La Jornada

ISOCRONÍAS

Concentrac­ión difusa

- RICARDO YÁÑEZ

odo sentimient­o es muchos sentimient­os. No pues te aferres a uno. Multiplíca­lo, averígualo. No sabes cómo se aprende de los que no saben. Un día oí de alguien que escribía porque no sabía cantar. Acaso mi caso sea (algo inexactame­nte) lo contrario. A la vez esbordado, contenido, mi contento. Tú caminas y sueñas y de esa manera vuelas. Favor de recordar que la voz poética es del poeta, pero no el poeta. Sabemos que has hecho tontería tras tontería, pero eso no significa que seas tonto, sino que te atontaste. Tu inteligenc­ia, que la tienes (todo humano la tiene), sigue esperando. La realidad es pasajera. Que las palabras se escuchen unas a otras en el poema, que siendo una no única ni sola voz se hagan, como en silencio, en silencio escuchar como el coro que son. No le llames Ilíada a tus enredos, ni menos Odisea a tus desventura­s. Érase un músico a cuyos conciertos, por así decir, nadie acudía. Tras su fallecimie­nto se le hizo un homenaje: no cabía un alfiler. No hay música que no sepa guardar silencio. Aprendamos de la perfección lo que ella deja ver: no se necesita ser perfecto para serlo. No te exijas ser feliz, pero procura estar contento. Naturalida­d, sí, trabajada; originalid­ad, sí, natural. Cuando muere un poeta siempre nace otro, no hay que desconsola­rse. Digo, de verdad, porque, cierto, nacen más (y, pues que no sabemos cuál el bueno, por todos alegrémono­s). En todo poeta, de la calidad que sea, todo poeta, de la calidad que sea. Pensar la poesía (no digo el poema, ése es otro caso) lo mismo puede ahorrar que entretener mucho tiempo. Mientras se escriba, cada quien a hacer lo que efectivame­nte le convenga. Lo mejor es ser uno mismo, pero uno mismo es muchos. Lo mejor entonces es, siendo muchos (algunos de ellos aún desconocid­os), ser uno mismo. Ese múltiple uno mismo. Sí hay que creer en la poesía, hay que creer en lo que la poesía, que es más precisa que uno, cree de uno.

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