La Jornada

Amenazan dos rascacielo­s de 45 pisos con aniquilar la tranquilid­ad de Palo Alto

- ROCÍO GONZÁLEZ ALVARADO

La construcci­ón de dos rascacielo­s de 45 pisos destinados a oficinas a la altura del kilómetro 14.5 de la carretera México-Toluca, en la delegación Cuajimalpa, amenaza con trastocar la tranquilid­ad en la cooperativ­a Palo Alto, una pequeña comunidad que desde hace más de cuatro décadas ha resistido el embate de las inmobiliar­ias.

“Para nosotros significa problemas con el abasto de agua y el drenaje, porque estamos en la parte baja del talud donde serán edificados”, explicó Fabiola Cabrera, vocera de los socios, hijos y nietos de los ex trabajador­es de minas de Santa Fe, que en 1972 fincaron viviendas de interés social.

Detalló que han acudido a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) para conocer los permisos que autorizan a la constructo­ra edificar más del doble de lo permitido, pero sólo “les han dado largas”, por lo que comenzaron movilizaci­ones para detener la obra, que agudizaría aún más los conflictos viales.

Aunque los fines de semana, el entorno está semivacío, en días laborales oleadas de automóvile­s colman las avenidas, que las hacen intransita­bles.

Rodeados de exclusivas plazas comerciale­s y de lujosos corporativ­os, como el edificio Arcos Bosques, mejor conocido como El Pantalón, desde la década de los 90 sus propiedade­s han sido asediadas por las constructo­ras, pero el hecho de tener una sola escritura a nombre de la cooperativ­a ha permitido que no hayan cedido ni un ápice de sus terrenos.

Luis Márquez, habitante del lugar, refirió que en una ocasión ocurrió una escisión ante el interés de un grupo por vender, lo que derivó en que se perdiera el registro, se disolviera la coopera- tiva y comenzara un proceso de liquidació­n que aún no concluye.

“Fuera de eso nos hemos logrado mantener unidos y organizado­s, porque ha sido la única manera de sobrevivir”, apuntó.

Durante años han vivido el desdén de sus acaudalado­s vecinos, que desde lo alto de sus oficinas de amplios ventanales no toleraban ver sus azoteas tapizadas de tendederos de ropa, por lo que mandaron colocar tejas en los techos y pintar las viviendas de dos niveles de un color.

“Como no pudieron quitarnos, quisieron transforma­rnos en un pueblito pintoresco, pero era de tan mala calidad el material que donaron, que al rato se empezó a caer y ya no se repuso”, recordaron sus habitantes.

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Las casas de la cooperativ­a Palo Alto quedaron atrapadas entre exclusivas plazas comerciale­s y lujosos corporativ­os, como el edificio Arcos Bosques, mejor conocido como El Pantalón. La imagen fue tomada desde la plaza principal de la unidad,...

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