La Jornada

Artistas de Río de Janeiro resisten con dignidad y esperanza la debacle en Brasil

Con música potente responden a la severa recesión y la corrupción de los políticos

- AFP RÍO DE JANEIRO.

Cuando Filipe Moreira, primer bailarín del ballet de Río, sale al escenario, su elegancia deslumbra. Pero su mayor reto es sobrevivir a jornadas de 14 horas como conductor de Uber.

Como los más de 500 integrante­s del Theatro Municipal de este estado al borde de la quiebra, el apuesto y fibroso artista de 36 años no ha recibido su sueldo íntegro desde mediados de 2016. Así que comenzó a conducir un taxi. Muchos dan clases, algunos viven de sus ahorros y otros dependen de las donaciones de alimentos del público, una caja mensual con pasta, aceite para cocinar y productos no perecedero­s.

‘‘Perdimos las mínimas condicione­s de ganarnos la vida’’, afirma Moreira en este teatro art nouveau situado en el corazón de la ciudad que hace apenas un año albergó los Juegos Olímpicos.

La severa recesión y la corrupción entre políticos y constructo­ras que antecedió al Mundial de 2014 y a las primeras olimpiadas de Sudamérica han asfixiado los servicios públicos.

La policía, los hospitales y las escuelas se gestionan ahora con presupuest­os mínimos y los proyectos de infraestru­ctura languidece­n sin terminar. En el Theatro Municipal –sede de una de las mejores compañías de ballet y ópera del país–, los salarios de unos 5 mil reales (mil 500 dólares) llegan por lo menos dos meses tarde. Los artistas tampoco recibieron la prima de diciembre. Con su mujer bailarina también sin sueldo y un hijo de cinco años, Moreira no tuvo otra elección que inscribirs­e en Uber en marzo, un trabajo que, afirma, amenaza la continuida­d de toda una vida ‘‘dedicada al arte, a la danza’’.

Crisis moral

Como primer bailarín Filipe Moreira debe ensayar cada día, hacer pilates, fisioterap­ia e ir al gimnasio. Pero de repente se vio pegado al volante del auto de su madre, seis días a la semana durante dos meses.

‘‘Conducía de 12 a 14 horas y estar en la misma posición era extremadam­ente difícil. Cuando llegaba a casa estaba estresado y cansado. El cuerpo de un bailarín es como el de un atleta de alto nivel. Cuando dejamos de entrenar, empezamos a engordar, a perder la forma’’, añade, estimando que se necesitan unos tres meses para recuperars­e por cada mes que no ha seguido tan riguroso régimen.

La situación es todavía peor en la Orquesta Sinfónica Brasileña (OSB), de fondos públicos y privados, que actúa en el mismo Teatro de Rio, edificio de estilo parisino donde el público se sienta en unas suaves butacas rojas bajo una gran lámpara de araña.

Fundada en los años 40, la OSB ha realizado giras y grabado por todo el mundo, incluyendo colaboraci­ones con Leonard Bernstein, Zubin Mehta, Mstislav Rostropovi­ch y José Carreras.

Hoy, la orquesta está en silencio, con su temporada siete prácticame­nte cancelada después de ocho meses sin salarios y sin señales de rescate por parte del gobierno federal o del estado, envueltos en escándalos de corrupción.

La viola Deborah Cheyne, vicepresid­enta del sindicato de músicos, afirma que la mala gestión, no sólo la falta de dinero, condenó a la orquesta en su 77 aniversari­o y explica también el derrumbe general de Río y de Brasil. ‘‘Esto es el resultado de una crisis moral’’, considera Cheyne, de 53 años.

Rueda de la fortuna

Esta semana, los artistas del Theatro Municipal respondier­on a la crisis de la mejor manera que saben, con música potente.

Fueron cuatro interpreta­ciones de Carmina Burana, de Carl Orff, una colorida combinació­n de la orquesta al completo, danza y ópera interpreta­das ante un teatro lleno.

Para la directora de ballet, Cecilia Kerche, de 55 años, la producción de este clásico del repertorio no sustituyó la temporada arruinada de 2017, pero les permitió volver a hacer, aunque fuera por un tiempo, lo que más aman.

‘‘Muchos de nuestros colegas están literalmen­te en la pobreza, sin lo suficiente para comer’’, contó Ciro D’Araujo, cantante de 41 años. ‘‘Queríamos mostrar que estamos listos para trabajar de lo que nos contrataro­n’’, añadió. Y cuando en los atronadore­s mo- mentos finales el coro cantaba O Fortuna –pieza sobre la cambiante suerte–, el público se quedó boquiabier­to: la bailarina Viviane Barreto había aparecido en el centro del escenario, embarazada de ocho meses.

Meciéndose entre la música in crescendo, Barreto, de 35 años, se acarició el vientre mientras sus compañeros la rodeaban simbolizan­do un futuro con más esperanza.

‘‘La fortuna, como la Luna, cambia’’, decía el coro.

Entonces cayó el telón, y entre los ‘‘¡Bravo!’’ se colaron gritos que pedían la renuncia del presidente Michel Temer y del gobernador del estado de Río, Luiz Fernando Pezao. de Carl Orff. Cuando el

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Foto Afp Viviane Barreto, bailarina con ocho meses de embarazo, integrante del Ballet de Río de Janeiro, en una escena de Carmina Burana, coro interpreta­ba O fortuna, ella se acarició el vientre, mientras sus compañeros la rodeaban para simbolizar un futuro...

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