¿LA FIESTA
El yo acuso de Ricardo Frausto al sistema mexicano
l espectáculo taurino se promueve de una manera tan torpe y descoordinada –¿desde siempre, hace décadas?– que los jóvenes metidos a toreros, además de afición, valor, inteligencia, personalidad y otras características, deben poseer toneladas de paciencia y de espera, aunque las oportunidades se nieguen, no obstante las reiteradas aptitudes que algunos de ellos demuestran frente al toro. El empresariado taurino, algo menos en España, opera por capricho, amiguismo, mangoneos e intereses extrataurinos más que por rigor de resultados, nivel de desempeño, imán de taquilla y oferta de espectáculo, trátese de figuras o de modestos. Rabia y resentimiento ocupan entonces el lugar que correspondería a la competencia equitativa y a un trato elementalmente justo acorde con las cualidades mostradas. A los públicos no les queda más opción que dejar de ir a las plazas, mientras gremios, crítica y autoridades se someten al poderoso en turno. “Lo he meditado desde hace algunos meses; ha sido difícil, pero he tomado la decisión: me voy del toreo, no por falta de afición, de valor o de facultades; me voy porque las grandes empresas no me dejan entrar”, señaló en un comunicado insólito el matador de Aguascalientes Ricardo Frausto, con 26 años de edad y tres años siete meses de alternativa. “…las principales empresas taurinas del país –agregó Frausto–, a pesar de mis constantes triunfos como novillero y después como matador, no han querido tomarme en cuenta: desconozco la