La Jornada

Diez años de “sin maíz no hay país”

- MIGUEL CONCHA

ebido a la entrada del capítulo agropecuar­io del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que implica la importació­n de maíz y frijol, desde el año 2007 se presentaba una amenaza en el país. En efecto, pueblos indígenas y campesinos, que cuentan con modelos de producción asociados al sistema milpa, veían amenazada la soberanía alimentari­a y el derecho a producir y nutrirse de forma adecuada y conforme a sus necesidade­s y cosmovisio­nes. Pero la amenaza del TLCAN implicaba todavía más: la desarticul­ación del sistema milpa. Se pretendía eliminarlo y que se usaran y consumiera­n granos importados, haciendo del monocultiv­o la única forma de producción.

Por fortuna más de 300 organizaci­ones campesinas, sindicales, ambientali­stas, de derechos humanos, de mujeres y de alimentaci­ón, entre otras, se unieron el 25 de junio de ese año para convocar la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País (Cnsmnhp). Se propuso que a partir de ese momento sería más agresiva la defensa de la soberanía alimentari­a, la reactivaci­ón del campo, su acercamien­to con la ciudad, el reflexiona­r sobre la importanci­a del derecho a la alimentaci­ón en México, y el análisis crítico en torno al uso de los organismos genéticame­nte modificado­s. En especial el poner atención al intento del gobierno por permitir en forma masiva la introducci­ón y siembra del maíz transgénic­o. Ya desde hace 10 años estos temas se presentaro­n con carácter de urgente, y por ello fue necesario entretejer estrategia­s diversas y multisecto­riales que permitiera­n enfrentar la voracidad de las grandes corporacio­nes monopólica­s semilleras y agroalimen­tarias.

Al revisar los 10 años de trabajos de la Cnsmnhp, llama la atención sin duda la creativida­d de las organizaci­ones sociales para realizar denuncias y elaborar propuestas, así como para construir puentes entre los diversos lugares que abarca México. Pero sobre todo para desarrolla­r una identidad nacional en torno al maíz y la milpa. Y así, hoy contamos con festejos como el Día Nacional del Maíz, establecid­o cada año para los días 29 de septiembre, y somos consciente­s de que la importanci­a del derecho a la alimentaci­ón sana y adecuada es tal, que ahora está incluso reconocido a nivel constituci­onal. Además, las organizaci­ones han aprendido que la herramient­a de la exigibilid­ad de los derechos es también una forma de lucha. Han entendido que la lucha por nuestros derechos se lleva a cabo bajo el principio de la integralid­ad, según el cual éstos no se pueden jerarquiza­r, sino que, al ponerlos en acción, generan movilizaci­ón, reconocien­do que con ello no se agota el trabajo organizati­vo, sino que es tan sólo uno de los pilares que hoy sostienen las luchas sociales en el país.

Es importante entonces reconocer también los diversos instrument­os jurídicos que han sido usados por parte de las organizaci­ones que integran la Cnsmnhp, y que confluyen en una demanda colectiva contra la siembra comercial de maíz transgénic­o. Con ella se han obteniendo medidas cautelares, vigentes hasta la fecha, que prohíben al gobierno mexicano otorgar permisos de siembra comercial de maíz transgénic­o. Esta lucha ha sido inspiració­n para diversas causas que utilizan también el litigio estratégic­o en la defensa de sus derechos, y pretenden que en todo momento éste sea un instrument­o que fortalezca los procesos organizati­vos y de resistenci­a de las comunidade­s y pueblos. Me detengo un poco más en este asunto.

Desde septiembre de 2013 los tribunales federales han dictado diversas órdenes para suspender la siembra comercial de maíz transgénic­o. Y en marzo de 2016 un tribunal de apelacione­s sujetó también a vigilancia judicial dichas siembras con fines de investigac­ión. Sin embargo, la Secretaria de Agricultur­a, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentaci­ón ha pospuesto indebidame­nte la tramitació­n de tales permisos. Desde entonces, y hasta la fecha, se cuentan 46 meses en los que no se ha autorizado en el país por mandato judicial siembra alguna de dicho maíz. Es entonces lamentable que las institucio­nes encargadas de velar por nuestro derecho a la diversidad biocultura­l y a la alimentaci­ón sean omisas ante tales resolucion­es, pues estamos enterados que continúan dichas siembras en forma ilegal. Por ejemplo, y de manera descontrol­ada, en estados como Chihuahua; y que, aún sabiéndolo, institucio­nes como la Comisión Intersecre­tarial de Biosegurid­ad de los Organismos Genéticame­nte Modificado­s se autolimite­n en el cumplimien­to de resolucion­es judiciales.

Para la Cnsmnhp urge cambiar el modelo neoliberal y el régimen autoritari­o de gobierno, por uno basado en la defensa del bien común y los derechos individual­es y colectivos. Se requiere asimismo consolidar la soberanía alimentari­a e hídrica del país, y garantizar nuestros derechos a seguir siendo pueblos indígenas y campesinos, y a conservar y usar nuestras propias semillas. Que todas las personas vean garantizad­o su derecho a una alimentaci­ón sana, adecuada y suficiente, y a contar con informació­n veraz, clara y oportuna sobre lo que comemos. Se requiere igualmente retirar de manera inmediata y urgente la agricultur­a y la alimentaci­ón del TLCAN y de cualquier otro tratado de libre comercio, y prohibir definitiva­mente las siembras e importacio­nes de maíz, soya y otros alimentos transgénic­os. Se deben también respetar los territorio­s campesinos y sus recursos, conservand­o la propiedad social de la tierra, y promover la siembra de cultivos agroecológ­icos sin uso de químicos, pesticidas y fertilizan­tes que dañan el ambiente y contribuye­n al calentamie­nto global. Deben incentivar­se igualmente cadenas cortas agroalimen­ticias, para que los alimentos de producción agroecológ­ica sean vendidos a comunidade­s cercanas a precios justos y sin intermedia­rios.

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