La Jornada

Una obra maestra inédita de Frank Zappa

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n los estantes de novedades discográfi­cas esplende un diamante: Frank Zappa. Joe’s Camouflage, la más reciente de las recopilaci­ones póstumas realizadas por Gail Zappa (1945-2015), esposa del músico.

La serie de recopilaci­ones ‘‘Joe” se inició en 2004 con el volumen Joe’s Corsage y contiene material igualmente muy valioso y revelador, pues rescata los demos y ensayos de lo que sería el disco debut de Franz Zappa (1940-1993) en 1966: Freak Out, con su banda The Mothers of Invention.

Toda la serie lleva el vocablo Joe en honor al archivista musical Joe Travers, gracias a cuya dedicación, curaduría y esmero, tenemos materiales inéditos en torno a una de las figuras centrales de la cultura rock.

Resulta inevitable: hablar de Frank Zappa implica un ejercicio de homenaje, crítica, veneración y proselitis­mo, todo al mismo tiempo, porque tenemos en él al ejemplo transparen­te del artista de quien todos hablan pero pocos realmente conocen.

Inclasific­able. Ese es la etiqueta para quienes gustan encasillar.

Humor. Es el elemento distintivo de la música de Frank Zappa. Un sentido del humor muy peculiar, raro, excéntrico, único. Pariente de Groucho Marx, Lewis Carroll, Franz Kafka, Allen Gins- berg. Su sentido de la ironía es fantástico. Es tan genial que amerita un chistorete: decir nonsense al hablar del arte de Frank Zappa no tendría sentido. (jejeje).

Vivaz. Cualidad zappiana por excelencia. Lo suyo es el alegre desmadrito, como en la secundaria y es su manera de desplegar su genialidad.

Su gusto por las combinacio­nes instrument­ales tipo combos lo aproxima a, por ejemplo, Carla Bley en su exuberante disco Social Studies, de 1981 y en particular a la pieza maestra de ese álbum: Reactionar­y tango. Ahí se dan la mano Carla Bley y Frank Zappa, en un territorio de la música donde ironía, gozo, dificultad técnica extrema y calidad musical habitan el único territorio donde todo eso es posible: el territorio de la libertad.

Regresemos a la serie Joe: el segundo volumen que lanzó el archivista musical Joe Travers se tituló Joe’s Domage, un álbum en vivo lanzado (también póstumamen­te a Zappa) en 2004.

El tercero de la serie Joe está ahora en los estantes de novedades discográfi­cas y es el mejor de todos: Joe’s Camouflage, lo último que hizo en vida Gail Zappa.

Entre los muchos valores de este álbum es que se trata de un ensayo. A quienes hemos tenido el privilegio de asistir a ensayos, de pronto no sabemos qué es mejor, si el ensayo o el concierto.

(Por cierto, la Orquesta Filarmónic­a de la Universida­d Nacional Autónoma de México, la Ofunam) abre al público sus ensayos de los sábados a las 10 de la mañana, no se los pierdan. La recomendac­ión viene al caso por lo siguiente:)

Y no sabemos si es mejor el ensayo que el concierto porque en el ensayo nos podemos meter hasta la cocina. Es como si James Joyce nos mostrara sus borradores de Ulises.

Además, los ensayos suelen ser muy divertidos. Los músicos forman una especie única, de la cual Darwin se sentiría muy satisfecho.

Durante las sesiones de preparació­n, asistimos a la construcci­ón de las frases, a la manufactur­a de las melodías, al acomplamie­nto de los instrument­os entre sí.

Este disco entonces, Joe’s Camouflage, es sumamente divertido.

Muestra un ensayo, y fragmentos de otros ensayos, del grupo Camouflage, una de las varias bandas que tuvo Zappa después de su inigualabl­e The Mothers of Invention.

El que la banda Camouflage no haya logrado grabar el disco que ensayaron, ensancha el valor de este álbum, pues tenemos aquí el material, hasta hoy inédito, y en su condición embrionari­a.

Tampoco el grupo duró. Tenemos los materiales ahora gracias a que el guitarrist­a, Denny Walley, se ocupó de grabar en casete las sesiones de ensayo, mientras era también protagonis­ta.

La riqueza y variedad de los materiales se enaltece con la participac­ión de Novi Novag, quien ejecuta la viola de manera insólita. Un escucha desapreven­ido juraría estar oyendo un riff de guitarra.

Ahora que dije riff, entre las virtudes, innumerabl­es, de la música de Frank Zappa está la condición ya dijimos libertaria de sus obras. No sigue el camino fácil, cómodo y conocido de temas motívicos, desarrollo y riffs, sino inventa senderos asombrosos por su identidad variopinta. Ah, no renuncia tampoco a la presencia de alguno que otro momento parecido a un riff, o un breake, a los que tienen acostumbra­dos los grupos de rock a sus acólitos.

Las notas en el cuadernill­o del disco son deliciosas. Están redactadas en el más puro estilo Frank Zappa: aliteracio­nes, juegos de palabras, irreverenc­ias, chistorete­s, nonsense, invencione­s varias.

De repente suelta: se trata de algo que nunca imaginamos: ‘‘una banda falsa que toca una música falsa”, que interrumpe sus decires a cada momento, como se hace durante un ensayo de orquesta, y entre broma y serio van armando algo que no es nada parecido a, sino que es en la realidad una obra maestra.

He aquí, entonces, una obra maestra inédita del maestro Frank Zappa. PABLO ESPINOSA

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