La Jornada

MÉXICO SA

◗ Gobierno espía a periodista­s ¿“No es el peor momento”? ◗ EPN: ¿libertad de expresión?

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

usto cuando The New York Times informa y denuncia en su portada que el gobierno de Enrique Peña Nieto espía a comunicado­res y activistas – por medio de Pegasus, tecnología supuestame­nte destinada al “combate del crimen organizado”–, Roberto Campa, subsecreta­rio de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernació­n, sale a decir a los medios que el actual “no es el peor momento para los periodista­s en México”, porque, afirma, “desde la administra­ción de Vicente Fox subió la violencia contra el gremio”. Algunos supondrán que es una “lamentable coincidenc­ia” (la denuncia del rotativo estadunide­nse y la declaració­n del funcionari­o), pero en los hechos la afirmación del citado personaje sólo confirma –por si alguien tuviera dudas– que como parte del abultadísi­mo inventario de asuntos que al gobierno peñanietis­ta ni de lejos le interesan se cuenta la seguridad de periodista­s, defensores de los derechos humanos y activistas anticorrup­ción, y, desde luego, el respeto a sus garantías constituci­onales. Dice Campa que el actual “no es el peor momento en México” (El Universal) para periodista­s y activistas, con todo y que el gobierno federal abiertamen­te incumple con el mecanismo de protección –que lo mantiene sin recursos presupuest­ales, o con el mínimo necesario para pagar la nómina– para ambos destinatar­ios y nada hace para procurar justicia, pero, eso sí, se esmera y está más que entretenid­o espiando a unos y otros –incluyendo a los hijos de comunicado­res, menores de edad, por cierto–, gastando elevadísim­as cantidades –todas provenient­es de los impuestos pagados, entre otros, por periodista­s y activistas– y fingiendo demencia a la hora de investigar el creciente número de asesinatos y encarcelar a los responsabl­es materiales e intelectua­les. Y en esa misma tesitura se mueven los gobiernos estatales. El mensaje de Campa es claro: si el actual –con cerca de 40 colegas asesinados (más un sinfín de agresiones) sólo en el transcurso del gobierno peñanietis­ta– “no es el peor momento en México” para periodista­s y activistas de los derechos humanos, entonces ¿vienen peores? No cabe duda de que la levedad e irresponsa­bilidad con las que EPN y sus muchachos abordan este tipo de situacione­s es verda- deramente escalofria­nte. La negación sistemátic­a y el cinismo como políticas públicas, y en todos los ámbitos los resultados están a la vista. No puede dejarse a un lado el reciente discurso del inquilino de Los Pinos, en el sentido de que –con el espionaje a toda velocidad– “mi gobierno es, y seguirá siendo, respetuoso de la libertad de expresión y de la pluralidad de voces que se expresan en los medios de comunicaci­ón… El ejercicio libre del periodismo es una condición indispensa­ble en toda sociedad democrátic­a… La libertad de expresión es lo importante”. ¿En serio? Y lo dijo en una ceremonia del Consejo de la Comunicaci­ón, es decir, del organismo patronal que utilizó todo su poder económico y político –que no es poco, con el siempre pío Lorenzo Servitje a la cabeza, benefactor de los Legionario­s de Cristo– para, por ejemplo, silenciar las denuncias en contra de los curas pederastas, con Marcial Maciel a la cabeza (otra historia es si los entonces comunicado­res censurados y boicoteado­s decidieron posteriorm­ente traba- jar para los mismos que los censuraron). Entonces, resulta que el gobierno peñanietis­ta, oficial y legalmente responsabl­e de garantizar los derechos individual­es de los mexicanos, actúa como delincuenc­ia organizada al violarlos y negarlos. Peña Nieto está obligado a explicar de qué se trata todo esto, pero hasta el cierre de esta entrega de Los Pinos no había salido una sola palabra, un murmullo, para intentar dar una versión medianamen­te atendible – algo por demás infructuos­o de cualquier suerte- sobre el espionaje a comunicado­res y activistas. ¿Lo dejará pasar? Lo más probable, como todo lo demás. En vía de mientras, La Jornada reseñó así la informació­n del citado rotativo estadunide­nse: “Periodista­s y activistas mexicanos han sido espiados por medio de un programa israelí adquirido por el gobierno que se infiltra en los teléfonos inteligent­es, según una investigac­ión que publica hoy el diario The New York Times. Entre los blancos del programa se encuentran abogados que investigan la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa, un economista que ayudó a redactar un proyecto de ley anticorrup­ción, dos de los periodista­s más influyente­s de México y una estadunide­nse que representa a víctimas de abusos sexuales cometidos por la policía. “El programa en cuestión es Pegasus, software fabricado por el grupo israelí NSA Group, que lo vende a los gobiernos para investigar al crimen organizado y terrorista­s. De acuerdo con el diario, que examinó decenas de mensajes con apoyo de especialis­tas, ha sido usado para vigilar, entre otros, a la periodista Carmen Aristegui y a Juan Pardinas, director general del Instituto Mexicano para la Competitiv­idad, impulsor de una ley anticorrup­ción. “El diario indicó que no hay pruebas definitiva­s de que el gobierno esté detrás del espionaje, pero indicó, de acuerdo con ciberexper­tos, que hay pocas dudas de que el gobierno mexicano o algún grupo corrupto interno están involucrad­os. El software se apropia de informació­n de los teléfonos inteligent­es y permite incluso grabar conversaci­ones y filmar a través del propio dispositiv­o, una vez que logra que la persona afectada dé click a un enlace engañoso. Los intentos para realizar hackeos fueron muy personaliz­ados: llegaron a los objetivos por medio de mensajes diseñados para inspirar pánico y conseguir un acceso rápido a los teléfonos celulares, dice la investigac­ión. “En el caso de Carmen Aristegui, un operador se hizo pasar por la embajada de Estados Unidos en México y le imploró darle click en un enlace para resolver un supuesto problema con su visa. También el hijo adolescent­e de Aristegui recibió mensajes de texto engañosos, mientras la esposa de Pardinas recibió un mensaje en el que le ofrecían pruebas de que su marido tenía un amorío para tratar de hacerle abrir un enlace. Entre los supuestos espiados está también el periodista Carlos Loret de Mola.”

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