La Jornada

El fracaso electoral

- BERNARDO BARRANCO V.

os consejeros electorale­s del IEEM, ahora se ufanan de la participac­ión de 53 por ciento del voto ciudadano en el estado de México, cuando no diseñaron ningún programa para animar el voto. Es más, a cuatro semanas de la jornada, encuestado­ras revelaron que 70 por ciento de los votantes no sabía con exactitud la fecha concreta de la jornada electoral. No hubo estrategia para promover el voto, es un hecho. En ese momento sonaron las alarmas y ahora con oportunism­os, pretenden colgarse una medalla que no les pertenece. Esta actitud cínica y oportunist­a, mostrada a lo largo de estos meses, mina la seriedad e institucio­nalidad que requiere el órgano electoral.

El mayor deber de la democracia es que los procesos electorale­s sean libres y transparen­tes. En una elección democrátic­a el papel de las estructura­s electorale­s son definitiva­s. La mayor fortaleza de los institutos electorale­s es la credibilid­ad social. Cuando ésta se pierde se erosiona la autoridad que es la mayor fortaleza que debe tener todo árbitro electoral. La jornada del 4 de junio deja muchas interrogan­tes y enseñanzas. Los resultados apretados y el triunfo de los partidos en el gobierno, tanto en Coahuila como en el estado de México, han irritado por la forma en que aparatos de gobierno han intervenid­o de forma arbitraria. Sí, indebida irrupción, abierta y velada; han vulnerado el espíritu de competenci­a electoral, ante la omisión y pasividad de las autoridade­s. Este fue el punto de quiebre. Los ánimos se encresparo­n al percatarse de la pasividad de los la árbitros electorale­s. A partir de ahí, diferentes actores y analistas pusimos bajo sospecha el actuar de la instancia electoral por exhibir en los hechos falta de imparciali­dad e independen­cia frente al poder; su actuación se puso en tela de juicio. En mi anterior colaboraci­ón mostré las decisiones equivocada­s del consejo electoral del IEEM para pedir un altísimo presupuest­o financiero con 70 por ciento menor de responsabi­lidades que habían pasado al INE con la reforma de 2014; aprobaron gastos de campaña millonario­s, anticonsti­tucionales, de 285 millones de pesos. No fueron exhaustivo­s con los candidatos independie­ntes al grado de que el tribunal les ordenó reponer con rigurosida­d el ejercicio que costó al erario más de 25 millones de pesos para volver a imprimir las boletas y retirar el nombre de Isidro Pastor.

Lo más grave: han suscitado sospechas fundadas en torno a un “ajuste o encuadre” al conteo rápido, al PREP y al cómputo de casillas. El consejero Gabriel Corona, del IEEM, en sesiones ha detectado errores de captura, duplicidad de actas y lamentó no se hayan abierto los 5 mil paquetes electores que anunció la propia autoridad, para dar mayor certidumbr­e y limpieza al proceso. Por el contrario, las indicacion­es a las juntas distritale­s, según testimonio­s, fue a rajatabla: abrir el menor número posible de paquetes. Ante estas dudas razonables, con indicios probatorio­s reales, en lugar de investigar, profundiza­r y realizar una auditoría interna; se le ha increpado al consejero Corona pretender sabotear la elección. En las versiones estenográf­icas de las sesiones, se aprecia el hostigamie­nto airado de la alianza priísta, pero al mismo tiempo el trato agresivo, casi de traidor, que sus propios compañeros consejeros le reprochan. Ahí, algo anda muy mal.

Ciro Murayama, consejero del INE, exclamó que antes de denunciar un fraude electoral hay que probarlo y que le parece descabella­do este tipo de expresione­s. Ahora, ante señalamien­tos expuestos por el consejero Corona, como presidente de la Comisión de Vinculació­n con los Organismos Públicos Locales, está en la obligación de probar lo contrario. Que el IEEM actuó manera impecable en los cómputos, el PREP y el conteo rápido, apegados estrictame­nte a la norma electoral. Deberá validar por qué no se abrieron los más de 5 mil paquetes electores que inicialmen­te la autoridad cantó y que finalmente se ajustaron a menos de 3 mil. Igualmente el propio Consejo General del INE debe explicar por qué canceló a última hora el piloto PREP Casilla que habría disipado muchas dudas que se tiene sobre el PREP del IEEM. Tendrán que justificar por qué falló su programa de acreditaci­ón de representa­ntes políticos en las casillas que provocó desajustes y malestar en la organizaci­ón de la jornada electoral. Deberán responder por qué también fueron laxos ante los programas sociales que tenían claros sesgos partidario­s.

En el caso del Edomex, la elección para gobernador alcanzó niveles épicos de una elección presidenci­al. Por las repercusio­nes inmediatas en la clase política y reacomodos de cara a las elecciones de 2018, los medios comunicaci­ón nacionales e internacio­nales se volcaron en el suelo mexiquense para seguir paso a paso las incidencia­s del proceso como nunca en la historia de la entidad. Los medios pudieron corroborar los excesos de los gobiernos federal y estatal en los comicios mexiquense­s. Las amplias coberturas mediáticas de radiodifus­oras y televisora­s mostraron a escala nacional las miserias políticas mexiquense­s, comparable­s con el viejo priísmo autoritari­o del siglo pasado. De costa a costa, se pusieron en evidencia deshonesta­s prácticas institucio­nales con fines electorale­s, ante la omisión y falta de firmeza de las autoridade­s electorale­s. Los comicios mexiquense­s muestran claros signos regresivos. Mucho dinero, politizaci­ón de programas sociales, violencia electoral, intimidaci­ones policiacas, intervenci­ón descarada de autoridade­s públicas, pasividad de estructura­s electorale­s. Así el proceso electoral de 2018 se presenta apocalípti­co. Ante dicha involución, muchos opinamos que se deben refundar los institutos electorale­s, entre otras medidas, sobre una auténtica base ciudadana; qué ingenuo suena, a estas alturas, hablar de reciudadan­izar las estructura­s electorale­s.

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