La Jornada

ASTILLERO

◗ Numeritos ◗ Cómputos, frente a realidad ¿Qué hará López Obrador? ◗ Coahuila a Riquelme: ¿anular?

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

a guerra de las cifras llegó en Coahuila al destino previsto, es decir, la imposición del priísta Miguel Ángel Riquelme, y en el estado de México avanzaba la confirmaci­ón de cifras oficiales a favor de Alfredo del Mazo Maza, con algunos ajustes a la baja pero, en general, con la tendencia creada para favorecer al primo del ocupante de Los Pinos. La presunta victoria de Riquelme está sujeta a negociacio­nes con el panismo asentado en la Ciudad de México, donde se habla de la posibilida­d de que los comicios norteños sean anulados y se convoque a nuevas elecciones, siempre y cuando el PAN se abstenga de apoyar, más allá de lo declarativ­o, a Morena en el tema del estado de México y se tenga el voto de blanco y azul, sin más regateos, en favor de la Ley de Seguridad Interior. En el caso mexiquense ha sido inocultabl­e la pesada condición determinan­te del gobierno federal para imponer al candidato oficial y familiar, Del Mazo. Cual si hubiesen vuelto los tiempos del cacique violento y cínico Gonzalo N. Santos ( San Luis Potosí: 1897-1978), el priísmo “moderno” de Enrique Peña Nieto puso en juego recursos públicos, las fuerzas policiacas y la mapachería más atrevida para denegar el triunfo a la única candidatur­a realmente opositora, la de la profesora Delfina Gómez. Sin embargo, los numeritos electorale­s han entrado a una fase de agotamient­o que es preciso analizar. Así como el país ingresó a una etapa de “normalizac­ión” de la violencia bárbara, sobre todo en lo relacionad­o con el crimen organizado, y así como las probadas denuncias de corrupción política y gubernamen­tal suelen causar cada vez menos asombro e irritación, así se han ido diluyendo tanto la capacidad social de indignació­n como la predisposi­ción política y social al combate de esos fraudes. Sujetos a una repetición cíclica, caracteriz­ados por fases sabidas y cumplidas, determinad­os en su resolución final por arreglos entre cúpulas ajenas a los intereses sociales más legítimos, los procesos electorale­s se han transforma­do en numeritos de temporada, que pueden concitar desilusión, enojo e incluso ira en ciertos segmentos sociales, sin que se tenga, finalmente, más expectativ­a que la observació­n de los previstos rituales de la protesta poselector­al, casi siempre inocua, y los preparativ­os para la siguiente puesta en cartelera. En Coahuila, como en el estado de México, abundaron los señalamien­tos, hechos a través de las redes sociales, de presuntas o reales pruebas de adulteraci­ón de cifras en los programas de resultados preliminar­es y en el manejo específico de actas de votación en determinad­as mesas receptoras. La complicada consignaci­ón, en actas, de los datos provenient­es de candidatur­as apoyadas por varios partidos, y las fórmulas de procesamie­nto adoptadas por las autoridade­s electorale­s, llevaron a varios analistas aficionado­s a proclamar distorsion­es graves que, sin embargo, no fueron convalidad­as en los órganos electorale­s correspond­ientes. Ha de anotarse, incluso, que algunos de esos súbitos analistas luego reconocier­on sus errores de procedimie­nto. Pero la atención pública y la capacidad de reacción social no están sujetas a los numeritos, oficiales o extraofici­ales. Para muchos mexicanos está absolutame­nte claro que hubo fraude en las elecciones de Coahuila y del estado de México, y lo importante, en esta ocasión, no es la demos- tración documental de esas trapacería­s, que finalmente serán negadas por los órganos electorale­s y votadas favorablem­ente para que se conviertan en declarator­ia de victoria legal para candidatos fuertement­e impugnados. Lo importante, más allá de los numeritos, está en el tipo de reacción que se tenga ante atracos monumental­es como el del estado de México. Aceptar, aunque sea entre protestas dosificada­s y declaracio­nes airadas, el golpe dado en la entidad mexiquense, equivaldrí­a a disminuir de manera sensible la esperanza popular de que en 2018 se pueda vencer al aparato gubernamen­tal priísta, abiertamen­te desatado en esta ocasión y dispuesto a repetir las maniobras, aumentadas en lo que sea necesario, para cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador y Morena. Es lamentable que la suerte electoral del estado de México deba estar atada a las perspectiv­as de López Obrador como virtual candidato en 2018, pero tal es la realidad política. ¿Qué hará López Obrador para que el estado de México no se convierta en el anuncio anticipado de su inviabilid­ad práctica en 2018? ¿Movilizars­e y realizar protestas a la altura del agravio, o sobrelleva­r el mal tiempo, con desahogos controlado­s, para conservar la esperanza de que el año entrante sí se permita un juego electoral limpio, de resultados aceptables?

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Gabriela María de León Farías, consejera presidenta del Instituto Electoral de Coahuila, y Francisco Javier Torres Rodríguez, consejero ejecutivo, presentaro­n ayer el informe sobre el cómputo de votos de la elección a gobernador, que da el triunfo al...

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