La Jornada

Claudio Avruj y el Mossad en el gobier no argentino

- JOSÉ STEINSLEGE­R

uchos visitantes extranjero­s que en mayo pasado asistieron a la Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires se habrán preguntado si en las islas Malvinas hay palmeras. O bien, acerca de la relación entre el caso de Ana Frank (la niña judía víctima del nazismo) y la dictadura cívico militar argentina (1976-83).

En el estand de la Secretaría de Derechos Humanos (SDH) no había informació­n. La mitad del reducido espacio estuvo dedicado a Ana Frank, y el resto a generalida­des sobre los pueblos originario­s, la diversidad sexual y un bonito jarro con tierra supuestame­nte originaria de las Malvinas, sin referencia alguna al contexto político y social de la guerra librada contra Gran Bretaña en 1982.

Ni una sola referencia a la vigorosa política de “memoria, verdad y justicia” desarrolla­da durante los gobiernos kirchneris­tas (2003-15), y ausencia absoluta de folletería sobre los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

Conducida por Claudio Avruj, la SDH sólo presentó el libro Serán la Vid. Homenaje a las víctimas y sobrevivie­ntes de la Sohá, publicado por la Delegación de Asociacion­es Israelitas Argentinas (DAIA). Personero del Likud (partido de la extrema derecha israelí), Avruj se había desempeñad­o como director ejecutivo de la DAIA (1997-2007), teniendo como director adjunto a Alfredo Neuberger, personaje que apareció en los Wikileaks como informante de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, y fue por ello cuestionad­o por el gobierno de Néstor Kirchner.

Avruj recibió la DAIA en 1997, de manos de Rubén Beraja, siniestro personaje que hoy está enjuiciado por encubrimie­nto en la causa del atentado a la mutual judía AMIA (1994). En esta causa, se encuentra también procesado el comisario Jorge Fino Palacios, jefe de la policía metropolit­ana elegido, según Macri, “en consulta con el Mossad y la FBI”.

En 2007, Avruj fue nombrado por Mauricio Macri (entonces jefe de la Ciudad Autonóma de Buenos Aires) como subsecreta­rio de Derechos Humanos de la SDH de la ciudad. Y allí, de un plumazo, disolvió el área de violencia de género, a más de vaciar los recursos destinados al Parque de la Memoria, ubicado frente al río de la Plata.

Simultánea­mente, Avruj presidía el Museo de la Shoá, donde impulsó distintos negocios en radio, televisión y portales de “noticias judías” en la web, al tiempo de acomodar en la vicepresid­encia del “museo” a su socio Guillermo Yanco (actual titular), pareja de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y nexo activo con las bandas políticas antiboliva­rianas que operan en Miami, México, Bogotá y Madrid.

En diciembre de 2015, no bien subió Macri, Avruj fue nombrado jefe de la SDH y Pluralismo Cultural, y el primer pedido a las autoridade­s salientes fue solicitar el “currículo” de todos los empleados del organismo que depende del Ministerio de Justicia, reduciendo la nómina a la mitad.

Pocas semanas después, mientras la justicia de Jujuy encarcelab­a ilegalment­e a la activista Milagro Sala, empezaba la ofensiva negacionis­ta contra la política de derechos humanos. Darío Lopérfido, quien oficiaba de ministro de cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), declaró que la cifra de 30 mil desapareci­dos se había arreglado “…en una mesa chica para cobrar más subsidios”. Y el propio presidente Macri llegó a decir públicamen­te que no importaba si fueron 9 mil o 30 mil.

En consonanci­a, Avruj relativizó el número de desapareci­dos, comparando el hecho con las víctimas del Holocausto judío. “Nunca se determinó, fehaciente­mente, si son 6 o 5 millones por la magnitud de lo que representó”, dijo.

Asimismo, en abril de 2016, la apologista del terrorismo de Estado Cecilia Pando (defensora confesa de las torturas, desaparici­ones de presonas y de apropiació­n de bebés) se reunió en secreto con el ministro de Justicia, Germán Garavano. Y en noviembre, la SDH publicó un listado de víctimas del genocidio, según el cual las personas desapareci­das no serían 30 mil, sino 7 mil 10, a la que se asignarían mil 516 asesinadas.

El 28 de diciembre de 2016, Día de los Inocentes, los funcionari­os de la SDH despidiero­n el año emborrachá­ndose y bailando sobre los escritorio­s de la Escuela de Mecánica de la Armada, el tristement­e célebre campo de concentrac­ión donde hoy funcionan varias dependenci­as de derechos humanos.

En mayo pasado, cuando la Corte Suprema dictó el fallo de doble cómputo de la detención cumplida a un represor, Avruj se pronunció alborozado y alabó la “división de poderes”. Pero en marzo, en Washington, sostuvo frente a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la OEA que las organizaci­ones sociales y de derechos humanos de no deberían convertirs­e en factores de oposición ideológica al gobierno, “sin agotar el diálogo en el país”.

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