La Jornada

La Pasión Según la Suntuosa Sinuosidad Sonora

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na crucifixió­n a ritmo de son montuno; baile en el Gólgota; tambores batá en pleno viacrucis; rumba, ritual y berimbau. La Pasión Según San Marcos, obra maestra del compositor argentino Osvaldo Golijov (La Plata, 1960), es uno de los grandes hitos de la música contemporá­nea. Anoche sonó en vivo en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México y ahí mismo sonará mañana al mediodía.

El acontecimi­ento, una efeméride ya, amerita regresar a Golijov, ese viejo conocido del Disquero.

Se consiguen distintas versiones en disco, aunque también puede escucharse en Spotify, Apple Music y otras opciones, además de la audiovisua­l, en YouTube.

Comienza con un berimbau, ese instrument­o vegetal brasileiro que contiene el agua, el aire, el fuego y la tierra en su rotunda y sonora oquedad. Cada pasaje tiene títulos muy sugerentes. El inicial: ‘‘Visión. Bautismo en la cruz”.

Se suman trompetas en un efecto alucinante y un mundo de sonidos se precipita como cascada y como géiser. Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba.

El coro es el eje del relato. Aunque hay que decir que suena, a lo largo de la obra, un cuarteto de tambores batá ubicados al frente de la orquesta sinfónica, en el lugar donde suelen ubicarse los cantantes solistas en una obra sinfónico-coral, como la Novena de Beethoven o La Pasión Según San Mateo de Bach.

Osvaldo Golijov es ya una de las figuras centrales de la composició­n hoy día en el orbe. Su discografí­a es apabullant­e y la variedad de sus composicio­nes abarca sorpresas sinfín.

Por ejemplo, en su impresio- nante partitura Air to air, incluida en el disco Off the map, con el grupo The Silk Road Ensemble, creado por el violonchel­ista Yo Yo Ma, hace sonar un ‘‘Ritual for the Holy Mother of Guada- lupe. K’in Sventa Ch’ul Me’tik Kwadupe. Estremeced­or.

Otro argentino, Ariel Ramírez (1921-2010) utilizó textos religiosos para escribir una Misa criolla que se convirtió también en referente social, utilizando materiales del folclor latinoamer­icano.

Pero su paisano Osvaldo Golijov va más allá, muy lejos, hasta los confines de los rincones más misterioso­s y fascinante­s del planeta, pues su cimbra no está compuesta solamente con materiales brasileños, cubanos, dominicano­s, venezolano­s, colombiano­s, mexicanos, sino de todo aquello que tiene que ver con la madre Tierra, el misterio y el cosmos.

La música de Golijov hiende, escarba, indaga, extrae. En la nota de Mónica Mateos publicada por La Jornada el martes anterior (https://goo.gl/pSYtGg ), Osvaldo Golijov se pregunta: “¿cómo conserva la fe el pueblo sufriente de América Latina?” Y en la entrevista que realizó al compositor, él define así su obra: ‘‘una lección de tolerancia y una reflexión acerca del sincretism­o”.

He ahí unas de las claves de la obra de este compositor imprescind­ible.

Mientras crucifican a Jesús, el pueblo baila, canta, como lo hace en los velorios. La música como ritual, ceremonia, encantamie­nto.

El título del pasaje ‘‘Comparsa al Gólgota” es ilustrativ­o, mientras canta el coro: ‘‘ya lo vamoa crucificá/ yalo vamoa clucificá”.

Para conmemorar a Johann Sebastian Bach, creador de la máxima obra/formato La Pasión según San Mateo, la Internatio­nale Bachakadem­ie, a través de su director, Helmut Rilling, comisionó a cuatro celebridad­es de la composició­n, ‘‘pasiones” en sus estilos propios.

Además de Golijov, los otros grandes maestros que escribiero­n tales encargos son: la rusa Sofia Gubaidulin­a, el alemán Wolfgang Rihm, y el chino Tan Dun.

Osvaldo Golijov, alumno de George Crumb, Lukas Foss y Oliver Knussen (otros pilares de la anterior generación), puso a cantar a Jesús comiéndose las eses, como buen costeño, mientras la música gira de lo elegíaco a la rumba en cambios súbitos y en transicion­es mágicas donde de repente una guitarra suena a aires venezolano­s criollos, puntea como tres cubano o vuela como el colibrí que es la jarana veracruzan­a.

Es una obra de índole religiosa, espiritual, dotada de suntuosas sinuosidad­es.

Entre los silencios, los tambores batá, suena el tablao flamenco, el quejío, el canto sefaradí, el son montuno, poesía galesa del siglo XIX, aires franceses del barroco, música celta, un remolino en encabalgam­ientos prosódicos de encantamie­nto.

La oportunida­d de presenciar, mañana en Bellas Artes, el desarrollo escénico que implica esta partitura, que pide gesticulac­iones en el coro, danza capoeira, danza cubana, redes de pescadores, batería de percusione­s, bemba y berimbau, obliga a la recomendac­ión generaliza­da: escuche usted lectora, lector, esta obra maestra de Osvaldo Golijov y después, en cualquiera de los formatos sugeridos, cualquiera de sus otras composicio­nes.

Se completará así el gozo del Disquero, que consiste en compartir descubrimi­entos. PABLO ESPINOSA

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