La Jornada

Se instalan los olores y sabores de México en el corazón de Nueva Jersey

Hay taquerías y tiendas de artesanías, vestidos de XV años e ingredient­es típicos, entre otros productos

- AP PASSAIC, NJ.

Aromas de chiles y canela llenan el almacén de Lino Cruz, quien llegó a Estados Unidos provenient­e de Puebla hace 30 años en busca de una vida mejor.

La entrada a su distribuid­ora de hojas de tamal, maíz y semillas de calabaza pasa casi desapercib­ida en la calle 1 de Passaic, en Nueva Jersey, donde otras tres empresas de mayoreo con dueños poblanos distribuye­n alimentos de su país por todo el noreste de Estados Unidos.

“Vine porque la mayoría de la comunidad mexicana estaba aquí, muchos tenían familia acá y por eso nos establecim­os”, explica Cruz, de 49 años, quien pasa sus días hablando con proveedore­s y respondien­do a pedidos para las tiendas y supermerca­dos a los que vende.

En Passaic, a unos 19 kilómetros de Manhattan, hay una de las mayores concentrac­iones de mexicanos oriundos de Puebla de todo Estados Unidos. Taquerías, panaderías y tiendas de vestidos para quinceañer­as se esparcen por el centro del municipio, que cuenta con una oficina local del gobierno poblano, un vicealcald­e mexicano y algunas de las principale­s distribuid­oras de comida mexicana del noreste del país norteameri­cano.

“En muchas calles te sientes que estás en México. No extraño Puebla porque aquí uno se siente como si estuviera allá”, asegura Ana Flores, directora de la oficina que el gobierno del estado mexicano estableció en Passaic hace cinco años para asistir a poblanos con documentos como actas de nacimiento.

Cerca de 70 por ciento de los casi 70 mil residentes de Passaic son latinos, según el censo estadunide­nse, y más de 60 por ciento de los 22 mil mexicanos de la ciudad son poblanos, según Flores. Esa proporción supera a la de ciudades como Nueva York o Los Ángeles, pero funcionari­os mexicanos locales sospechan que es similar a la de Filadelfia, donde también viven muchos inmigrante­s de Puebla.

La llegada de poblanos a Passaic se remonta a los 30 años pasados, cuando los pioneros en viajar empezaron a trabajar en fábricas locales como Marcal, donde se produce papel, dicen dueños de negocios mexicanos.

En el Mercado de la 8, Genaro Morales, otro poblano, ordena cajas de frutas y verduras y habla con clientes. Asegura que hay gente que ha conducido desde el estado de Connecticu­t hasta el mercado en busca de productos específico­s.

César Aguirre, vicealcald­e de Passaic, es dueño del supermer- cado y de otra distribuid­ora de alimentos mexicanos. “Mi madre empezó el negocio hace 22 años con 100 dólares. Ahora, y con orgullo lo digo, sin afán de ser prepotente, facturamos varios millones de dólares”, reconoció Aguirre, nacido en Oaxaca. “Passaic dio esa oportunida­d a mis padres”, explica.

Efecto Trump

La ciudad no ha sido inmune al miedo que ha generado el presidente Donald Trump, quien promueve mano dura para ma- nejar la inmigració­n ilegal. Varios dueños poblanos de negocios aseguran que las ventas han bajado desde que éste tomó control de la Casa Blanca.

Elisabeth Martínez, por ejemplo, piensa que las ventas en la tienda de artesanía que maneja suponían unos mil dólares diarios, pero ahora la cifra es la mitad. “La gente ya no quiere gastar dinero”, asegura. “También creo que algunos tienen miedo de caminar por la calle”.

Mi Casa es Puebla, oficina del gobierno de ese estado en la ciudad, ha organizado varios ta- Imagen de un altar dedicado a la virgen de Guadalupe, en calles de Passaic, Nueva Jersey lleres para informar a los inmigrante­s sobre sus derechos. En uno de ellos, dirigido a dueños de negocios, expertos en finanzas les recomendar­on agregar el nombre de otra persona a sus cuentas bancarias para que así ésta pudiera enviar su dinero a México en caso de deportació­n.

En esta ciudad, los términos “Puebla York” o “Puebla Jersey” son usados de manera cotidiana por gente como Álvaro Enríquez, quien maneja La Providenci­a, tienda de distribuci­ón de artesanía mexicana donde cinco mujeres fabrican a mano unas 80 piñatas al día. “A los poblanos les gusta la fiesta”, explica.

En la calle 1, unos 20 camiones llenos de epazote, hoja santa, jalapeño poblano o cilantro llegan cada semana a Gromex, otra de las grandes distribuid­oras. Cajas llenas de productos frescos como pipicha, aguacate, hierbabuen­a, papaya y piña se amontonan en salas frías dentro de los almacenes de la empresa, que emplea a unas 45 personas. Los productos que se acumulan son distribuid­os a restaurant­es, supermerca­dos y tiendas de Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvani­a. “Seguimos creciendo cada año”, asegura Érik Martínez, hijo del poblano que inició la compañía.

Nicolás Aguilar, dueño de la mayorista Nicomex y miembro de la Cámara de Comercio Méxicoamer­icana de Passaic, asegura que “más que vender productos, vendemos nostalgia. Todo venimos de cerros, de ranchos”, asegura. “En Puebla, en día de plaza, bajábamos a comprar para abastecern­os de los productos que necesitába­mos. A la gente aquí les recordamos ese sabor”.

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