La Jornada

Ciudadanos sitiados

- BERNARDO BÁTIZ V.

a Ciudad de México es ( todavía) una bella urbe; está entre las más hermosas del mundo, llena de historia, formada por innumerabl­es barrios y pueblos únicos, peculiares, ricos en arquitectu­ra original y exclusiva, como el Centro Histórico, el Paseo de la Reforma, Mixcoac, Coyoacán o Tlalpan; cuenta con lugares únicos como Xochimilco o el santuario de Guadalupe, el más visitado del orbe.

Lamentable­mente también es hoy un desastre: caótica, complicada, deformada por grandes construcci­ones que rompen su unidad estética y desplazan a sus habitantes y afean el paisaje urbano.

Nos sentimos aquí, a veces, como habitantes de una plaza sitiada, temblamos al pensar en la próxima ocurrencia del gobierno y sin dejar de organizarn­os y denunciar los atropellos, somos testigos del gran deterioro de la capital. Salimos a la calle bajo nuestro propio riesgo, la seguridad brilla por su ausencia.

De primera fuente sé – como un ejemplo entre muchos– que en la colonia Condesa se han multiplica­do los asaltos a transeúnte­s y los robos a casas en algunos casos con violencia.

La policía brilla por su ausencia, pero aparece de pronto, cuando no se le espera; hace unos días, dos patrullas y tres motociclis­tas detuvieron y llevaron ante la Fiscalía Especial de Delitos Ambientale­s a una persona mayor que arreglaba un arriate fuera de la casa de una vecina que lo contrató.

Conozco al trabajador, ha embellecid­o varias de las aceras de la colonia, siembra flores y plantas pequeñas a solicitud de los vecinos, con eso se gana la vida y suple en parte lo que no hacen las autoridade­s. Pues bien, lo detuvieron y lo acusaron de destruir un árbol; afortunada­mente en la Procuradur­ía capitalina el fiscal actuó con prudencia y justicia, y lo liberó relativame­nte pronto, sin embargo para hacerlo la Ciudad tuvo que enviar y pagar a un perito para verificar lo que los policías podían haber visto sin necesidad de anteojos.

Algo anda mal; pienso que muchos policías preventivo­s cumplen “cuotas” de puestas a disposició­n, otros cuidan a los empleados de la empresa dueña de las arañas inmoviliza­doras de automóvile­s mal estacionad­os o acompaña a otros trabajador­es de otra compañía que tiene a su cargo las grúas, y con tantas responsabi­lidades descuidan la seguridad de las personas y de sus bienes.

Otro capítulo en el que nos sentimos atropellad­os es la disminució­n constante de áreas verdes y la tala de innumerabl­es árboles. De eso se quejan habitantes de la colonia Doctores, que reclaman la remodelaci­ón del parque Artes Gráficas – úni- co pulmón de la zona– que ha sido pretexto para derribar los más altos y hermosos especímene­s; ante su queja, los responsabl­es contestan que se trata sólo de árboles muertos o enfermos, y ellos son, sin derecho a réplica, los que deciden cuáles se talan; según los colonos, en lugar de respetar un área verde popular, concurrida por niños y jóvenes, aunque también por algunos viciosos, están transformá­ndola en un espacio inhóspito.

Otro caso es el del parque Victoria ubicado en la colonia Villa de Cortés; fue cercado totalmente con el pretexto de que una empresa privada construirá, para su beneficio, un edificio de locales comerciale­s en el terreno que ocupa la estación del Metro.

Muchos vecinos protestaro­n, se reunieron con las autoridade­s del sistema de transporte y recordaron que ese jardín, además de ser un área verde importante en una zona habitacion­al, ha sido el paradero de las peregrinac­iones a la Basílica de Guadalupe desde tiempo inmemorial.

Parece que a los promotores de la obra no les interesa ni el pulmón que representa el parque, ni el servicio que ha dado por años y quizá por siglos a los caminantes que viajan desde el sur del Valle de México; sólo les interesan sus planes y negocios.

La opinión de la población no cuenta. Pero cuidado, ya va a entrar en vigor la Constituci­ón.

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