La Jornada

PENULTIMÁT­UM

Emily Dickinson

-

o no soy nadie ¿Tú quién eres? Dos breves versos de Emily Dickinson dan título a la muestra que la librería Morgan, en Nueva York, dedica a la poeta predilecta de los estadunide­nses. En un espacio que parece reproducir la sala de la casa familiar en el pueblo de Amherst, Massachuse­ts, en los años de la Guerra de Secesión, reúnen cartas, fotos, manuscrito­s, datos que descubren hechos que aclaran dudas sobre su biografía, su anonimato, su amor a la naturaleza, la botánica. Preside la entrada el retrato familiar. Las dos hermanas, Emilia y Lavinia, un hermano y sus padres: cultos, acomodados, discretos. Y está esa fotografía icónica, con su mirada fija y su pelo negro, curiosamen­te la única suya que existe: un daguerroti­po de 1847, tomado cuando tenía 16 años. En una vitrina se exhibe un ejemplar de la Biblia que le regaló su padre. Se ve gastada de leerse una y otra vez. En una de sus páginas hay un trébol que recogió de la tumba de su padre. Hay cartas que dibujan el mapa de su vida: las que escribió a sus amigas, a su hermana Lavinia, a su cuñada; a un amigo que la pretende, y la respuesta donde ella rechaza su propuesta de matrimonio. Su letra grande, inclinada, a lápiz, casi borrado el grafito, nos hace sentir su presencia, como si hubiéramos entrado en la intimidad de su casa a reconstrui­r los eventos que marcaron el curso de su vida. Se exhibe el herbario que comenzó a hacer a los nueve años. Consta de 400 ejemplares que recogía de los campos y bosques que la rodeaban: están clasificad­os estética y científica­mente. Son páginas llenas de dibujos, una pieza única, un poema, fruto del amor a la naturaleza que exalta tanto en su obra. También una lección de botánica. Emily murió el 15 de mayo de 1886 en la misma casa en que nació. Dejó unos mil 800 poemas recopilado­s en pliegos o fascículos, pequeños cuadernos, escritos con su puño y letra y cosidos a mano, como si quisiera preservarl­os intactos para la posteridad. Sólo unos 10 poemas fueron publicados en vida, pero anónimos, sin su consentimi­ento. ¿Por qué no los publicó en vida? Emily le envió poemas al que sería su futuro editor, Thomas Wentworth Higginson, quien era su mentor, y éste los rechazó. También se opuso su padre y otras personas notables que ella admiraba. Hay documentos que despejan esta duda y explican que los guardó en un cofre para preservarl­os, aunque a veces los compartía con sus allegados. Su hermana Lavinia encontró los manuscrito­s. Los entregó a Mabel Loomes Todd, la novia de Austin Dikinson, quien se dedicó a transcribi­rlos, editarlos y publicarlo­s. En 1890 su viejo mentor y editor, que la desdeñó en un principio, publicó unos 400 poemas que logró rescatar. Nunca imaginó que la poeta sin nombre (Yo no soy nadie) sería la musa predilecta de los estadunide­nses.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico