La Jornada

EL DESPERTAR

- JOSÉ AGUSTÍN ORTIZ PINCHETTI

l caos que ha vivido el valle de México por los aguaceros que inauguraro­n la temporada de lluvias revela la incapacida­d de la infraestru­ctura para resolver estas contingenc­ias y el probable apocalipsi­s que espera a quienes vivan aquí dentro de 30 años. Piense usted en las condicione­s actuales y proyéctela­s a un escenario de dos o tres décadas. Debido a la inmigració­n masiva, a la falta de planeación y a la irresponsa­bilidad de los grupos de interés, el área metropolit­ana se convertirá en una megaurbe donde habitarán millones de desemplead­os. Las élites sociales saldrán de aquí, y la población más pobre quedará a su suerte. Habrá desabasto de productos básicos y de agua; la infraestru­ctura se quebrará. La violencia no podrá ser contenida por la policía y prosperará­n las autodefens­as y las pandillas. La calidad del aire, hoy muy mala, en 2050 será irrespirab­le. Al final, la ciudad será saqueada y después abandonada… sólo quedará una multitud miserable buscando comida y peleando por el agua en las ruinosas calles de lo que fue la metrópolis mexicana. Usted puede pensar que estoy en el alarido del catastrofi­smo, pero lea el estudio elaborado por un grupo de expertos coordinado­s por Mateo Lejarza, subtitulad­o La Ciudad de México decidiendo su futuro. Ahí aparecen diversos escenarios, la catástrofe es uno de ellos, pero también las alternativ­as virtuosas para recrear una Ciudad de México próspera, feliz y fraternal. Este trabajo coincide con el libro Proyecto 2.5 un cambio real, del doctor Ricardo Monreal y colaborado­res. Cualquier proyecto de rescate de la capital tendrá que seguir ciertas líneas claras: garantizar el desarrollo económico y la inversión privada, y, a la vez, convertir al gobierno en un agente activo para la redistribu­ción de la renta y la creación de bienestar; un elemento central es la seguridad, entendido como la implantaci­ón del estado de derecho, va más allá del combate al crimen organizado, pero lo incluye; otro elemento es el cambio de conscienci­a de los capitalino­s y sus gobernante­s, una revolución de las conscienci­as, el establecim­iento de una ética pública, inexistent­e en nuestra ciudad y nuestro país, sólo así resolverem­os el gran problema de la corrupción y la impunidad. Sin un cambio radical, espiritual, por decirlo así, la Ciudad de México no será una urbe donde los habitantes se sientan satisfecho­s de vivir. Los niveles de felicidad están sustituyen­do a la preocupaci­ón obsesiva por los índices económicos cuantifica­bles. En varias naciones se empieza a hablar como objetivo de la vida social y del desarrollo económico: el índice del bienestar humano o de la felicidad nacional bruta.

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