Depresión y cambios de conducta son más frecuentes en diabéticos: investigadores
El control de la glucosa debe incluir la salud mental, destacan especialistas de EU
aiga sido como haiga sido –la cínica frase del presidente que combatió al narcotráfico sin más resultados que bañar de sangre el territorio nacional con gran despliegue mediático–, el triunfo de los candidatos favoritos del sistema político, no de la ciudadanía, en las recientes elecciones, la pregunta sigue en pie, aunque ninguno haya querido abordar el tema durante su campaña: como gobernador, ¿qué piensa hacer para que en su estado el Documento de Voluntad Anticipada sea un derecho de todos y no lujo de unos cuantos? El gobierno de la CDMX, queriéndose vanguardista, no ha hecho sino enredarse en burocratismos, terminologías, comités y trámites engorrosos hasta revelar el trasfondo conservador de una izquierda meramente nominativa en favor de quienes pretenden lucirse elaborando leyes como modernas y no en beneficio al portador de un derecho desde el ejercicio de su libertad como individuo. Los resultados del actual gobierno capitalino en materia de voluntad anticipada confirman ese afán de parecer progresistas en un entorno conservador, cuando no francamente reaccionario, ante una población cuya pasividad contribuye a estas inercias institucionales, incluido el Colegio de Notarios y sus notorios condicionamientos éticos y económicos, que este año le bajaron al tono de sus anuales alardes de solidaridad con la Secretaría de Salud de la CDMX. El resto del notariado nacional no ve ni oye, sólo fija tarifas a voluntad, a ciencia y paciencia del área de salud estatal y federal. En los ocho años recientes, en una ciudad con casi 10 millones de habitantes apenas unos 6 mil han registrado ante notario su Documento de Voluntad Anticipada. Son avances raquíticos en torno a esta inaplazable política social. Inaplazable, porque la autonomía de las personas no puede seguir a merced de médicos, ministros religiosos y burócratas; porque los servicios de salud pública ya no pueden proporcionar atención adecuada a pacientes terminales y desahuciados, y porque un estado supuestamente laico y moderno no debería asustarse con petates seudomorales. A propósito, el de la expresión “haiga sido como haiga sido”, acatando inconfesables órdenes e incumpliendo la Ley de Voluntad Anticipada, en 2010 prohibió que las instituciones de salud pública del Distrito Federal atendieran las solicitudes de derechohabientes que demandaban una muerte digna. Con el enemigo en casa, gobernadores, menos se avanza. Los trastornos emocionales y de la conducta son más frecuentes en las personas que viven con diabetes. La probabilidad de padecer depresión es del doble respecto de la población sana, mientras los desórdenes de la alimentación están presentes en la mitad de los pacientes jóvenes. Estas alteraciones obstaculizan el control de los niveles de glucosa y deterioran la calidad de vida de los afectados.
Concluyeron lo anterior investigaciones realizadas por especialistas de las universidades de Indiana y Washington. Los resultados se presentaron en la 77 sesión científica de la Asociación Americana de Diabetes (ADA, por sus siglas en inglés), hace unos días en San Diego, California.
Con base en los datos obtenidos en ambos trabajos, la ADA resaltó que la vigilancia de la salud mental debe formar parte de la atención clínica rutinaria en diabetes. Por sí mismo, el manejo de la alteración metabólica requiere de un régimen demandante; se complica con afectaciones del sistema nervioso, principalmente depresión, ansiedad y desórdenes de la alimentación.
Carencia de expertos
La asociación, autoridad global en la materia, promueve el entrenamiento de médicos en salud mental de diabéticos.
De igual forma reconoce que el problema es un reto para los sistemas de salud por la carencia de expertos en esta área, en particular, los médicos capacitados para atender las necesidades de los diabéticos.
Uno de los trabajos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana señala que una de cada cuatro diabéticos ha tenido algún episodio de depresión en su vida, de quienes 60 por ciento son mujeres.
El estudio consistió en comparar la efectividad de terapias grupales, ejercicio físico y la combinación de ambos con la atención tradicional.
Luego de 12 semanas, se observó que con cualquiera de las opciones, se redujo entre cinco y seis veces la prevalencia de depresión entre los participantes, quienes en promedio tenían 56 años de edad y tenían alrededor de 11 años con diabetes.
A la vez, los pacientes llevaron su glucosa a niveles de control, se redujo su angustia respecto de la enfermedad, mejoró su confianza sobre a su capacidad para realizar actividad física y todo en conjunto contribuyó a que mejoraran su calidad de vida.
Un beneficio adicional identificado por los investigadores es que debido al ejercicio, los pa- cientes disminuyeron sus niveles de colesterol, y por lo tanto, el riesgo de presentar alguna complicación cardiovascular.
Otra investigación, de la Universidad de Washington, encontró que individuos entre 17 y 20 años de edad con diabetes tipo uno y dos tienen un riesgo mayor de presentar trastornos alimenticios (comer en exceso), provocados por las insistentes recomendaciones que reciben respecto a su alimentación y peso corporal.
En los diabéticos tipo uno o juvenil, 21 por ciento presentaba un trastorno alimentario, así como 52.2 de los que padecían tipo dos, que se expresaba en sobrepeso; 20 por ciento reconoció que enfrentaba dificultades para mantener un peso saludable.
Los participantes, 12.4 por ciento con diabetes tipo uno y 34.2 por ciento con tipo dos, indicaron que desean ser delgados para controlar su enfermedad.