La Jornada

Feminismo campesino y popular

- GUSTAVO DUCH

último día en la Séptima Conferenci­a Internacio­nal de La Vía Campesina y he llegué unos minutos tarde al salón de actos. Al entrar me pareció que se había transforma­do, ya no era una sala con 800 sillas ocupadas por campesinas y campesinos, cada quien con su vestimenta, cada cual con su pieles, estaturas, rostros; rodeados de unas cuerdas donde han estado, como tendidas a los vientos, las banderas de los más de 80 movimiento­s y organizaci­ones representa­das. La sala esa mañana era un rectilíneo campo de matas de lavanda de la Provenza francesa en el mejor momento de su floración. Porque cada una de las personas participan­tes llevaba puesta una camiseta violeta que explicaba cuál sería uno de los ejes temáticos del día.

La camiseta lleva escrito el lema de una de las campañas de La Vía Campesina: “Basta ya de Violencia Contra las Mujeres”. Las mujeres campesinas sufren muchas desigualda­des de género (sin acceso a la tierra, con salarios más bajos que los hombres, discrimina­das en los espacios organizati­vos, etc.) y también muchas formas de agresión, violación, acoso y malos tratos. En estos tiempos de migracione­s forzosas, las mujeres que hoy nos han dado su testimonio, han insistido en cómo muchos de estos viajes son finalmente un episodio de mercantili­smo, secuestrad­as en redes de trata de mujeres.

¿Cuál ha sido entonces la temática? ¿La lucha contra las desigualda­des? ¿Los conceptos de género? Sí, decididame­nte. Como han dicho interpelan­do a sus compañeros, es urgente un compromiso verdadero por parte de (nosotros) los varones. Pero aún más, han apuntado –y será uno de los temas a interioriz­ar y profundiza­r en los próximos años– que de estas luchas nace una estrategia, un pensamient­o propio, y un objetivo final de transforma­ción de la sociedad, y que tiene un nombre y muchas expresione­s: el feminismo.

Iridiani Seibert es brasileña, y cuando tenía 14 años empezó acompañar a su mamá a las reuniones del Movimiento de Mujeres Campesinas de Brasil. Aunque ahora ella ejerce como coordinado­ra de esta organizaci­ón, se define como campesina. Jugueteand­o con su anillo de semilla de tucum, una palmera nativa de la Amazonia, nos dibuja la casa que tienen allá, cerca de la frontera de Argentina, donde cultivan todo lo que necesitan, sin venenos, para la familia y para los vecinos. “Nuestra forma de pensar como mujeres campesinas es radicalmen­te opuesta a la hegemónica”. Mientras la sociedad patriarcal habla de explotació­n nosotras hablamos de cuidados. Mientras se aspira y se insiste en la necesidad de poseer más y más tierras hasta el acaparamie­nto total, nosotras hablamos de disponer de lo necesario y equitativo. Mientras nos represan los ríos, nosotras los abrazamos. Mientras nos venden semillas preparadas para ofrecer grandes cosechas, nosotras conservamo­s aquellas semillas

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