Universitarios colaboran con el INAH en búsqueda de túnel en Teotihuacán
Integrado actualmente por 235 laboratorios nacionales, universitarios, certificados y unidades de apoyo a la investigación científica, el programa LabUNAM, impulsado por la máxima casa de estudios, en colaboración con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), tiene la finalidad de ampliar las capacidades de investigación en el país, optimizar el uso del equipo y renovar la infraestructura existente.
Carlos Arámburo de la Hoz, coordinador de Investigación Científica de la UNAM, explica que ese programa, que también es digital, aglutina una amplia red de laboratorios y unidades de apoyo, las cuales buscan también una relación estrecha y constructiva con los sectores público, social y productivo del país.
“Es necesario que los tomadores de decisiones entiendan muy claramente que no se gasta en investigación, sino que se invierte, y lo mismo en educación superior. Y mientras más tengamos estas posibilidades lograremos un mejor futuro; muchos lo resumimos en esa frase: sin ciencia no hay futuro.”
Esfuerzo estratégico
Como parte de un esfuerzo estratégico, explicó, la Coordinación de la Investigación Científica ha desarrollado LabUNAM como plataforma tecnológica mediante la cual se difunde dicha red de laboratorios y unidades de apoyo a la investigación del Subsistema de la Investigación Científica, así como algunas facultades afines de la máxima casa de estudios del país. LabUNAM también funcionará como enlace entre el Conacyt y los responsables de los laboratorios, agregó.
Tan sólo en esa red la UNAM cuenta con 53 laboratorios en 17 entidades académicas, cinco centros y 12 instituciones; de todos ellos, 12 poseen certificados ISO9901. Todos se encuentran en prácticamente todas las áreas del conocimiento, por lo que se ubica a la universidad a la vanguardia en investigación científica y aplicada en el país,
Por ejemplo, existen instituciones que reúnen las mejores tecnologías para observar el mundo a escala microscópica e incluso nanométrica o que incluso poseen uno de los cuatro Investigadores del Instituto de Geofísica y de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) elaboran una imagen tridimensional del subsuelo de la Pirámide de la Luna, en Teotihuacán, con lo cual se pretende avanzar en el hallazgo del que podría ser un túnel bajo la Plaza de la Luna, que se dirige hacia la parte baja de la estructura piramidal.
Para la obtención de la imagen tridimensional, los académicos recurren a una técnica de tomografía utilizada para grandes monumentos históricos, única en el mundo.
René Chávez, del Instituto de Geofísica, y Andrés Tejero, de la Facultad de Ingeniería, calculan que en dos meses se tendrá el estudio completo que podría corroborar el hallazgo.
Explicaron que el posible túnel, dado a conocer por el Ins- tituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en días pasados, pudo ser inferido en una de las primeras interpretaciones preliminares de una secuencia de datos adquiridos en la plaza.
En ella “se alcanza a ver una estructura con dirección nortesur, que parece dirigirse hacia la pirámide, con una profundidad aproximada de ocho metros”, detalló.
Actualmente el equipo de investigadores de la UNAM realiza el análisis de datos obtenidos bajo la Pirámide de la Luna.
En un comunicado se explicó que, desde 2015, los investiga- dores de la UNAM colaboran con el INAH en estudios similares en Chichén Itzá, donde descubrieron una segunda estructura en el interior de la Pirámide de Kukulkán, además de un cenote que se encuentra debajo de ésta.
Por invitación de Verónica Ortega, del INAH y encargada del proyecto en la Plaza de la Luna, en junio pasado los universitarios comenzaron a hacer mediciones en el lugar.
“Primero estudiamos la Plaza de la Luna, con una metodología 3D, colocando perfiles interconectados que nos permitie- ron definir la existencia de estos túneles y conocer sus características. La segunda parte fue un desafío para nosotros como geofísicos, pues tuvimos que rodear la Pirámide de la Luna para caracterizar el subsuelo y saber si bajo la estructura había algún tipo de cuerpo de interés para los arqueólogos”, explicó René Chávez.
El reto que el equipo enfrentó en Teotihuacán fue realizar mediciones en un área superior a la de Kukulkán, donde se utilizaron 76 electrodos para 75 metros por lado.
Se incluyen instituciones con las mejores tecnologías de nanoobservación