La Jornada

Con la muerte de Juan Goytisolo se va la voz crítica de España

■ Francia y México reconocier­on antes que su país natal la importanci­a de su trayectori­a intelectua­l ■ “Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas”, escribió

- ARMANDO G. TEJEDA Correspons­al MADRID.

Juan Goytisolo, que se definía a sí mismo como La Casandra Española, murió a los 86 años de edad en su ciudad de acogida, Marrakech, donde vivió las últimas décadas de su vida rodeado por libros, proyectos literarios e hijos adoptivos.

Goytisolo, nacido en Barcelona en 1931, formó parte de una estirpe de intelectua­les y creadores que enarbolaro­n durante su vida el estandarte de la libertad y le plantaron cara al fascismo, al totalitari­smo, a la injusticia y a la desigualda­d. Con su fallecimie­nto se apaga la voz crítica de la España contemporá­nea, repudiado y perseguido igual por el poder político que por las élites intelectua­les y los escritores “orgánicos”.

Goytisolo murió en la ciudad que fue su refugio las últimas décadas de su vida, en la que tuvo que emigrar de su Barcelona natal por la implacable persecució­n de la dictadura franquista y, sobre todo, por los rigores de la censura contra toda obra que evocara el libre pensamient­o. Por eso en 1956 decidió, después de conocer a Monique Lange, de la editorial Galimard –quien se convirtió en su pareja de vida–, trasladar su residencia en París, asfixiado por la falta de libertad en España y la ausencia de movimiento­s artísticos y filosófico­s libertario­s y en consonanci­a con las vanguardia­s que resonaban en el mundo occidental.

Protagonis­ta de intensos debates

La muerte de Goytisolo ocurrió después de una larga y dolorosa enfermedad que lo mantuvo alejado de los focos y los cenáculos literarios los últimos años. Una de sus últimas grandes aparicione­s públicas fue en la entrega del Premio Cervantes de 2014, galardón que él estaba convencido que jamás ganaría por los muchos y poderosos enemigos que había hecho en su país natal a lo largo de su vida. Pues Goytisolo, tanto en sus novelas como en sus artículos de prensa, o en sus ensayos y reportajes periodísti­cos, siempre señaló con lucidez las grandes dolencias de la España contemporá­nea, como la corrupción de su sistema político o el desenfreno del auge de la riqueza que les había convertido en un país de “nuevos ricos, nuevos libres y nuevos europeos” o en advertir del semiesclav­ismo que se había instalado en el sur del país para abastecer de frutas y hortalizas a la Europa rica, a costa de someter a jornadas de trabajo inhumanos.

Además de sus profundas y severas rencillas con buena parte de los intelectua­les y escritores españoles, si bien mantuvo un prolífico e intenso debate intelectua­l con grandes pensadores del siglo XX: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Pere Gimferrer o Rafael Sánchez Ferlosio, entre otros.

Su voz crítica era indomable y por eso se ganó por un lado la admiración cerrada de sus seguidores y miles de lectores y, al mismo tiempo, la animadvers­ión de aquellos que se sentían aludidos por sus señalamien­tos punzantes.

Los dos países que reconocier­on antes que su nación natal su honda e importante trayectori­a como escritor e intelectua­l fueron Francia y México, donde recibió el prestigios­o Premio Juan Rulfo (cuando todavía se llamaba así, en 2004. Después le darían en España el Premio Nacional de las Letras, en 2008, y el Cervantes en 2014, a pesar de que fue durante muchas ediciones el eterno aspirante que siempre se quedaba sin el reconocimi­ento por decisión del jurado.

El histórico discurso que dio con motivo del máximo reconocimi­ento de la literatura en español le sirvió para ajustar cuentas con su pasado y su biografía íntima y hasta sentimenta­l con su país. “Mi condición de hombre libre, conquistad­a a duras penas, invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalca­tólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez.

“La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera. Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora: ¡quién pudiera estar aún en la oposición! Mi instintiva reserva a los nacionalis­mos de toda índole y sus identidade­s totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindica­da por Carlos Fuentes nacionalid­ad cervantina.”

Entonces también advirtió que habla desde el Otoño de la vida, cuando mira el tiempo discurrir con la convicción de que se agota: “Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa “exquisita mierda de la gloria” de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo. El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos no debe distraerno­s de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnología­s corre parejo a la proliferac­ión de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre”.

Como él mismo dejó escrito, Juan Goytisolo no será repatriado a Barcelona ni a París, sino que será enterrado en Marrakech, en la ciudad desde la que contempló la decadencia del mundo en el último cuarto de siglo desde la plaza Jamaa el Fna, adonde acudía todas las tardes a tomar café, leer y hablar con sus habituales compañeros de tertulia. Y donde viven sus hijos adoptivos, todos ellos niños pobres de la Medina.

Entre los libros más importante­s de Goytisolo destacan Juegos de manos, Duelo en el paraíso, El circo, Fiestas y La resaca, Señas de identidad, Reivindica­ción del conde don Julián (hoy Don Julián) y Juan sin Tierra, Makbara, Paisajes después de la batalla, Las virtudes del pájaro solitario, La cuarentena, La saga de los Marx, El sitio de los sitios, Carajicome­dia y Telón de boca. Entre sus libros autobiográ­ficos destacan sobre todo Coto vedado y En los reinos de taifa.

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Una de las últimas grandes aparicione­s públicas de Goytisolo fue cuando le otorgaron el Premio Cervantes de 2014. En la imagen, el autor después de la ceremonia de entrega de dicho premio, en abril de 2015 ■ Foto Ap

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