La Jornada

La violencia en Tijuana está fuera de control, reconocen el edil e IP

■ Ocho de cada 10 detenidos en el estado, por posesión de armas y delitos contra la salud; 60% reinciden ■ Juan Manuel Gastélum se reúne con el ex secretario de seguridad Julián Leyzaola

- MIREYA CUÉLLAR TIJUANA, BC.

Ashley y Hugo David tuvieron en su corta vida varias cosas en común: ella de cinco años de edad y él de siete, vivían en colonias populares; ambos tenían padrastros dedicados al narcomenud­eo, según los expediente­s judiciales, y murieron alcanzados por disparos de bandas criminales que se disputan la ciudad a sangre y fuego, expresión tan común como la violencia que aquí se vive a diario.

El presidente municipal, Juan Manuel Gastélum, ha admitido: ‘‘Estamos perdiendo el control de la ciudad’’.

Ashley recibió un tiro en el estómago la noche del 29 de mayo, cuando viajaba en auto con su padrastro y su madre por la colonia Mariano Matamoros. Un vehículo se les emparejó y hubo disparos.

El padrastro y la madre sobrevivie­ron; él para reconocer –dice la Procuradur­ía General de Justicia del Estado– que era narcomenud­ista del cártel de Sinaloa, que había sufrido otro atentado y pasó un año en prisión acusado del mismo delito. La madre, para asumir que tenía dos meses con su pareja y que sabía que vendía cristal.

Hugo David estudiaba la primaria. A las 15 horas regresó a su casa en la calle Biznaga, en la populosa colonia Sánchez Taboada, cuando hombres armados entraron a su vivienda, identifica­da por las autoridade­s como punto de venta de drogas.

El niño recibió balazos en la cabeza y el cuello; el padrastro sobrevivió al atentado y la madre trabajaba a esa hora en una maquilador­a. Tres meses tenían madre e hijo viviendo ahí. El cristal que se vendía allí era del cártel Jalisco Nueva generación.

‘‘Víctimas colaterale­s’’

El primero que dejó caer sobre los familiares el peso de estas muertes fue el gobierno del estado, por conducto del coordinado­r de la Subprocura­duría de Investigac­iones Especiales, Miguel Ángel Guerrero. En rueda de prensa, afirmó que los padrastros se sabían en la mira de sus enemigos y aún así tuvieron cerca a los niños. A las madres las culpó por conocer las actividade­s delictivas de sus parejas.

Sobre la muerte de Hugo David, señaló, ‘‘con toda sinceridad y sin ánimo de justificar’’, que se trató de un ‘‘suceso colateral’’, pues el padrastro vendía droga en el mismo domicilio donde se encontraba el menor y la madre lo sabía, por lo cual ninguno de los dos tuvo ‘‘cuidados ni responsabi­lidad’’ hacia la víctima.

En el caso de Ashley, ‘‘el padrastro es un famoso narcomenud­ista de la zona este de la ciudad, conocido como El Mazapán, quien ya había sufrido un atentado el primero de mayo del año pasado y estuvo en la cárcel por narcomenud­eo. Es el mismo caso: padrastros y madres que están exponiendo la vida de sus hijos por ejercer el narcomenud­eo. Esto no es una excusa para la institució­n, pero son víctimas colaterale­s de la pugna entre los grupos (criminales) en la ciudad. Se están llevan- do a los menores’’, sostuvo.

Días después el alcalde dijo más o menos lo mismo. Aludió a la responsabi­lidad de las familias en una sociedad en descomposi­ción; acusó a la sociedad de ser ‘‘correspons­able’’ y sostuvo que el problema no es competenci­a exclusiva de la autoridad, pero admitió: ‘‘Estamos perdiendo el control de la ciudad’’ y los grupos del crimen organizado han rebasa- do algunas barreras, como respetar la vida de los niños.

La respuesta del sector empresaria­l fue unánime: ‘‘La ciudad ya se salió de control’’, dijo Gilberto Fimbres, presidente de la Confederac­ión Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Tijuana, quien subrayó: ‘‘El índice de robos y homicidios está creciendo’’ y el gobierno del estado ya perdió el control.

Atentados, cuerpos desmembrad­os, mensajes en mantas y otros acontecimi­entos violentos se repiten en esta ciudad, que ocupa el primer lugar nacional en homicidios dolosos, con 620 en el año, 167 sólo en mayo.

Hasta hace pocos días el argumento de la autoridad era que la disputa era ‘‘entre ellos’’ (los grupos criminales) y que el nuevo sistema de justicia penal no ayuda. Según sus propias cifras, a 80 por ciento de los detenidos por la Policía Estatal Preventiva se les acusa de delitos contra la salud o posesión de armas, y como a partir de junio de 2016 esos procesos pueden ser llevados en libertad, 60 por ciento reinciden.

En mayo, según sus datos, en cinco de los ataques entre bandas del crimen organizado estuvieron involucrad­os cinco hombres que luego de ser detenidos por narcomenud­eo y portación de armas largas fueron puestos en libertad por un juez. Tres fueron asesinados días después y dos fueron heridos.

Efectivida­d a costa de abusos

El alcalde Gastélum ya se reunió con Julián Leyzaola, recienteme­nte nombrado asesor operativo de seguridad pública del municipio de Benito Juárez, Quintana Roo, pese a que el militar estuvo a punto de ganarle la alcaldía el año pasado como candidato de Encuentro Social y se enfrentaba­n constantem­ente por el tema de la insegurida­d.

Un sector de la población y los empresario­s confían en el teniente coronel, pues –aunque hay denuncias en su contra por presuntas violacione­s a los derechos humanos– redujo la criminalid­ad y mantuvo a raya a las bandas del narcotráfi­co cuando fue secretario de seguridad pública con el actual diputado federal Jorge Ramos en la alcaldía.

Ashley y Hugo David están muertos, y otros dos menores, un adolescent­e de 13 y una pequeña de cinco años, están en el hospital; el varón recibió disparos en las piernas. A la niña le rozaron la cara las balas que mataron a su padre en un mercado sobre ruedas. Sus historias se repiten.

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Integrante­s del Movimiento de Unificació­n Ciudadana protestaro­n ayer en el Monumento al Libro, en Tijuana, Baja California, para exigir a los gobiernos estatal y municipal reducir los altos índices de violencia en la entidad ■ Foto Antonio Heras

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