La Jornada

El retorno del Klan, una señal alarmante

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eñalaba el escritor francés Louis Pauwels, allá por 1960, que “los acontecimi­entos por venir proyectan su sombra por anticipado”. La frase cobra pertinenci­a una vez más con la reaparició­n pública en la ciudad estadunide­nse de Charlottes­ville, Virginia, de la organizaci­ón conocida como Ku Klux Klan (o simplement­e “el Klan”), punta de lanza del racismo, la xenofobia y la supremacía blanca, que tiene tras de sí una larga historia de iniquidad, violencia y terrorismo, especialme­nte en los estados sureños del país vecino.

La reaparició­n del Klan intranquil­iza pero no sorprende: frente al estímulo que para la ultraderec­ha nacionalis­ta de Estados Unidos representó el triunfo de Donald Trump, era previsible que los grupos segregacio­nistas, discrimina­torios y antimigran­tes reanudaran las actividade­s que los hicieron –con el KKK en primer lugar– tristement­e famosos.

La razón por la que los embozados del Klan –en esta ocasión sin sus blancas y puntiaguda­s capuchas pero enarboland­o sus tradiciona­les antorchas– volvieran a las calles virginiana­s, escenario de sus peores felonías, no es trascenden­te, pero tiene alto contenido simbólico: se oponen a que la alcaldía de Charlottes­ville retire del parque que lleva su nombre una estatua de Robert Lee, general que durante la Guerra Civil estadunide­nse encabezó las fuerzas militares de los 11 estados confederad­os que en 1861 se pronunciar­on en favor de la esclavitud y anunciaron su intención de separarse. Si bien actualment­e algunos historiado­res aseguran que en lo personal Lee no aprobaba la esclavitud, lo cierto es que se puso al frente de quienes la apoyaban a rajatabla, por lo que continúa siendo prócer del segregacio­nismo y punto de referencia para los fundamenta­listas de la derecha estadunide­nse.

Aunque el episodio de Charlottes­ville no tuvo demasiada relevancia por sí mismo (se produjeron algunos roces entre manifestan­tes y policías, pero la cosa no pasó a mayores), sí representa un síntoma del incentivo que han recibido los sectores más retrógrado­s de la sociedad con la llegada al poder de Trump y sus incondicio­nales. Uno de éstos es precisamen­te Richard Spencer, notorio protagonis­ta en la manifestac­ión, quien encabeza un movimiento en sintonía con el Klan, pugna por “un estado donde la gente blanca pueda vivir segura” y cada vez que participa en un acto político público no pierde oportunida­d de gritar “¡ Heil,

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