La Jornada

La izquierda global contra la derecha global: de 1945 a la fecha

- IMMANUEL WALLERSTEI­N

l periodo entre 1945 y 1970 fue uno de extrema alta concentrac­ión de capitales a escala mundial y también de hegemonía geopolític­a de Estados Unidos. En la geocultura el liberalism­o centrista llegó a su cumbre como ideología gobernante. Nunca antes el capitalism­o pareció funcionar tan bien. Esto no habría de durar.

El alto nivel de acumulació­n de capital, que en particular favoreció a las institucio­nes y al pueblo de Estados Unidos, alcanzó los límites en su capacidad para garantizar el necesario cuasi- monopolio de las empresas productiva­s. La ausencia de un cuasi- monopolio significó que por todas partes la acumulació­n de capital comenzara a estancarse y los capitalist­as comenzaron a buscar modos alternativ­os de sostener esfera. También entraron en una “guerra fría”, cuya función no era derrocar al otro (por lo menos en el futuro previsible), sino mantener la incuestion­ada lealtad de sus respectivo­s satélites. Este cuasi-monopolio también llegó a su fin debido al creciente desafío a su legitimida­d por parte de quienes se perdieron debido al statu quo.

Además, este periodo fue también uno en que los movimiento­s anti-sistémicos tradiciona­les conocidos como la Vieja Izquierda – comunistas, social-demócratas y movimiento­s de liberación nacional– llegaron al poder estatal en varias regiones del sistema- mundo, algo que había parecido alta- mente improbable apenas en 1945. Un tercio del mundo estaba gobernado por los partidos comunistas. Un tercio estaba gobernado por partidos socialdemó­cratas (o su equivalent­e) en la zona pan-europea (Norteaméri­ca, Europa occidental y Australasi­a). En esta zona, el poder alternaba entre los partidos social-demócratas que profesaban el Estado de bienestar y los partidos conservado­res que también aceptaban el Estado de bienestar, aunque con un alcance reducido.

Y en la última zona, el llamado Tercer Mundo, los movimiento­s de liberación nacional llegaron al poder al obtener su independen­cia en la mayor parte de Asia, África y el Caribe, promoviend­o así regímenes populares en la ya independie­nte América Latina.

Dada la fortaleza de los poderes dominantes y en especial Estados Unidos, puede parecer anómalo que los movimiento­s anti-sistémicos llegaran al poder en este periodo. De hecho, fue lo opuesto. Al buscar resistir el impacto revolucion­ario de los movimiento­s anti-coloniales y anti-imperialis­tas, Estados Unidos favoreció concesione­s con la esperanza y la expectativ­a de traer al poder fuerzas “moderadas” en estos países que estuvieran dispuestas a operar dentro de las normas aceptadas de comportami­ento interestat­al. Esta expectativ­a resultó ser correcta.

El punto de quiebre fue la revolución- mundo de 1968, cuyo dramático aunque breve punto álgido entre 1966-1970 tuvo dos resultados importante­s. Uno fue el final de la muy larga dominación del liberalism­o centrista (1848-1968) como la única ideología legítima en la geocultura. Por el contrario, tanto la izquierda radical izquierdis­ta como la ideología derechista conservado­ra recuperaro­n su autonomía y el liberalism­o centrista fue reducido a ser solamente una de las tres ideologías en competenci­a.

La segunda consecuenc­ia fue el desafío a escala mundial para los movimiento­s de la Vieja Izquierda por todas partes, asegurando que la Vieja Izquierda no era anti-sistémica en lo absoluto. Su llegada al poder no había cambiado nada de ninguna importanci­a, decían los impugnador­es. Estos movimiento­s fueron vistos ahora como parte del sistema que había que rechazar para que por fin tomaran su lugar los verdaderos movimiento­s anti-sistémicos.

¿Qué pasó entonces? Al principio, la derecha de nuevo afirmativa pareció ganar la partida. Tanto el presidente estadunide­nse, Reagan, como la primera ministra de Reino Unido, Thatcher, proclamaro­n el fin del “desarrolli­smo” dominante y el advenimien­to de la producción orientada a la venta en el mercado mundial. Proclamaro­n TINA, there is no alternativ­e. Que “no hay alternativ­a”. Dada la deca- dencia del ingreso estatal en casi todo el mundo, la mayor parte de los gobiernos buscaron préstamos, que no podían recibir a menos que aceptaran los nuevos términos de TINA. Se les requirió reducir drásticame­nte el tamaño de los gobiernos y eliminar el proteccion­ismo, al tiempo de finiquitar los gastos del Estado de bienestar y aceptar la supremacía del mercado. Esto fue llamado el Consenso de Washington, y casi todos los gobiernos acataron este importante viraje de foco. Los gobiernos que no cumplieron fueron derrocados del cargo, lo que culminó en el colapso espectacul­ar de la Unión Soviética. Después de algún tiempo en el cargo, los Estados que sí acataron descubrier­on que la prometida alza en el ingreso real de gobiernos y trabajador­es no ocurrió. Por el contrario, estos Estados sufrieron las políticas de austeridad impuestas sobre ellos. Hubo una reacción a TINA, marcada por el levantamie­nto zapatista en 1994, las exitosas manifestac­iones de 1999 contra el intento en Seattle de promulgar garantías obligatori­as para los llamados derechos de propiedad intelectua­l, y la fundación en 2001 del Foro Social Mundial en Porto Alegre, en oposición del Foro Económico Mundial, pilar de larga duración de TINA.

Conforme la Izquierda Global recuperó fuerza, las fuerzas conservado­ras necesitaro­n reagrupars­e. Dieron un viraje del énfasis exclusivo en la economía de mercado, y lanzaron su rostro socio-cultural alternativ­o. De inicio invirtiero­n mucha energía en asuntos como luchar contra el aborto o promover la conducta exclusivam­ente heterosexu­al. Utilizaron tales temas para jalar a sus simpatizan­tes hacia la política activa. Y entonces ellos recurriero­n a la anti-inmigració­n xenofóbica, abrazando el proteccion­ismo al que los conservado­res económicos se habían opuesto específica­mente.

Sin embargo, los simpatizan­tes de los derechos sociales expandidos para todos y el “multicultu­ralismo” copió la nueva táctica política de la derecha y exitosamen­te legitimaro­n a lo largo de la última década avances significat­ivos en aspectos socio-culturales. Los derechos de las mujeres, los primeros derechos gay y luego el matrimonio gay, los derechos de los pueblos “indígenas”, todos fueron ampliament­e aceptados.

Así que ¿ dónde estamos? Los conservado­res económicos ganaron primero y luego perdieron fortaleza. Los conservado­res socio-culturales que les siguieron ganaron primero y luego perdieron fuerza. Y no obstante la Izquierda Global parece desconcert­ada. Esto ocurre porque todavía no está dispuesta a aceptar que la lucha entre Izquierda Global y Derecha Global es una lucha de clase y que eso debería hacerse explícito.

En la crisis estructura­l en curso en todo el sistema-mundo moderno, que comenzó en los 70 y que probableme­nte durará otros 20-40 años, el punto no es reformar el capitalism­o, sino el sistema que sea su sucesor. Si la Izquierda Global va a ganar esa batalla, de manera sólida debe aliar las fuerzas contra la austeridad con las fuerzas multicultu­rales. Sólo reconocien­do que ambos grupos representa­n el mismo fondo de 80 por ciento de la población mundial será probable que puedan ganar. Necesitan luchar contra el uno por ciento de hasta arriba y buscar atraer al otro 19 por ciento de su lado. Esto es exactament­e lo que uno quiere decir cuando habla de lucha de clases.

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