Soberanía, recursos energéticos y TLC
lo largo de la historia, la soberanía y la supervivencia de las naciones ha estado condicionada a la existencia y capacidad de una serie de elementos, los cuales han venido cambiando con el tiempo y con el desarrollo mundial. En el mundo capitalista en el que hoy vivimos, la soberanía y la supervivencia de las naciones están condicionadas por el aseguramiento de los recursos estratégicos que poseen; para un país con las dimensiones y características del nuestro, tales recursos incluyen necesariamente la energía, el agua, la alimentación, la balanza comercial y la educación.
La energía con sus fuentes de abastecimiento y sistemas de distribución, necesaria para asegurar las diversas actividades de la población, así como de sus industrias e instituciones públicas. El agua necesaria para la vida y la higiene de los seres humanos, así como para la agricultura, la ganadería y la industria, incluyendo sus fuentes y sus redes de distribución. La autosuficiencia alimentaria de su población, conformada ésta por sus productos agrícolas, ganaderos y pesqueros, así como por su capacidad de transformación, almacenamiento y distribución. La educación de sus nuevas generaciones necesaria para asegurar la conservación de sus raíces, de su cultura y de los valores que conforman su identidad; al igual que para mantener y desarrollar sus capacidades productivas y transformadoras, que le aseguren un mayor nivel de competitividad económica y de bienestar social. No es este el caso actual de nuestro país; durante los últimos 30 años los sucesivos gobiernos de la República lejos de hacerse responsables del cuidado de estos recursos, se han dedicado a enajenarlos, configurando actos de irresponsabilidad y de traición a la patria con diversos agravantes.
La balanza comercial es igualmente importante en la actualidad, en cuanto que ella nos indica directamente la salud de la economía nacional, así como el nivel de dependencia de otras naciones, y en nuestro caso particularmente de Estados Unidos. En este sentido la contribución de los migrantes mexicanos que año con año hacen importantes envíos de remesas, se han constituido paradójicamente en un factor fundamental de dicha balanza, que es hoy amenazada por el actual gobierno estadunidense, tanto ante la construcción de un muro divisorio, como por el incremento de sus medidas orientadas a la expulsión de miles de migrantes mexicanos, siendo este el escenario en el yer fue mi que se pretende “renegociar” el tratado de libre comercio que México tiene con esa nación vecina y a la vez distante e imperial.
El modelo de país que nos ha sido impuesto desde el exterior, durante los últimos 35 años, en los que sucesivos regímenes priístas y panistas han actuado como gobiernos de ocupación al servicio de intereses extranjeros, ha estado orientado a enajenar precisamente tres de estos recursos estratégicos mencionados (la energía, el agua y la educación, si bien en este último caso, han fracasado gracias a la heroica resistencia de los maestros).
Durante el gobierno de Carlos Salinas, las alteraciones realizadas a la Constitución para permitir la enajenación de las tierra de cultivo amparadas por el régimen ejidal y la desaparición del Banco Nacional de Crédito Rural pusieron en riesgo la autosuficiencia alimentaria, agravándolo con la negociación del TLC, que si bien hizo posible en un principio el abaratamiento de los productos agrícolas, facilitó la compra de grandes extensiones de tierra por parte de empresas particulares, muchas de ellas de origen estadunidense.
Durante el presente sexenio caracterizado ya de manera pública por los niveles de corrupción generalizada y ejemplificada por los más altos funcionarios del gobierno, tres de los recursos estratégicos de la nación han sido formalmente enajenados mediante verdaderos actos de traición imputables directamente al Presidente de la República, y a los miembros del Congreso que aprobó, a espaldas de la nación, las llamadas reformas estratégicas.
Recientemente se hizo público el hallazgo de un importante yacimiento petrolero en las aguas territoriales mexicanas cercanas al puerto de Dos Bocas en el estado de Tabasco, por parte de dos empresas asociadas, una estadunidense y una mexicana. No