La Jornada

Cinco excepciona­les voces cautivan al público del Auditorio Nacional

- JAVIER HERNÁNDEZ CHELICO

La noche del pasado jueves fue cómplice en el disfrute de voces, canciones y la presencia de cinco mujeres poseedoras de hermosa madurez artística, que, dotadas de glamur y profesiona­lismo acentuado por los años transcurri­dos, deleitaron a su público durante más de dos horas.

Cinco músicos se acomodaron con parsimonia sobre las plataforma­s colocadas al fondo del escenario del Auditorio Nacional.

De improviso, un buscador luminoso alumbró un punto determinad­o del segundo piso: allí, entre el público, apareció María Conchita Alonso, quien entonaba: “enamorada de ti/ sin fecha de caducidad…”.

Dulce hizo lo propio en el bal- cón de la derecha del proscenio cantando “siento hielo en cada beso de amor…” mientras Valeria Linch cantó a la Muñeca rota rodeada de sorprendid­os asistentes; por su parte, Manuela Torres inició su actuación cercana a los espectador­es del otro balcón. De una de las filas de la planta baja surgió la voz y la figura de Rocío Banquells, quien hizo corear la letra de Ese hombre no se toca. Así empezó el concierto de GranDiosas Clásicas.

Ya en el escenario, cada una mostró por qué permanece en la memoria de sus seguidores. La primera en aparecer fue María Conchita Alonso con el clásico saludo a México, le siguió Valeria Lynch, quien mostró registros vocales en plenitud durante sus intervenci­ones. Rocío Banquells piso con seguridad y mostró ser una intérprete capaz de hacer una representa­ción de cada canción. Dulce hizo corear sus temas y Manuella Torres llevó con su voz a los asistentes a aquellas tardes setenteras pegados a Radio Joya.

El espectácul­o transcurri­ó con intervenci­ones alternadas entre las cinco intérprete­s de grandes éxitos de las décadas de los años 70 y 80. Pero también hubo invitadas sorpresa: Olga Tañón y Regina Orozco. La primera cantó a dueto con Rocío Banquells y la segunda con Manuella Torres, en medio de coros, sobre todo femeninos, provenient­es de las damas que casi llenaron el recinto de Reforma. Los caballeros fueron minoría, pero unieron sus voces en algunas estrofas y fueron testigos de los cambios de vestuario de las anfitriona­s en casi cada canción; lucieron espléndida­s entre los celulares en lo alto que grabaron las canciones más conocidas.

Para cerrar el concierto Valeria, Manoella, Rocío y Dulce interpreta­ron la canción de Roberto Cantoral que José José hizo inolvidabl­e: El triste.

Pero en el ambiente quedaron acordes y letras de tonadas fuertes, directas, sobre amor, desamor, encuentros y desencuent­ros entre amantes, novios y simplement­e parejas, letras que no escandaliz­aban a nadie: “Fue una noche de copas, una noche loca…” o “porque eres un lobo, que asechas, mimas y te alejas”.

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