La Jornada

El padre de la novia

MAR DE HISTORIAS

- CRISTINA PACHECO

codada en la mesa de la cocina, Mayra –una joven vestida de negro, con anillos en la nariz y hombros tatuados– hojea un álbum de fotografía­s. A muy corta distancia, Irene –madura, bajita, sin maquillaje– saca del gabinete un juego de copas y las mira una a una a trasluz.

Irene: Priscila ya no tarda en llegar. Te pido de favor que terminando el concierto se vengan derechito para acá. Mientras mi hija no llega no puedo dormir.

Mayra: Sí, sí, no se preocupe. (Señala una foto.) Y estos, ¿quiénes son?

Irene ( acercándos­e): Mi primo Julio y Daniel, mi vecino. Cantaba en la iglesia en donde me casé. Tenía una voz preciosa. Espero que la haya conservado. Hace muchos años se fue a Orlando.

Mayra: ¿Por qué?

Irene: Por seguir a alguien: otro hombre. Eso se decía, pero no me consta.

II

Irene escucha la risa de Mayra y se aproxima a la mesa en donde la amiga de su hija continúa mirando el álbum fotográfic­o.

Irene: ¿Qué estás viendo que te hace reír tanto?

Mayra: A este tipo. (Inclinándo­se más sobre la imagen donde un hombre aparece al lado de Irene.) Trae chueca la corbata y el traje le queda inmenso. ¡Parece payaso!

Irene (apropiándo­se del álbum): No parece, era payaso.

Mayra: ¿Y por qué fue a su boda?

Irene: Porque ese tipo, como le dices, era mi padre; bueno, sigue siéndolo aunque ya no viva.

Mayra: Priscila nunca me ha dicho que su abuelo trabajara de eso. Déjeme ver más fotos.

Irene: ¿Para seguir burlándote de mi padre?

Mayra: No. Discúlpeme, no sabía... ¿Vive?

Irene: No. Va para 19 años que murió, dos después de que nació Priscila. (Apoyada en la mesa.) Las personas que lo conocieron aún lo recuerdan y lo extrañan. Mayra: ¿Y usted? Irene: Muchísimo. (Emocionada.) Me encantaba ayudarlo a vestirse y a maquillars­e de payaso. Él me enseñó cómo hacerlo.

Mayra: Su padre, ¿actuaba en algún circo?

Irene: Sí, pero cuando ce- rraron el “Camarena” no quiso presentars­e en ningún otro y empezó a trabajar en las plazas, en los mercados o en plena calle. (Luego de una pausa.) Ahora me doy cuenta de que fui muy estúpida.

Mayra: No la entiendo.

III

Irene: Cuando él iba por el rumbo de mi escuela y mis compañeros lo veían, me avergonzab­a porque además casi siempre iba borracho. El día de mi boda también; pero antes de la ceremonia desapareci­ó como una semana.

Mayra: ¿Él no estaba de acuerdo con que se casara?

Irene: Sí, ¡cómo no! Hubo petición de mano y todo. A pesar de que Marco no le simpatizab­a, aceptó nuestro matrimonio.

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