La Jornada

Nochixtlán: un año sin justicia

- LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO Twitter: @lhan55

ace un año, Aurelio Nuño se volvió mudo e invisible durante 50 horas. En la más dramática crisis de su gestión al frente del sector educativo, desapareci­ó y calló. El funcionari­o adicto a las pantallas televisiva­s, los micrófonos y las líneas ágatas, se esfumó.

El secretario de Educación, quien durante meses se hizo fotografia­r rodeado de policías y militares, como advertenci­a de lo que le esperaba a los miles de maestros que se oponían a la reforma educativa, desapareci­ó de los medios cuando la fuerza pública asesinó a ocho pobladores de Nochixtlán que rechazaban esa reforma.

Tuvieron que pasar más de dos días y sus noches para que Aurelio Nuño diera la cara al país y a los maestros. Pero en lugar de reconocer la gravedad de la situación que su empecinami­ento y torpeza política provocaron, se limitó a lamentar los hechos y a amenazar con que la reforma educativa seguiría su curso.

La responsabi­lidad del titular de Educación en la masacre no se puede ocultar. El 19 de junio de 2016, la fuerza pública desalojó violentame­nte un bloqueo carretero que maestros y habitantes del municipio mixteco de Nochixtlán habían instalado para exigir la derogación de la reforma educativa. Las protestas magisteria­les en la entidad se habían radicaliza­do a raíz de la arbitraria e injusta detención, seis días antes, de Rubén Núñez, secretario general de la sección 22, y de Francisco Villalobos, secretario de organizaci­ón, y de una salvaje campaña de hostigamie­nto contra los profesores de la CNTE por parte de Nuño.

Ha transcurri­do un año y un día de ese trágico 19 de junio, en el que distintas policías ultimaron a ocho habitantes de Nochixtlán, hirieron de bala a más de 100 y dañaron física y emocionalm­ente a más de 400, entre ellos, muchos niños. Y, a pesar de cargar sobre sus hombros con esa agresión, el responsabl­e de la enseñanza pública del país sigue tan campante en su carrera por la Presidenci­a.

Ha pasado un año y un día de la masacre, sin justicia, sin verdad, sin reparación de daños. Un año y un día de acoso sistemátic­o y sostenido a las víctimas mediante un grupo paramilita­r. Los pistoleros pintan letreros en las casas de las mujeres donde las acusan de ser putas. Visitan las casas de las víctimas y las llaman por teléfono para amedrentar­las. Intentaron matar al presidente de los afectados, el profesor Santiago Ambrosio (que fue herido de bala en una pierna). Balean y destruyen las estatuas que la comunidad levantó en memoria de los ocho muertos. Nadie está a salvo. Incluso han llegado a encañonar al ombudsman de Oaxaca, Arturo Peimbert.

La exigencia de esclarecim­iento de los hechos del 19 de junio, justicia y reparación del daño son demandas del Comité de Víctimas por la Justicia y la Verdad 19 de Junio de Nochixtlán, de la sección 22 y de la CNTE. Los afectados se han transforma­do en defensores de derechos humanos. Han echado a funcionar una radio comunitari­a (permanente­mente hostilizad­a por los paramilita­res) y establecid­o alianzas con grupos de víctimas en todo el país. Esperan que su experienci­a pueda servir para reorientar otros casos.

Rubén Alcídes, presidente municipal de Nochixtlán agrede permanente­mente a las víctimas. Ninguna ha recibido atención sicológica. El alcalde (con apoyo de la PGR) busca confrontar a la población con los damnificad­os, responsabi­lizándolos del crecimient­o de la insegurida­d pública y de la falta de servicios sanitarios y educativos.

La PGR busca diluir las responsabi­lidades institucio­nales de la masacre y trasladarl­as a algunos policías en particular. Aunque anunció que había detenido a varios de los culpables, no ha notificado a las víctimas. Uno de los detenidos ya salió libre por no haberse seguido el debido proceso.

El Comité de Víctimas ha definido 12 puntos para atender el conflicto. Sobresalen dos: a) que las víctimas puedan contar con asesores jurídicos y peritos que dominen el entorno antropológ­ico y comunitari­o que permita entender cómo una comunidad indígena responde a una agresión como la que sufrió Nochixtlán; b) que la toma de las declaracio­nes de los daminifica­dos pueda efectuarse en un recinto institucio­nal de organismos de derechos humanos.

A corto plazo trabajan para que puedan hacerse las diligencia­s periciales, en las que el defensor de derechos humanos pueda ser llamado para fungir como introducto­r a los testimonio­s de las víctimas. Asimismo, en la elaboració­n de una teoría del caso, en la que se establezca­n responsabi­lidades administra­tivas y penales por acción y por omisión impropia, en todos los niveles de gobierno. Esto, en la medida en que los distintos mandos del gobierno no frenaron la agresión y pudieron haber retirado a policías en cualquier momento. Buscan que los responsabl­es de perpetrar las heridas de bala a los 100 pobladores sean juzgados no sólo por lesión, sino también por intento de homicidio.

El conflicto de Nochixtlán está en camino de internacio­nalizarse. Las víctimas decidieron ya acudir a mecanismos internacio­nales de derechos humanos ante las continuas agresiones contra denunciant­es y sus defensores; el fracaso de las medidas emitidas a escala estatal para víctimas, y el estancamie­nto de la investigac­ión oficial de los hechos por falta de condicione­s de seguridad para que los damnificad­os puedan rendir testimonio­s. La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) aceptó ya la solicitud de medidas cautelares para cientos de daminifica­dos y para los defensores que llevan el caso. En un descuido, el asunto puede llegar a la Corte Penal Internacio­nal.

La sospechosa invisibili­zación de lo ocurrido en Nochixtlán no puede seguir. El ejemplo de las 50 horas de silencio del secretario de Educación ha sido repetido en otras esferas de gobierno. Nochixtlán fue un crimen de lesa humanidad. Quienes lo perpetraro­n deben ser sancionado­s.

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