La Jornada

La escritura del riesgo

- JOSÉ CUELI

spléndido es el número de junio de la Revista de la Universida­d presentada por Guadalupe Nettel que denomina la escritura del riesgo ‘‘ exponerse en cada libro, mostrar lo más profundo y confesable de la biografía, de su locura, de sus debilidade­s, reinventar­se en cada nueva historia, romper con recursos de estilo adquiridos al pulso para lanzarse al abismo de la vanguardia”.

‘‘ Este número nació a partir de una nota fulgurante en la que Enrique Vila- Matas exhorta a sus congéneres a correr todos los riesgos de su oficio, a introducir, como pedía Michel Leiris, ‘ por lo menos una sombra de cuerno de toro en una obra literaria’. Inspirados por este texto, invita a una serie de autores de diversas generacion­es y nacionalid­ades a hablar de los peligros que enfrentan al ejercer su oficio. Como una gran coincidenc­ia, muchos de ellos recordaron el famoso prólogo que el escritor francés publicó en su autobiogra­fía: ‘De la literatura considerad­a como una tauromaqui­a’, de modo que nos pareció imposible no incluirlo.”

Lo que me recuerda la fabula ya comentada en artículos anteriores de don Quijote de la Mancha en el camino a Zaragoza desafiando lo que viniera; lo que llegó fue un tropel de toros bravos. Uno de los lanceros empezó a gritar a don Quijote: ¡Apártate, hombre del diablo, que te harán pedazos los toros! A lo que contestó: ¡Ea, canalla, para mí no hay toros bravos que valgan aunque sean los que cría Jarama en sus riberas! No tuvo tiempo don Quijote de desviarse y el tropel de toros bravos pasaron por don Quijote a pesar de que dio ‘‘zapatetas” en el aire con grandísimo contento se fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea y haciéndola detener se hincó de rodillas suplicándo­le le diese las manos para besarlas y que la recibía por su reina y señora. Para pasar a torear al toro de pitones como molinos de viento, espejos de bien torear que promovían el jaleo y las palmas, mientras hembras con peinetas granas soñaban con don Quijote, con una muerte en cada aspa del molino y un pensamient­o en cada gota de sangre alborotada y atormentad­a por el abandono. Sí don Quijote revolcado desmadejad­o toreando en el cemento por naturales entre los pitones molinos de viento.

En la misma forma Jean-Paul Sartre en su autobiogra­fía Las palabras narra siendo un adolescent­e al que el abuelo llevaba sus escritos a un periódico, la visión del escritor al recibir de críticas y amenazas de los lectores que lo hacen exclamar ‘‘hay un momento en la vida que las palabras se vuelven espadas”. O sea, escribir es actuar.

No en balde Michel Leiris fue amigo de George Bataille, de quien entre su extensa obra erótica aparece la ‘‘historia del ojo” que narra la muerte del torero Manuel Granero en la Plaza de Madrid en 1922. En un escenario particular­mente erótico. Notablemen­te traducida al español por nuestra compañera Margo Glantz. Asimismo, fue amigo inseparabl­e de Picasso y su afición desmedida a la fiesta brava. Tres dibujos magistrale­s de toros bravos dan el remate a este número de la revista de nuestra universida­d. Que incluye además un artículo de Chávez Nogales, el biógrafo de Juan Belmonte, firmada por Juan Ramón Enríquez y un ensayo de Salvador Elizondo sobre la presencia de la muerte. ¡Vamos a ver a la muerte!

Como termina Guadalupe Nettel su introducci­ón ‘‘sin importar las amenazas que le lancen, el escritor no tiene más remedio: continuar, insistir e imponer su suerte al precio de la muerte”. Coincident­emente este fin de semana pasado murió por cornada de toro en una placita de la frontera franco-española el torero vasco, Iván Fandiño. ¡Estamos en la muerte!

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