Se conmemoran hoy 105 años del natalicio de El Paganini mexicano
En apariencia, Juan Reynoso Portillo había nacido despojado de casi todo; sin embargo, llegó al mundo con el don de la música el 24 de junio de 1912, en Santo Domingo, Coyuca de Catalán, Guerrero, en la cuna de una familia humilde, bajo la sombra de los framboyanes y al compás de sones, gustos, valses, marchas, fox trot y pasos dobles, géneros tradicionales de la región del Río Balsas. Tocó música tradicional calentana hasta el día de su muerte, el 18 de enero de 2007, en Michoacán.
Según publicaciones como Homenaje a Juan Reynoso (Dos Tradiciones; septiembre, 2004), a los seis años, tocaba Paloma blanca y La cucaracha con un violín de juguete, a escondidas de su familia, creyendo que nadie lo oía. Pero la gente al escucharlo le hacía recomendaciones a su papá, Felipe Reynoso Betancour, para que le comprara un instrumento de verdad, porque “ese guache sí le iba a entender a la música”.
A los 10 años ya lo contrataban para fiestas familiares o políticas, y los viejos le pagaban para que les tocara sones. Aproximadamente a esa edad también se hizo discípulo de J. Isaías Salmerón, compositor y violinista considerado virtuoso de la música calentana, quien lo apodó El guachito de Santo Domingo, al notar que siempre lo seguía.
Un sonido peculiar
“De Isaías Salmerón obtuvo gran aprendizaje de la música tradicional, al grado de que alcanzó un nivel similar al de su maestro en la ejecución del violín”, destacó en entrevista, Raúl Eduardo González Hernández, especialista en literatura mexicana y música tradicional calentana.
Con su magistral estilo para tocar el violín, Juan Reynoso inspiró a los más jóvenes, quienes se acercaban a él para aprender su técnica y repertorio. Uno de sus alumnos más destacados fue don Serafín Ibarra, también músico tradicional calentano, quien preserva el legado de Reynoso.
En un afán por destacar la maestría musical de don Juan Reynoso hubo quien lo denominó El Paganini de Tierra Caliente, como forma de dimensionar su dominio en la ejecución del violín. “Aportó, en varias composiciones propias, un estilo de ejecución único. Su violín tenía un sonido muy peculiar: le daba un giro muy dulce, virtuoso y exquisito a sus melodías. También tenía mucho vigor para interpretar la música bailable: él solo lograba hacer a dos varas las dos voces del violín”, dijo González, quien en una anécdota que le narró uno de sus amigos cercanos cuando conoció a don Juan Reynoso, destaca su profesionalismo.