La Jornada

James Bradley, chofer del camión, sabía que el sistema de refrigerac­ión no funcionaba

La gente lloraba y golpeaba dentro de la caja; el conductor los ignoró: sobrevivie­nte

- AP SAN ANTONIO.

El interior del remolque estaba completame­nte oscuro, en él se apiñaban unos 90 migrantes, o más, y ya estaba caliente cuando salió de Laredo, Texas, para recorrer 240 kilómetros hacia el norte, a San Antonio.

No pasó mucho tiempo antes de que los pasajeros, quienes sudaban copiosamen­te por el creciente calor, comenzaran a rogar por agua. Los niños lloraban. La gente tomaba turnos para respirar a través de un hoyo. Golpearon la estructura y gritaron para llamar la atención del conductor. Luego comenzaron a desmayarse.

Para cuando el chofer se detuvo en un Walmart de San Antonio, alrededor de la medianoche del domingo y abrió la puerta, ocho personas estaban muertas y dos más fallecería­n enseguida víctimas de un intento de traficar inmigrante­s que salió terribleme­nte mal.

Los detalles del viaje fueron narrados el lunes por un sobrevivie­nte que habló con Ap y en una denuncia penal contra el conductor, James Matthew Bradley Jr., quien podría enfrentars­e a la pena de muerte por las 10 vidas perdidas. ‘‘Después de una hora escuchaba que lloraban, pedían agua. Y yo también sudaba. Toda la gente se desesperab­a y después perdimos la conciencia’’, dijo Adán Lara Vega desde la cama de un hospital.

Bradley, de 60 años y originario de Florida, se presentó en la corte federal acusado de transporta­r a los migrantes para obtener ganancias resultante­s en la muerte de personas. Se le ordenó presentars­e el jueves para otra audiencia.

No llegó a un acuerdo de culpabilid­ad ni habló sobre lo sucedido, pero documentos oficiales indican que dijo a las autoridade­s que desconocía que hubiera personas en el interior del remolque hasta que se estacionó y salió a orinar.

Además de los muertos, otros 20 rescatados están en malas condicione­s, muchos con deshidrata­ción extrema y síntomas de insolación. Varias de las personas eran de México y Guatemala. Muchos de ellos habían contratado a traficante­s de personas, quienes los pasaron a través de la frontera hacia Estados Unidos, los escondiero­n en casas y luego los pusieron a bordo del camión, según informes dados a los investigad­ores.

‘‘Aun cuando el conductor está detenido, les puedo garantizar que hay muchas más personas a las que buscaremos para llevarlas a tribunales’’, dijo Thomas Homan, director interino del Servicio de Control de Inmigra- ción y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).

Bradley dijo a las autoridade­s que el camión había sido vendido y que lo trasladaba para su jefe de Iowa a Brownsvill­e. Después de escuchar los gritos y golpes abrió la puerta y se ‘‘sorprendió cuando vio correr a personas hispanas (sic) y cayó al piso’’, de acuerdo con la denuncia.

Bradley aseguró que sabía que el sistema de refrigerac­ión del camión no funcionaba y que los cuatro hoyos de ventilació­n posiblemen­te estaban tapados. Señaló que tampoco llamó a emergencia­s a pesar de que vio al menos a una persona muerta.

El camión tenía matrícula de Iowa y estaba registrado con la compañía Pyle Transporta­tion Inc. El presidente, Brian Pyle, dijo que había vendido el mismo a alguien en México y que Bradley debía entregarlo en Brownsvill­e.

‘‘Realmente lamento mucho que haya sucedido’’, dijo Pyle. Agregó que no tenía idea por qué Bradley dio el rodeo que describió a los investigad­ores. El chofer indicó a las autoridade­s que se detuvo en Laredo –que queda fuera del camino directo a Brownsvill­e– para que lavaran el vehículo antes de recorrer 240 kilómetros a San Antonio. De ahí tendría que conducir nuevamente al sur 440 kilómetros.

Un pasajero describió una arriesgada travesía que se inició en México, diciéndole­s a investigad­ores que él y otros cruzaron en una balsa hacia Estados Unidos, después de pagarles a traficante­s de personas 12 mil 500 pesos mexicanos, cantidad que incluía protección del cártel de Los Zetas.

Luego caminaron hasta el día siguiente y abordaron una camioneta pickup hasta Laredo, en donde fueron colocados en el remolque para ser llevados a San Antonio, según la denuncia. El pasajero dijo que debía pagarle a los traficante­s 5 mil 500 dólares una vez que llegaran. Otro migrante declaró a las autoridade­s que era parte de un grupo de 24 personas que permanecie­ron en un ‘‘depósito’’ en Laredo durante 11 días antes de ser llevados al camión.

Lara Vega dijo en el hospital a Ap que los traficante­s que lo ocultaron a él y a seis amigos en una casa de Laredo, les dijeron que irían en un espacio con aire acondicion­ado. El jornalero mexicano del estado de Aguascalie­ntes narró que cuando abordaron el camión el sábado, ya estaba lleno.

Lara expresó: ‘‘Uno toma decisiones sin pensar en las consecuenc­ias, pero pues gracias a Dios estamos bien’’

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Foto Ap Flores y veladoras frente al Walmart de San Antonio

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