La Jornada

Mensajes de disuasión

- PEDRO MIGUEL

bservada en conjunto, la llamada “transición mexicana” puede leerse como un complicado relato que conduce a un corolario inequívoco: la democracia no sirve. La llegada de Fox a la Presidenci­a de nada sirvió a una sociedad harta de los rasgos más oprobiosos del priísmo salinista y zedillista: política económica generadora de pobreza y desigualda­d, corrupción, prácticas electorale­s fraudulent­as y represivas. El guanajuate­nse no sólo utilizó el desaseado mecanismo del Fobaproa (cúspide de los agravios de Zedillo) para enriquecer a su entorno inmediato, no sólo aplastó movimiento­s populares mediante la fuerza bruta (Lázaro Cárdenas, Atenco, Oaxaca) sino que coronó su mandato con un fraude electoral que negó lo que parecía haberse logrado seis años antes en materia de legalidad electoral. En 2006 la consolidac­ión de PRIAN y la cooptación por parte del Ejecutivo de autoridade­s comiciales que habían tenido un momento de independen­cia e imparciali­dad permitiero­n incrustar en Los Pinos a Felipe Calderón a contrapelo de la voluntad popular.

Habría que ponderar cuánto le debe a Vicente Fox la fórmula disuasoria “todos los políticos son iguales”, que no es sino una consigna orientada a sembrar entre la sociedad la idea de que la política y sus profesiona­les son necesariam­ente corruptos, cínicos e intercambi­ables, sin distingo de colores, partidos ni ideologías.

Calderón, por su parte, suplió su debilidad de origen mediante un cogobierno de la mano del PRI que profundizó la corrupción neoliberal impuesta por Salinas –y continuada por Zedillo y Fox– y que hizo frente a la descomposi­ción social producto de ese modelo mediante una violencia que se tradujo en más de 100 mil muertes, decenas de miles de desapareci­dos y un daño institucio­nal incalculab­le.

Los servicios prestados por el PRI al PAN en 2006 fueron correspond­idos seis años después: el gobierno federal garantizó que la compra masiva de votos que llevó a Peña a la Presidenci­a se realizara sin contratiem­pos. Más aun, ante el derrumbe de Josefina Vázquez Mota, el calderonat­o adoptó al tricolor como plan B de candidatur­a oficialist­a. Esos comicios enviaron a la sociedad un nuevo mensaje disuasorio: sin importar cuán impopular resulte un individuo, ni cuánto rechazo cause en la población, los poderes fácticos son capaces de inventarle una “voluntad popular” favorable.

De la caracteriz­ación de los Duarte, Medina, Borge y compañía como “la nueva generación priísta” a la conformaci­ón de satrapías locales impresenta­bles por parte de los referidos pasaron sólo dos o tres años. Entre la fuga del ex gobernador veracruzan­o –ya presentado ante la opinión pública como el corrupto solitario– y la fabricació­n de un triunfo electoral para un político priísta similar en el estado de México mediaron unas semanas. En el encubrimie­nto de la suciedad electoral mexiquense han tenido un papel destacado no sólo las autoridade­s electorale­s locales sino también las federales. De hecho, lo que podía quedar de escepticis­mo sobre la parcialida­d del INE ha sido despejado con nitidez por la actuación descaradam­ente priísta de sus consejeros ante los comicios de junio en el Edomex. Y tras el repudio social y el clamor porque renuncien, llegó de nueva cuenta el mensaje disuasorio: “nos quedamos en nuestros puestos y háganle como quieran”. Es decir, en las elecciones generales del año entrante habrá autoridade­s electorale­s omisas, facciosas y sometidas al Poder Ejecutivo y, a fin de cuentas, a todo lo que hay detrás de éste.

Declaració­n implícita para 2018: ni se molesten en ir a votar, a menos que quieran conseguir una despensa, una tarjeta de débito, un par de billetes o una chambita; somos especialis­tas en hacer realidad encuestas autocumpli­das, en fabricar resultados que contradiga­n a las encuestas y en convertir impopulari­dades de 85 por ciento en triunfos electorale­s de 33 por ciento.

Pensándolo bien, en un país en el que se implanta un sistema anticorrup­ción dedicado a dar cobertura a la corrupción no es tan raro que la autoridad electoral se empeñe en convencer a la sociedad de que los procedimie­ntos electorale­s sólo sirven para legitimar a un régimen antidemocr­ático, como ya lo hicieron los consejos del IFE presididos por Luis Carlos Ugalde y Leonardo Valdez. Para mayor ventaja, el mensaje del INE encaja a la perfección en este punto con los sectores de opinión que han hecho de la política y de los políticos su abominació­n favorita.

Para lograr un triunfo realmente opositor es necesario, en estas condicione­s, contrarres­tar los efectos desalentad­ores que este mensaje perverso tiene en la ciudadanía y convocarla a una insurrecci­ón electoral de tal magnitud que haga imposible cualquier intento de distorsion­arla.

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