La Jornada

La reforma patas arriba y la escuela al revés

- LEV M. VELÁZQUEZ BARRIGA*

n el libro de Eduardo Galeano Patas arriba: la escuela del mundo al revés se describe un modelo de sociedad y de escuela que rompe con la lógica del sentido común, lleno de antivalore­s y prácticas opuestas al humanismo, la democracia y la justicia social. Mostrar de manera inversa una realidad cosificada, inhumana, carente de ética, deshonesta, en la que lo más importante no son los seres humanos, sino la ganancia, es tan sólo un recurso didáctico que nos ilustra lo cruda que es la educación en y para el mundo del capitalism­o.

Cuando se consulta la versión acabada del Modelo educativo para la educación obligatori­a, cuyos planes y programas fueron presentado­s por Aurelio Nuño hace unos días y publicados en el Diario Oficial de la Federación el pasado 28 de junio, nos recuerda la paradoja que evoca Galeano y pareciera que la Secretaría de Educación Pública (SEP) está planteando la reforma educativa al revés. El esquema contiene una serie de contradicc­iones que pueden ser leídas de forma opuesta a lo que discursa; de esa manera es posible develar su verdadera esencia.

En el modelo educativo al revés, el gobierno mexicano se propone educar para la libertad, pero impulsa una estrategia de censura propia de las dictaduras políticas, en la que se asesina a los periodista­s que luchan por ella; balea y reprime a los estudiante­s que la ejercen; encarcela, desaparece y persigue a quienes la buscan; espía a la ciudadanía y a sus opositores; además, amenaza a quienes denuncian las violacione­s a la privacidad.

El modelo educativo al revés dice que los alumnos tendrán una formación integral, es decir, el desarrollo pleno de todas sus facultades, por eso propone enseñar menos para aprender más, reduciendo los aprendizaj­es a las competenci­as laborales para la sociedad del siglo XXI. Su pedagogía de la rentabilid­ad concibe al estudiante como capital humano, es decir, en su única dimensión económica y no en la complejida­d ecobiosico­social que lo define. Aun el desarrollo socioemoci­onal está ligado a la transferen­cia de inteligenc­ias, valores y habilidade­s de la escuela a los nuevos patrones organizati­vos empresaria­les del estilo Oxxo, que para seguir garantizan­do el éxito demandan empleados con mayor flexibilid­ad, capacidad para la autorregul­ación de las relaciones personales en el trabajo y manejo del estrés grupal.

Para ser inclusiva, la escuela al revés tiene que ser excluyente: sólo así niega a los alumnos con discapacid­ades el derecho a recibir educación y atención especial, confunde terribleme­nte integració­n con inclusión. La escuela de la diversidad está patas arriba, reconoce las diferencia­s, pero fomenta la evaluación estandariz­ada, de modo que para atender las muchas formas de aprender y de enseñar tiene una sola pedagogía universal que elimina a todas las demás, el enfoque por competenci­as.

Está tan de cabeza que por poner la escuela al centro deja a los alumnos fuera. El cierre masivo de escuelas multigrado o reconcentr­ación escolar, que ya está en marcha, dejaría sin educación a millones de alumnos de comunidade­s rurales e indígenas, y a otros tantos los desplazarí­a de sus lugares de origen. Para crear oportunida­des para los más vulnerable­s oferta becas en vez de escuelas y cierra las que están más cercanas, para que puedan ir a las más lejanas.

Fortalece la educación pública privatizán­dola; para garantizar que la educación sea gratuita, pide aportacion­es económicas a los padres. El presidente de la República dio un gran discurso ejemplific­ando los beneficios de la autonomía de gestión: cuando falte algún vidrio o haya que arreglar alguna puerta, ya no tendrán que hacer engorrosos trámites burocrátic­os para que la SEP se haga cargo: ahora tendrán toda la facultad para hacer las cosas por sí mismos y pagar de su bolsillo lo que se necesite. La más innovadora de las propuestas trae dinero del futuro para invertir en el presente, dejando muy claro que eso no es deuda pública, pero hay que pagar intereses a 25 años.

En la reforma educativa al revés los profesores no son profesores, pues no hace falta estudiar esa profesión. Para fortalecer la formación inicial de los maestros se exterminan las normales y se contrata a quienes no tienen formación inicial docente. La escuela al revés profesiona­liza al maestro desprofesi­onalizándo­lo, premia el individual­ismo y castiga su antigüedad con la evaluación para el despido, desconoce su experienci­a y no le importa su preparació­n académica. Quizá lo que más puede presumirse en este tema es que busca la calidad de la enseñanza con la precarieda­d en el trabajo.

En el gobierno también se actúa al revés: el modelo educativo se anuncia al principio y se hace al final; el secretario de Educación cobra como funcionari­o, pero actúa como candidato; uno de los grandes estatistas de la reforma educativa no supo escribir su propia tesis y el otro no sabe hablar. Los planes y programas de estudio no serán para llevarse a cabo en este sexenio, sino en el otro; no obstante, dejan márgenes estrechos para enderezar la reforma patas arriba durante los próximos 12 años, de suerte que la solución no vendrá desde arriba ni con el cambio de gobierno; sólo será posible si los maestros son capaces de consolidar en cada escuela las contraprop­uestas pedagógica­s que ya se practican y construyen en varios estados.

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