Oscuridad en la Reforma
in duda, la avenida más hermosa y relevante de la Ciudad de México es el Paseo de la Reforma. Uno de los placeres que ofrece nuestra conflictiva capital es caminar por sus amplios camellones arbolados, gozar sus lucidoras glorietas, fuente, bancas, monumentos y estatuas. Apreciar las construcciones de distintas épocas, entre las que sobresalen imponentes rascacielos contemporáneos de audaz diseño. El tramo que cruza Chapultepec se ha convertido en una inmensa galería de arte al aire libre, que complementa los notables museos que tiene a su vera.
La emblemática vía guarda muchas memorias que son parte importante de nuestra historia. Brevemente vamos a recordar su origen: lo mandó construir el emperador Maximiliano para llegar con rapidez desde Palacio Nacional al Castillo de Chapultepec, donde habitaban el soberano y la emperatriz Carlota. Medía 12 kilómetros y comenzaba en la glorieta de El Caballito, como se llama popularmente a la estatua ecuestre que realizó Manuel Tolsá, que se encontraba en el cruce donde confluían avenida Juárez y el Paseo de Bucareli.
El breve periodo que gobernó el aus- triaco, sólo le permitió terminar una austera calzada. Durante el gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada la avenida se amplió, añadiéndole a los lados generosos espacios que se cubrieron de árboles y jardines. Para lograrlo convenció a los dueños de los terrenos que cedieran parte de ellos y a cambio les perdonó el pago del impuesto predial durante 10 años. Esto dio a la avenida un aspecto señorial, que llevó a las familias más pudientes a edificar grandes mansiones.
Este desarrollo alcanzó su plenitud a lo largo del porfiriato, en el que se construyeron los monumentos a Cristóbal Colón, Cuauhtémoc y la Columna de la Independencia. A fines del siglo XIX se colocaron dos estatuas por cada estado de la República, de sus hombres más ilustres. En la década de los 40 del siglo XX se edificó la fuente de la Diana Cazadora, que ha sido cambiada de lugar en dos ocasiones. La avenida, que llegaba originalmente a la entrada de Chapultepec, se ha extendido hasta cruzar prácticamente toda la ciudad.
Ahora se debate la construcción de la línea 7 del Metrobús sobre Paseo de la Reforma. Un amparo promovido por ciudadanos detuvo la obra; el jefe de Gobierno afirma que va porque va. La realidad es que la oscuridad que ha rodeado el proyecto es preocupante. Se dice que en las estaciones se van a colocar cerca de 900 anuncios, muchos de ellos luminosos. Esto afectaría gravemente la imagen urbana.
El servicio que se suponía que iba a ser hasta Santa Fe va a terminar en la Fuente de Petróleos, porque los elegantes autobuses de dos pisos no tienen la potencia para subir hasta esas lomas. La vialidad alrededor de esta fuente ya es infernal. Ahora se van a sumar los enormes automotores que van a dar la vuelta en ese lugar, con las decenas de microbuses que recogen al pasaje para subirlos a Santa Fe y los miles de automóviles que transitan, la ya, super congestionada avenida. Además, se habla que van a talar cientos de árboles.
Hay muchas preguntas sin respuesta: ¿Por qué no se estudió la potencia de los autobuses antes de comprarlos? ¿Por qué no se hizo la obra por la avenida Chapultepec que va paralela a Reforma, desemboca a Constituyentes y llega hasta Santa Fe? ¿Ahí no era tan buen negocio? Nadie parece conocer el proyecto total ¿por qué?
En fin, que la cosa esta oscura; esperamos que se aclare y haya una solución que realmente beneficie a la ciudad. Mientras tanto, vámonos a comer.
Sobre la señorial avenida, en el número 458 esquina Toledo, se encuentra La Lanterna, tradicional trattoria atendida por la familia Petterino, que ofrece auténtica comida italiana. Como siempre, para comenzar, la ensalada de alcachofas crudas que es única de este sitio. Las pastas hechas en casa son excelentes. El filete en mantequilla negra y el hígado encebollado son de los platillos estrella. De postre, el zabaglione.