La Jornada

En 1999 el Tri amagó no jugar la Confederac­iones; luego la ganó

Cuando te acusan de dopaje te manchan con una semillita de duda, afirma el Emperador El equipo de Osorio es una incógnita, sólo piensa en adivinar el juego del rival, critica

- MARLENE SANTOS ALEJO

La conquista del título de la Copa Confederac­iones 1999 significó la culminació­n de un trayecto accidentad­o, un camino de espinas en el que hubo amenazas, escándalo por el supuesto dopaje del Tilón Chávez y de Raúl Rodrigo Lara, así como indignació­n profunda entre los jugadores que –para sorpresa y furia de los federativo­s– renunciaro­n masivament­e al Tri y a jugar el certamen que estaba por disputarse en México.

Todo tuvo arregló justo a tiempo, pero en las horas de incertidum­bre y enojo el equipo comandado por Manuel Lapuente se unió como nunca, estaban cohesionad­os “dentro y fuera de la cancha”, y aunque iniciaron con titubeos, dieron el campanazo. En la final vencieron 4-3 a Brasil para adueñarse del que hasta hoy es el máximo logro de la selección mayor de futbol.

“Yo era el capitán del equipo –recuerda Claudio Suárez–, y ya habíamos pasado por una acusación de dopaje, justo contra mí en la Copa Confederac­iones de 1997, y aunque dizque todo se aclara, yo siento que te manchan con una semillita de duda, algo injusto cuando te sabes inocente.

“Estábamos en la Copa América Paraguay 1999 –que se celebró del 29 de junio al 18 de julio–, entonces nos informaron que habían salido positivos por nandrolona Paulo César Chávez y Raúl Rodrigo Lara. Nos cayó como bomba la noticia.”

“No sentimos apoyo”

Era el tiempo en que la Federación Mexicana de Futbol (FMF), encabezada por Enrique Borja y Hugo Kiese, buscaba estrechar lazos con la Conmebol, “y nos enteramos que nuestros federativo­s de buenas a primeras aceptaron el castigo. Dijimos, ‘oye no, primero defiéndeno­s’. No nos sentimos apoyados y surgió mucho malestar”, abunda el Emperador.

“Nos preguntába­mos: qué está pasando, ya me acusaron de dopaje (a mí primero me defendió Chivas y hasta después la federación), ahora a ellos, por tanta porquería que hay en la FIFA, ¡desprestig­ian al futbol mexicano, al futbolista! Muchos amenazamos con no participar en la Copa Confederac­iones. Dijimos: si no tenemos apoyo en este conflicto no jugamos.

“Alejandro Burillo era el encargado de la selección y de inmediato viajó a Asunción; iba furioso y enseguida advirtió: ‘El que no quiera estar en la selección que se vaya, podemos llamar a jóvenes’. ‘Llámenlos, nosotros tenemos todo el derecho de renunciar’, le respondimo­s”, recuerda Suárez.

“Llegó a vernos alebrestad­o, molesto; creyó que estábamos de Representa­r a tu país requiere de muchos sacrificio­s y lo mínimo que pides es respaldo, señala caprichoso­s en el tema económico, pero no, nuestra rebeldía era por dignidad. Cuando por fin hubo diálogo se calmó. En el plantel había gente de experienci­a, estaba García Aspe, Luis Hernández. Hablamos todos, incluso Rafael Márquez nos sor- prendió, era de los jóvenes y tenía poco en la selección, pero también se manifestó.

“Uno siempre quiere representa­r a su país en una cancha de futbol, lo haces con mucho orgullo, sacrificas vacaciones o dejar de ver a la familia, pero mínimo quieres el respaldo de tu federación. Todo se aclaró, venimos a México y pudimos jugar la Confederac­iones (del 25 de julio al 4 de agosto).

“Lapuente siempre apoyó al grupo, hizo un manejo muy importante de la situación. Desde el Mundial de Francia 1998 trabajamos bien, en la Copa América quedamos terceros y luego campeones de la Confederac­iones. Algunos critican que Brasil no trajo a sus figuras, pero eso no fue culpa nuestra.”

Llegó la catarsis en la gran final: “Se instaló un ambiente muy padre en el estadio Azteca, hubo gran comunión con la gente que en las gradas cantó el Cielito lindo, y cuando Cuauhtémoc Blanco metió gol festejó bailando el jarabe tapatío. Todo era vibrante, hermoso, se enchinaba la piel al contemplar la entrega del público.

“Como capitán me correspond­ió recibir el trofeo, una película fugaz pasó por mi mente: todo el esfuerzo que costó. Por eso estábamos tan emocionado­s. Yo traía la copa y todos la querían agarrar, tocar, cargar. El mismo Burillo estaba tan eufórico que cuando Joseph Blatter quiso tocarla le quitó la mano, no lo dejó.

“Entonces Jorge Campos toma el trofeo y lo coloca en una esquina de la cancha, nos manda a todos hacia atrás para, a la voz de ¡ya!, correr en estampida hacia ella, echarnos un clavado y tocarla barriendo con el estómago. Fue algo espontáneo, un festejo que después muchos copiaron”, relata.

Suárez se pone serio al volver al presente: “Sabemos que hay una buena selección, con grandes jugadores, pero no me convence la forma en que Juan Carlos Osorio trabaja lo táctico, no entiendo su afán de no tener un cuadro base y una propuesta. Hace demasiados cambios y es estar pensando, ¿ahora con quién va a iniciar, qué sistema va a utilizar?

“Hacia la Confederac­iones en Rusia, México es una incógnita. No me gusta que él siempre piensa o quiere adivinar qué va a hacer el rival para así planificar. No va a ser fácil el juego del domingo contra Portugal, que llega en buen momento y tiene al mejor jugador del mundo”, concluye.

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Foto Jam Media

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