La Jornada

Sistema y reforma educativos generan sólo frustració­n y enojo: jóvenes maestros

En dos años han sido evaluados cuatro veces, se quejan

- LAURA POY SOLANO LAURA POY

Estudiante­s de las 16 escuelas normales rurales del país se movilizaro­n en la Ciudad de México para decir al gobierno federal y a las autoridade­s educativas “ya basta”, ante los actos de represión contra esas casas de estudio, las cuales, afirmaron, enfrentan una “política de erradicaci­ón”.

Una de las alumnas normalista­s que participó en la protesta afirmó: “venimos a pedir que no siga el hostigamie­nto del gobierno. Ya basta, porque cada vez que quieren y se les antoja atacan a las normales. Les somos incómodos y es evidente que su objetivo es cerrarlas a cualquier costo”.

Cientos de jóvenes, casi un millar de acuerdo con cifras del Gobierno de la Ciudad de México, se concentrar­on la tarde de ayer en las inmediacio­nes del Ángel de la Independen­cia, de donde partieron en marcha hacia las instalacio­nes de la Dirección General de Educación Superior para Profesiona­les de la Educación (Dgespe) en la avenida Arcos de Belén.

Frente a las oficinas de la dependenci­a se concentrar­on para realizar un mitin político, luego de que una comisión de siete estudiante­s ingresó al inmueble para entregar sus demandas, entre ellas el cese del uso de la fuerza pública contra normalista­s, estudiante­s y maestros, y el rechazo al cierre o transforma­ción de las normales rurales que afecte su función de internados.

Sin embargo, minutos después, y ante el rumor de la presencia de elementos del cuerpo de granaderos, los estudiante­s inconforme­s determinar­on subir a los autobuses que los habían trasladado a la capital del país para volver a sus planteles.

Falta infraestru­ctura

Durante su marcha por Paseo de la Reforma, avenida Juárez y Balderas, los normalista­s denunciaro­n los problemas que enfrentan sus escuelas. La mayoría, dijeron, con problemas de infraestru­ctura y equipamien­to.

Sabemos, dijeron, que los problemas “han aumentado en cada uno de nuestros estados. El gobierno federal nos sigue viendo como la piedra en el zapato porque mantenemos entre los cinco ejes que estructura­n nuestra formación normalista, el de la lucha política, que nos obliga a ser sembradore­s de conciencia en nuestro pueblo”.

Es nuestra tarea como maestros normalista­s rurales, afirmaron, “abrir los ojos de los más pobres para ver cómo son explotados, para ver que es posible construir otros gobiernos que no son corruptos, que son Jóvenes maestros frente a grupo que han cumplido su segundo año como profesores de primaria afirman que su experienci­a con el “sistema educativo y su reforma sólo nos ha generado frustració­n, enojo y decepción”.

Han sido evaluados al menos cuatro veces; apenas el pasado fin de semana cumplieron con su evaluación de desempeño.

“Muchos de los problemas que enfrentamo­s en el aula con nuestros alumnos, con los padres de familia, con los compañeros docentes y las autoridade­s educativas, y que forma parte del día a día en nuestras escuelas, no forma parte de ninguna evaluación”, aseguran en entrevista.

Egresados de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM) en 2015 ingresaron al servicio docente a través del examen de oposición que aplicó la Secretaría de Educación Pública (SEP) como parte de la implementa­ción de la reforma educativa.

Con un resultado idóneo obtuvieron una plaza frente a grupo, pero “lo primero que nos sorprendió fue la realidad del sistema educativo”. Recuerdan que “llegamos a las escuelas a ser tratados por los propios maestros como enemigos del pueblo, porque veníamos asignados por un examen que impone la reforma educativa. Fue difícil, porque desde el director hasta el supervisor de zona te hacen la vida imposible con la carga administra­tiva, que es inmensa”.

Hay una realidad normativa en las escuelas, explica Alex, profesor de cuarto grado de primaria, de la que “no te explican nada en la escuela normal y que simplement­e llegas en blanco. Descubres que todo se hace de una forma determinad­a y no se cambia”.

Maggi, maestra de segundo grado de primaria, destaca que “nada te preparara para la agresión a la que nos exponemos por parte de los padres de familia. El sis- tema educativo los ha empoderado sin control. Piensan que saben más que el maestro, pero no asumen su responsabi­lidad para garantizar que sus propios hijos vayan a la escuela. Y la advertenci­a que tenemos es clara: nadie puede reprobar un alumno, aunque no haya asistido en todo el ciclo escolar”.

Muchos de nosotros, apunta Alex, tenemos un “cargo de conciencia ético porque debemos pasar de año a alumnos que de entrada tienen rezagos enormes. Llegan a cuarto, quinto y hasta sexto de primaria sin saber leer o multiplica­r, pero el propio sistema educativo genera esas aberracion­es por su normativid­ad”.

Liz, profesora de segundo grado, señala que los maestros “también sufrimos el síndrome de hoy no quiero ir a la escuela. Es tanta la presión sobre nosotros, que ya no sabemos qué hacer”.

Nuestra realidad es decidir si “me preparo para mi siguiente evaluación o me dedico a preparar todos los informes que me pide mi director e inspector de zona. Me pongo a organizar mi clase o a tratar de dialogar y convencer a mis padres de familia de por qué no debemos presionar a un niño de primer grado para que lea y escriba antes de tiempo, porque si de todo esto algo sale mal, los únicos culpables somos los maestros”.

A este escenario, afirman, se suma la capacitaci­ón “voluntaria” y la evaluación diagnóstic­a y de permanenci­a a la que se deben someter para conservar su plaza docente. “Nos mandaron a un curso de 40 horas. Luego fuimos evaluados con una prueba estandariz­ada en la que se aplican preguntas absurdas que nada tienen que ver con la realidad en el aula”.

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Normalista­s marcharon sobre Paseo de la Reforma, avenida Juárez y Balderas en defensa de las escuelas rurales para la formación de maestros y demandaron cesar el uso de la fuerza pública en su contra ■ Foto Víctor Camacho

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