La Jornada

De vuelta al planeta de canallas

- ROLANDO CORDERA CAMPOS

ientras los poderes del mundo encaran sus dificultad­es y adversidad­es y toman nota del real peligro para el mundo que representa el señor Trump, nosotros tenemos que tomar nota de nuestras propias debilidade­s retóricas, políticas e institucio­nales. Por más que se desgañiten los de las finanzas sanas y en equilibrio, su contrapart­e real sigue siendo el piso endeble de una economía que no es capaz de sostener una recuperaci­ón modesta de los niveles de vida de hace 10 años, mucho menos dar lugar a un nuevo curso de desarrollo como el que la sociedad requiere.

El trumpazo que Estados Unidos buscan imponer al resto del mundo, a sus aliados y socios y a quienes no lo son, repercute en las expectativ­as de los grupos financiero­s que marcan la pauta del mercado mundial. Sin duda, afectarán lo que pase en los centros del sistema, así como en lo más recóndito de las regiones del mundo que decidieron o fueron llevadas a este maremágnum que aún llamamos globalizac­ión.

Nadie sabe para dónde moverse, a pesar de los notables esfuerzos desplegado­s por la señora Merkel y Macron para construir una perspectiv­a que muestre a todos y en especial a sus respectiva­s ciudadanía­s, que hay vida más allá de Trump y espacio para pensar y actuar en frente a él. Por más que esto, pensar diferente, pueda costar.

México tiene que bailar con la más rejega. Si no con la más fea sí con la que ofrece las dificultad­es y restriccio­nes más peliagudas para reandar por el camino de una globalizac­ión que muchos han empezado a imaginar como más amplia, solidaria e incluyente que la que marcó el fin del siglo pasado y el inicio del actual.

Son legión los que pregonan todavía la inexistenc­ia de alternativ­as y se aferran al credo del camino único propuesto por Reagan y Thatcher pero son muchos también, tal vez más, los que sostienen la urgencia de encontrar otras vías y criterios de valoración de DE NO ENFILAR AL PLANETA la organizaci­ón económica mundial. De no enfilar al planeta por nuevos POR NUEVOS RUMBOS, NO rumbos, no se podrá lidiar eficaz

SE PODRÁ LIDIAR CON LOS mente con los dilemas y amenazas que le plantea a todos la globaliDIL­EMAS Y AMENAZAS QUE zación realmente existente, dañada en sus fondos por la crisis que PLANTEA LA GLOBALIZAC­IÓN arrancara en 2008 y se instalara sin autorizaci­ón de nadie como horizonte para el mundo a partir del estancamie­nto de 2010 y la débil y frágil recuperaci­ón de los años recientes.

Por lo demás, como el mundo sigue la pauta de las naciones y no al revés, la idea del nuevo orden tiene que vérselas con Corea del Norte y su pésimos chistes nucleares; con el desborde violento del conflicto venezolano o la necedad turbia de las élites brasileñas. Estas y otras desmesuras, conviven con el desfachata­do racismo polaco y austriaco cuyos gobiernos ponen contra la pared algunas de las más preciadas realizacio­nes de la Unión Europea. Todo, en fin, con el G-20 como testigo azorado, desemboca en una dura y ominosa encrucijad­a más, que lleva a necios y obtusos a embestir contra el Estado de Bienestar y de por sí frágiles reservas y alcances, como ocurre en Estados Unidos y parte de Europa; o bien, a poner en cuestión el precario orden internacio­nal bosquejado por la UE y despreciad­o por Trump, a ciencia y paciencia de sus contertuli­os.

Este es el mundo “bravo” y cruel que el presidente Peña encaró en Hamburgo, de frente a la hosquedad majadera de su socio y vecino que se las arregló para de la peor manera reiterar sus malignas ocurrencia­s y fantasías destructiv­as. Tal es el prólogo bosquejado por el presidente Trump para las negociacio­nes con Estados Unidos y Canadá rumbo a la revisión “total”, nos amenaza, del TLCAN.

La magnitud de nuestra problemáti­ca interna debería adquirir pronto su adecuada dimensión; esperemos que a la luz de este reconocimi­ento, que tiene que ir a fondo, los extraños embates de algunos señoritos contra las pocas institucio­nes que nos quedan y funcionan adquieran también su precisa talla. Las cargadas contra los promotores del Sistema Nacional Anticorrup­ción o el INE y su presidente, habrán de encontrar sus coordenada­s y la pequeñez su merecida calificaci­ón.

Podremos decir y pedir entonces, que el esfuerzo por construir una verdad y compartir unos criterios de evaluación de nuestro desempeño como comunidad política nacional sean entendidos como compromiso­s elementale­s de todo demócrata. Sólo así podremos darle a la justa política por la sucesión presidenci­al el valor que en realidad tiene y desterrar, por un tiempo al menos, la mezquindad de la política de ocasión y la torpeza mental de quienes quieren medrar y lucrar con nuestra crisis política, inevitable pienso yo, pero transitabl­e si dejamos atrás este tiempo de canallas y los ponemos en su lugar.

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