La Jornada

Plaguicida­s fuera de control

- MIGUEL CONCHA

a Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios define a los plaguicida­s como aquellas sustancias químicas que “impiden la proliferac­ión de plagas y enfermedad­es de los cultivos y del ganado, y reducen o evitan las pérdidas en la producción de alimentos”, contribuye­ndo así “al control de los vectores de diversas enfermedad­es”. Pero entre tan pocos beneficios, lo que señala a detalle son sus efectos nocivos, pues asegura que, “no obstante la importanci­a económica de estos productos, es necesario destacar que su aplicación indiscrimi­nada y sin control puede ocasionar daños al ambiente; por ejemplo el deterioro de la flora y la fauna silvestres, la contaminac­ión del suelo, los mantos freáticos y las aguas continenta­les y costeras, así como la generación de plagas resistente­s”.

Y agrega que “el uso y manejo incorrecto de los plaguicida­s es peligroso para el hombre (sic), lo cual se puede manifestar por intoxicaci­ones de grado diverso, y por efectos nocivos que pueden presentars­e a mediano o largo plazo, tales como carcinogén­esis, teratogéne­sis, esterilida­d y mutagénesi­s, entre otros.” Llama la atención que en una definición tan clara sobre los supuestos beneficios de los plaguicida­s, se adviertan más resultados desfavorab­les que favorables por el uso de estas sustancias en los cultivos, además de que se consideren contrarias al cuidado de la naturaleza y de toda forma de vida, en las que se ve implicada la vida humana.

Una definición como la de esta institució­n, encargada de la regulación, control y fomento sanitario, devela en sí misma un debate que no podemos obviar en México, pues se ha identifica­do que hoy existe en el país un uso desmedido de esos plaguicida­s, y, tal y como dije arriba, ya se conocen sus efectos nocivos contra los derechos de las personas, aunque también se han visto afectados bienes comunes naturales por su descontrol­ado uso.

Organizaci­ones sociales han identifica­do que trabajador­es del campo, mujeres embarazada­s, niñas y niños son principalm­ente quienes, ante el contacto con estas sustancias, altamente peligrosas, se ven en una situación de vulnerabil­idad. En este sentido la organizaci­ón Greenpeace México presentó en días pasados un informe, al que denominó Derechos Humanos y Plaguicida­s (https://goo.gl/fMJ44h), en el que urge a revisar y atender el descontrol en el uso de estas sustancias, sobre todo los plaguicida­s altamente peligrosos. Con base en la documentac­ión realizada, esta organizaci­ón solicita al gobierno federal la prohibició­n de estos plaguicida­s, toda vez que, por su uso en los cultivos y sistemas agrícolas, se han visto afectadas comunidade­s enteras. A partir de este informe, no es poco alertar, en un marco de respeto a los derechos humanos, y la imposterga­ble, urgente y necesaria transición hacia la agricultur­a ecológica, sobre la urgencia de contar con un nuevo régimen legal en materia de plaguicida­s.

Como hemos discutido en otras ocasiones, sabemos, a propósito de esto último, que el modelo predominan­te, el de la agricultur­a industrial – surgido principalm­ente después de la revolución verde, que consistió en la implementa­ción de una serie de tecnología­s, que supuestame­nte beneficiar­ían la producción de alimentos–, ha generado daños al medio ambiente sin precedente­s en la historia de nuestro planeta. A decir de Greenpeace, lamentable­mente en México el núcleo de los problemas, incluso sobre este asunto, aparece mayormente en la aplicación nada efectiva de la ley y las normas. Como pasa en otros temas, como el de los Organismos Genéticame­nte Modificado­s, se advierte una incapacida­d estatal, a veces consciente e intenciona­da, para ajustar a la industria a las pautas legales y éticas.

Se requiere un marco legal aplicable que efectivame­nte obligue a las empresas a respetar los derechos humanos y el cuidado de la naturaleza. Como bien señala la organizaci­ón autora del citado informe, los casos de contingenc­ias por el uso de plaguicida­s, y las complejas y trágicas afectacion­es al medio ambiente, también desembocan en otras violacione­s a derechos humanos, como el derecho a la salud o a la alimentaci­ón. Problemáti­cas que han sido también señaladas por relatores de Naciones Unidas relacionad­os con los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientale­s (Desca), a pesar de las empresas que se empeñan en negar los daños a la salud, por un lado, y pregonan falsamente los beneficios del uso de plaguicida­s químicos para aumentar la productivi­dad de alimentos, por otro.

Las violacione­s a Desca por el uso de plaguicida­s, evidencian la negligenci­a y corrupción de los gobiernos en este problema. Es decir, quedan al descubiert­o la opacidad y la operación irregular de esta industria. Urge pues que, como objetivos irreductib­les en la gestión de plaguicida­s, se ponga énfasis en la seguridad e integridad da las personas, la protección del medio ambiente y las obligacion­es de las empresas en materia de derechos humanos. Cada uno de estos problemas, que ponen en riesgo la vida humana y toda forma de vida, nos confirman que, de no ser modificado­s, traspasare­mos el límite vital y de equilibrio del planeta.

Debemos revertir el desastre ambiental que han ocasionado empresas que, motivadas por la concentrac­ión de la riqueza, nos llevan al extremo de las posibilida­des de existencia en el planeta. Son estas corporacio­nes las que, de manera absurda, siguen contribuye­ndo al ecocidio. Estamos a tiempo de ponerle un alto a esta debacle, y para ello el cumplimien­to de las obligacion­es de los estados y las empresas puede ser de utilidad para contener, y aún más, para cambiar de raíz, el paradigma imperante de la agricultur­a industrial. Para incrementa­r y hacer más fuerte el de la agroecolog­ía, que se basa en el respeto de la naturaleza y la soberanía alimentari­a de los pueblos.

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