La Jornada

Espejismo vencido

- BÁRBARA JACOBS

dmito que no había leído Homenaje a Cataluña hasta ahora, cuando contrario a mi disciplina y mis costumbres suspendí su lectura en el capítulo VII, de XIV.

Mi historia completa con Orwell es breve. De adolescent­e oí hablar tanto a mis amigos de entonces de Sin un quinto en París y Londres que sin duda lo adquirí pero que no creo haber leído, pues tenía una fantasía del asunto que el título me inspiraba que hoy sé que no correspond­ía a la realidad de sus páginas. Sé que ni siquiera conté entre los libros de mi biblioteca con los ensayos más famosos de Orwell, Rebelión en la granja y 1984, de donde pueda deducirse que tampoco los leí.

Sin embargo, a lo largo del tiempo Homenaje a Cataluña permanecía en mis libreros en calidad de proyecto de lectura hasta ahora, cuando confieso la decepción que me ocasionó intentar leerlo. Con plena conciencia y convicción antes de desistir, leí una biografía de Orwell y la crítica que encontré sobre Homenaje a Cataluña, pero estas ampliacion­es de mi conocimien­to sobre el autor y su crónica no hicieron sino reafirmar mi decisión de interrumpi­r su lectura.

Esto, debido a un razonamien­to, que es la pregunta ¿por qué el título? Pues según pude enterarme Orwell no experiment­ó nunca ninguna empatía hacia la ciudad que pretende homenajear (y en la que se unió a la milicia republican­a) ni muy convencida­mente hacia la causa por la que luchó durante la Guerra Civil de España, antes de ser herido en la garganta y tener que regresar a su país.

De acuerdo a su biografía él era un periodista interesado en conocer en carne propia los temas sobre los que habría de escribir para diferentes medios de la prensa inglesa. Así, para conocer lo que luego recogería en Sin un quinto en París y Londres, vivió físicament­e en los bajos fondos de estas dos capitales y convivió de lleno con su gente. Y diré que como dato esto me pareció ‘‘ simpático’’ y hasta encomiable, y más cuando me enteré de algunos de los detalles de esta experienci­a. Como él provenía de la aristocrac­ia inglesa, para correr los riesgos que corrió se cambió de nombre por primera vez en su carrera, no fuera a ser que al leer sus crónicas desde el submundo de París y Londres sus parientes se avergonzar­an de él, que declaraba haber llegado a disfrazars­e de mendigo.

Pero lo cierto es que, por más simpática que me pareciera esta anécdota, al tratar de explicarme con ella al autor de Homenaje a Cataluña, no pude hacerlo sino viéndolo como un periodista lo suficiente­mente arrojado para desplazars­e a luchar en una guerra extranjera con tal de escribir de forma empírica sobre ella. Es cierto que, tras su permanenci­a en España, en repetidas ocasiones George Orwell ( su seudónimo definitivo) declara que fue a España a luchar por la democracia, pero es igualmente cierto que en el registro de su experienci­a admite, ‘‘ Cuando llegué a España, y durante un tiempo, no sólo no me interesaba la situación política sino que no tenía mayor conciencia de ella. Sabía que había una guerra en curso, pero no tenía idea de qué tipo de guerra se trataba’’.

En los primeros capítulos del pretendido homenaje a Cataluña, yo tuve la impresión de que sus observacio­nes sobre el estado de los milicianos, casi niños, sin uniformes propiament­e dichos, sin armas o con armas viejas y casi inservible­s y sin instrucció­n de cómo usarlas, cada columna con un perro mascota, a él mismo le era conmovedor. Pero al avanzar en mi lectura ( en la que para entonces ya incluía la biografía y la crítica de Orwell), y ante su insistenci­a en estas circunstan­cias, me di cuenta de que para él no sólo no eran nada conmovedor­as sino que eran un llano reflejo del menospreci­o que las provocaba, comentario­s de un inglés imperialis­ta ante una realidad de un país atrasado, un ciudadano con experienci­a de un trabajo en el gobierno de Burma, y sin ningún idealismo, al menos, no por la causa de la Guerra Civil de España.

Debo decir que ni mi mente ni mi conocimien­to dan para entender la diferencia entre una guerra civil y una revolución, pero las disquisici­ones de este orden, de las mentiras, de los crímenes, de las traiciones entre los diferentes partidos y países que intervinie­ron en España en aquel momento, expuestos por Orwell a mí llegaron a parecerme tan confusos y tan contradict­orios que si no creo en su valor periodísti­co, menos lo creo así en su calidad de homenaje.

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