La Jornada

UN AMIGO AL AMANECER

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Sergio es un hombre de 80 años, tepozteco, es decir, que nació en Tepoztlán, Morelos, de varias generacion­es de tepoztecos; eso por acá es una especie de aristocrac­ia que se lleva con mucho orgullo y que yo “tepostizo” avecinado, respeto y admiro. Sergio es mi amigo de breves encuentros mañaneros, nos encontramo­s casi todos los días apenas amaneciend­o. Desde hace más de 50 años, viene caminando desde Huilotepec (unos seis kilómetros) rumbo a su trabajo de jardinero, y yo hago mi caminata matutina de todos los días. Me da mucho gusto cuando nos encontramo­s, reconozco su sombrero y su caminar desde lejos, “hola, Sergio”… hablamos del amanecer de ese día, de la lluvia de anoche, del fresco de la mañana, de nuestra mutua admiración por el Creador del universo y Hacedor de amaneceres y del agradecimi­ento por el regalo de la vida, y también de nuestros achaques mutuos, y nos reímos un poco de nosotros. De vez en cuando encuentro en la puerta de mi casa una bolsa con naranjas recién cortadas, alguna vez me dejó una docena de aves de paraíso y en otra ocasión una planta para sembrar en mi jardín. Disfruto mucho escuchar su gusto por el jardín donde trabaja, y muy seguido me invita a conocerlo; aunque agradezco su invitación, casi siempre le digo que la próxima semana. Finalmente lo acompañé: la casa donde trabaja es grande con un terreno de poco más de una hectárea, con un jardín en rústico natural entre árboles centenario­s, flores y huerta, Sergio me fue presentand­o sus plantas como si fueran sus hijos, con su nombre y algo de la historia de cada una, se alegraba con un nuevo brote de alguna de ellas o cortaba una granada madura, una guayaba o un aguacate, que me ofrecía enseguida.

Me contó que estaba enfermo de la vesícula y que estaba tratando de aliviarse con las plantas que conoce muy bien, me dijo que quizá lo tendrían que operar. Hace días que no lo veo… Hace ya muchos días que no lo veo… Hace varias semanas que no lo veo… Hace tiempo que no lo veo.

Hoy al salir a mi caminata matutina, había un incendio en las nubes, amaneciend­o el cielo con dramáticas pinceladas de fuego. ¡...Cuánto amor y belleza pone el Creador de este sueño, en un efímero amanecer…!

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