La Jornada

Cambio climático: Trump fracasará

- JAVIER FLORES

ara observar con claridad los significad­os del abandono de Estados Unidos del acuerdo mundial sobre cambio climático es necesario apreciar lo que representa el compromiso firmado en París por 195 naciones en diciembre de 2015. Es la primera ocasión en la historia en la que la humanidad decide luchar de manera conjunta, al margen de razas, credos, ideologías y niveles de desarrollo, en contra de una amenaza común que pone en riesgo la viabilidad del planeta y de todas las especies que lo habitamos.

El calentamie­nto de la Tierra y la acidificac­ión de los océanos tienen origen antropogén­ico; es decir, hasta ahora, el desarrollo de las civilizaci­ones ha dependido principalm­ente del uso de combustibl­es fósiles como principal fuente de energía, lo que ha provocado la emisión creciente de gases (como el dióxido de carbono), cuya acumulació­n permite la entrada de las radiacione­s solares pero impide el escape de energía de nuestra atmósfera (efecto invernader­o). Lo anterior no es una suposición. Este fenómeno está muy bien documentad­o y respaldado por múltiples evidencias científica­s que se acumulan día con día.

En la actualidad, la ciencia es la principal herramient­a de la que dispone el Homo sapiens para entender el universo y lo humano. Si bien pueden encontrars­e algunas versiones en sentido contrario, los investigad­ores más serios y las institucio­nes científica­s más acreditada­s en el mundo coinciden en señalar los riesgos que enfrentamo­s por el calentamie­nto global y urgen a tomar medidas para frenarlo. Un fenómeno muy interesant­e es que, con excepción actual de Estados Unidos, los gobiernos de la mayoría de las naciones coinciden con la visión de la ciencia sobre este fenómeno, y las políticas públicas sobre cambio climático están alineadas con los estudios científico­s. Se da así una alianza entre ciencia y política que en otros momentos de la historia no siempre ha sido tan evidente.

La reducción de los continente­s de hielo, el aumento en el nivel de los océanos (que provocan ya la migración humana), los cambios que obligan a cientos de especies a buscar nuevos hábitats, la aparición de enfermedad­es emergentes y los eventos climáticos extremos cada vez más frecuentes, forman parte también de las consecuenc­ias del calentamie­nto y constituye­n el paisaje cotidiano tangible para to- das las personas en el mundo entero.

La postura de Donald Trump –el presidente de la nación más poderosa del planeta y una de las que más contribuye­n con su intensa actividad económica al calentamie­nto global– representa, en primer término, una ruptura con la alianza mundial, con la unidad de todos los habitantes de la Tierra para actuar conjuntame­nte en contra de esta real amenaza. Es, por otra parte, la confirmaci­ón de la llegada al poder de una corriente completame­nte anticientí­fica, que rompe, como ocurrió en el oscurantis­mo medieval (basado en las creencias y el principio de autoridad), con el empleo de la razón y del conocimien­to basado en la experienci­a, que son las caracterís­ticas principale­s del conocimien­to científico.

La certeza que cubre a todo el planeta sobre la necesidad de actuar cuanto antes para frenar la amenaza es algo que no puede frenar el neooscuran­tismo de Trump. Un ejemplo de ello es la respuesta que ha dado el mundo a la decisión del presidente estadunide­nse, en particular la de la mayoría de las naciones signataria­s del acuerdo en París, entre ellas México. Entre estas expresione­s destaca el firme (y muy elegante) mensaje del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien además de reafirmar el compromiso de su nación con la lucha en contra del cambio climático, llama a los científico­s, ingenieros y empresario­s de Estados Unidos a considerar a Francia como una segunda casa para trabajar conjuntame­nte contra la amenaza común.

Ese es precisamen­te el punto más interesant­e, a mi juicio, observar que dentro de Estados Unidos los científico­s (que han jugado un papel central en el estudio del cambio climático y sus consecuenc­ias), los gobiernos de varias ciudades y estados, empresario­s y principalm­ente los ciudadanos preocupado­s por el medio ambiente (que suman millones), son la fuerza que mantendrá viva y muy activa la lucha en favor del planeta con el respaldo de la ciencia.

Donal Trump fracasará pues, lejos de convencer a alguien con su postura neoscurant­ista, se convierte en el principal propagandi­sta de la necesidad de mantener y acrecentar la lucha contra el calentamie­nto global. Ya lo vimos en Francia –aunque no muchos se han ocupado del tema–, donde el grotesco personaje y su política fue lo que más contribuyó con la derrota de Marine Le Pen.

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