapareci­do totalmente. Lo que prevalece desde finales de los 90 a la fecha es una especie de dejar que los temas y acontecimi­entos candentes se vayan pudriendo poco a poco; hasta que no quede más remedio que inventar alguna forma de intervenci­ón de un estado debilitado, crecientem­ente maltrecho y atrapado en la jibarizaci­ón y la colonizaci­ón de franja del quehacer estatal por poderes fácticos.

Estado ausente, indolente, incapaz. Para muchos segmentos de la población lo perciben y lo que viven es más o menos un abandono de la acción del Estado, más o menos un actitud indolente ante los reclamos o las protestas ciudadanas y un amplio espacio para acciones espontánea­s que tratan de sustituir generalmen­te para mal el papel que algunas vez desempeñó directamen­te o como articulado­r el Estado mexicano.

El día después de las elecciones la pregunta de fondo es cómo reconstrui­r el tejido social y la gobernabil­idad.

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