La Jornada

Sorprende cómo Alcira Soust ‘‘dejó tanta huella en México’’

■ Me interesa la poeta, la activista, la mujer que fue a contracorr­iente, libre y su solitario final en Uruguay, sostiene Fernández Gabard

- MÓNICA MATEOS-VEGA

El documental­ista Agustín Fernández Gabard, sobrino nieto de la poeta Alcira Soust Scaffo, considera que el personaje descrito por Roberto Bolaño como Auxilio Lacouture en sus novelas Los detectives salvajes y Amuleto ‘‘es muy representa­tivo de la Alcira que he ido descubrien­do y de los pocos recuerdos que tengo de ella cuando volvió a Uruguay”.

El realizador, quien prepara un documental acerca de la mujer que en los años 70 del siglo pasado repartía sus poemas a los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que Bolaño captó la energía que Alcira tenía para mantenerse activa, no sólo escribiend­o, sino yendo a marchas, ‘‘contagiand­o a quien se cruzase en su camino, hasta el detalle de taparse la boca al hablar para esconder su gastada dentadura. En lo que segurament­e no se parece es en el lado más complicado de Alcira, su inestabili­dad, sus paranoias, ese lado casi autodestru­ctivo que la llevó a aislarse al punto de perder todo contacto con su gente en Uruguay.

‘‘La historia de Alcira está llena de misterios, al punto de que estoy seguro que será imposible develarlos todos. El principal bache que tenemos ahorita está en la Alcira de finales de los años 50 del siglo pasado, cuando ella terminaba sus estudios en el Centro de Cooperació­n Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (Crefal), y todavía no era la Alcira de la UNAM.

‘‘En esa época ella estuvo casada con un médico de nombre Guillermo Santibáñez. Sería maravillos­o poder encontrar a parte de esa familia, a algún sobrino o hijo de él que pueda contarnos sobre esos años.”

La fecha de nacimiento de Alcira Soust, según su pasaporte, es el 4 de marzo de 1924, continúa su sobrino; la de su muerte, según el acta de defunción hallada, es el 30 de junio de 1997.

‘‘México se convirtió en su patria. Alcira se erigió en una mexicana nacida en Uruguay, por más que llega a México siendo una mujer formada, una destacada maestra, México la adopta y ella adopta a México. Su lugar en el mundo termina siendo Ciudad de México y la UNAM, por eso todo el material (fotos, cartas, documentos) que he ido recopiland­o en la investigac­ión va a quedar en resguardo de la esa casa de estudios una vez que concluya el documental, el primero que se realiza sobre Alcira.”

Ningún libro recoge la poesía de la autora uruguaya

Fernández Gabard sostiene que no existe ningún libro publicado con la poesía de Alcira Soust, la cual ella escribía a mano o a máquina y repartía a todo el que quisiera compartir su lectura. También mandaba hacer librillos que editaba con recursos propios.

Los que la conocieron en Ciudad Universita­ria conservan ‘‘el bello recuerdo” de una mujer ya madura, que vagaba por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras. A veces alguien le invitaba un café o la comida, y se cuenta que muchos se cooperaron para comprarle el pasaje de regreso a su país.

Luego de la experienci­a de permanecer encerrada 12 días con sus noches en un baño de ese plantel en la UNAM, donde afirman que debió comer papel sani- tario y tomar agua de ahí, ‘‘le diagnostic­aron sicosis delirante crónica de caracterís­ticas paranoides, se desprendió de las pocas cosas que tenía y se fue perdiendo en un país ajeno”, narra Agustín Fernández Gabard.

Añade que con León Felipe, Bolaño y otros escritores de la época ‘‘compartían largas tertulias y borrachera­s. Sin embargo, mi tía siempre tuvo una parte misteriosa, lugares a los que nadie accedía. Maestra, nacida en Durazno, Uruguay, había viajado a México para profundiza­r sus estudios al tiempo que, en sus tardes libres, se perdía entre los laberintos de la poesía que ella misma escribía.

‘‘Aquí es donde me interesa detenerme: en la poeta. También en la activista, la mujer que fue a contracorr­iente, la mujer libre y su solitario final en Uruguay. Alcira y el campo de espigas es un retrato intimista, construido a partir de fragmentos de sus amigos de México y Uruguay, de su familia, la mía.

‘‘Una de las cosas más fasci- Uno de los primeros poemas de Alcira Soust Scaffo nantes que veo de Alcira ha sido su capacidad de no parar de hacer cosas; fue maestra, poeta, artista, traducía poesía del francés al español, todo esto siempre con un gran compromiso social. Pero más que eso, me ha sorprendid­o cómo dejó tanta huella, cómo hasta gente que la vio una o dos veces la recuerda con aprecio e interés.”

Además de su poesía existen su tesis de grado del Crefal, titulada La recreación en la estructura de la personalid­ad (1956), así como algunas cartas, y un pequeño diario de algunos días en Uruguay.

‘‘Alcira escribió hasta sus últimos días; su obra, o sea su huella, permanece guardada en los cajones de muchas casas. Como ella, que supo encontrar refugio cada día en cada casa, banco, árbol o azotea, mi película busca revisitar esas cobijas, para construir un mosaico de la mujer que supo y pudo ser, al tiempo que nos preguntare­mos sobre lo que quiere decir vivir habiéndose perdido a una misma, o quizá, plasmar quién fue la mujer que nunca pudimos comprender.”

Agustín Fernández Gabard como fotógrafo ha colaborado con los diarios La Diaria, El Observador, La República, así como con organizaci­ones como Greenpeace Argentina y Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desapareci­dos, entre otras. Realizó las exposicion­es fotográfic­as Recuperand­o sonrisas, Obreros de la paz y Montevideo-Inside Out.

Cualquier informació­n y comentario sobre los años mexicanos de Alcira los recibe el cineasta en el siguiente correo electrónic­o: alcirayelc­ampo@gmail.com.

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El principal bache para reconstrui­r la historia de Alcira Soust Scaffo (en la imagen) está en los años finales de la década de los 50 del siglo pasado, expresa el sobrino nieto de la poeta ■ Fotos cortesía de Agustín Fernández Gabard

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