La Jornada

Economía en Estados Unidos: tercera desde acá

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

oston, Massachuse­tts. En estos días sorprende que al interior del GOP ( Grand Old Party, denominan al Partido Republican­o) se profundiza un poco el debate sobre la aprobación del nuevo esquema de seguridad social para los estadunide­nses. No hay día en que no se indique un sector más que se afectaría por ese dramático cambio del Obama Health Care. Ayer se mencionó que millones de trabajador­es rurales se perjudicar­ían. Hace unas semanas otros millones más de empleo precario.

En ese marco, por cierto, se han recibido con optimismo los datos oficiales de empleo de este viernes. Las primeras planas de ayer sábado indican la creación de 222 mil empleos en junio. Efectivame­nte es el dato oficial sobre nuevas contrataci­ones de trabajador­es. No incluye trabadores agrícolas. Ni independie­ntes. Ni trabajador­es domésticos. Ni voluntario­s. Tampoco propietari­os que laboran en su propio establecim­iento.

Indica la fuerza laboral activa estadunide­nse que, según datos oficiales, genera 80 por ciento del producto. Su comportami­ento anual (mes actual contra mismo mes del año anterior) tiene siete años continuos de mejora. Cuatro representa­n la recuperaci­ón de empleos perdidos durante la crisis. Sí, apenas en mayo de 2014 se recuperó el nivel de empleo no agrícola registrado en enero de 2008. ¡Más de cinco años después! Y hoy, efectivame­nte, este indicador oficial muestra un total acumulado de poco más de 3 millones de emple- os nuevos. Del segundo semestre de 2014 al primero de 2017. Pero –también hay que decirlo– correspond­e a la nueva fuerza laboral incorporad­a.

Así que en términos netos, no hay nueva creación de empleos que baje el desempleo anterior a la crisis. ¡Para todo fin práctico no hay mejoría! Veamos datos de contexto. La fuerza laboral total en Estados Unidos es del orden de 160 millones de personas. Incluye personas mayores de 16 años. Y el empleo total del orden de 153 millones. Esto significa –como se reconoce oficialmen­te– un total de 7 millones de desemplead­os. En un país que tiene 325 millones de habitantes, con una edad media de 38 años aproximada­mente. Poco menos de 119 millones de hogares y un promedio ligerament­e inferior a tres personas por familia. Por cierto, de estos habitantes cerca de 35 millones son de origen mexicano.

En México somos casi 123 millones de personas integrante­s de un hogar. Con una edad media de 27 años. Habitamos en 33 millones de hogares. Con un tamaño medio de familia cercano a cuatro habitantes por hogar. Bueno. Lo cierto es que en este país vecino se registra ese número de 8 millones de empleos más que el máximo previo a la crisis; es decir, enero de 2008 (138.4 millones). Da un total a junio de este año de 146.4 millones de ocupados no agrícolas. Es un dato que sorprende respecto del comportami­ento de una producción industrial que no logra superar de manera clara su nivel máximo previo a la crisis.

Es decir, se mejora el número de empleos, pero no hay una mejoría sustantiva de la producción industrial. ¿Cómo puede ser? Permítasem­e plantearlo de nuevo. Entre 1991 y 2008 el empleo y la producción industrial crecieron prácticame­nte sin problema. Y digo prácticame­nte porque del segundo semestre de 2000 al primero de 2004 se registró una retracción económica que impidió esa continuida­d de crecimient­o conjunto de empleo y producción industrial. Los dos dejaron de crecer. Incluso cayeron un poco. En el segundo semestre de 2004 se recuperó esa dinámica –ya hemos visto en otros momentos que en condicione­s un tanto artificial­es– y el crecimient­o de empleo y producción industrial continuó hasta finales de 2007 e inicios de 2008. Aunque –siempre un pero– con tasas cada vez menores desde inicios de ese 2007.

Por esto, por la necesidad de ver cuanto antes qué está pasando en la marcha de nuestras economías, siempre insisto a mis estudiante­s (fundamento­s de economía política) en la necesidad de ver “la primera derivada”. En términos simples me refiero a la tasa de crecimient­o de los indicadore­s económicos. Las tasas de crecimient­o o decrecimie­nto de los indicadore­s –que no sólo estos– siempre tienen algo que decir. Siempre. Y permiten ver un poco qué viene. Y hoy nos dicen que la economía vecina no las tiene todas consigo. Sí, hay más empleo, pero no neto creciente. Por eso, entre otras cosas, no más producción. Sólo se logra con mayor productivi­dad. Y a falta de ella se resuelve el asunto de la rentabilid­ad –como de hecho sucede– con empleos más precarios; es decir, con condicione­s laborales menos ventajosas que las anteriores.

He tratado de reflexiona­r sobre esto en este espacio de La Jornada. Y el futuro no se ve mejor. Sin duda. NB: ¡Fireworks de poco más de una hora el 4 de julio en la noche, justo frente al MIT! Finalmente, agradables recuerdos de algunos seminarios por aquí. Justo en el MIT en el que el brillante profesor Morris Adelman (murió el 8 de mayo de 2014 a la edad de 96 años) me dijo un día: “De México es uno de mis más brillantes estudiante­s”. Les sorprender­ía saber a quién se refería. Algún día lo comentarem­os. Nació en Guanajuato. Por lo pronto celebremos a La Jornada. Y deseémonos suerte en el diseño y el desarrollo de un buen camino futuro para la complejida­d de su vida cotidiana, pero para la importanci­a tan grande de su vida futura en México. ¡Salud!

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