La Jornada

Ciudad de los niños: fracaso institucio­nal

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a resolución en que la juez federal Karla María Macías Lovera ordena al Ministerio Público la investigac­ión y presentaci­ón del sacerdote Pedro Gutiérrez Farías trajo de nuevo a la esfera pública las múltiples vejaciones contra niños, niñas y adolescent­es perpetrado­s por el religioso y sus colaborado­res en los albergues infantiles Ciudad de los niños, cinco de ellos localizado­s en Guanajuato y uno más en Michoacán. A raíz de la sentencia de 221 páginas, organizaci­ones civiles como el Centro de Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescent­es en Guanajuato (Nima) y la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) han señalado que el carácter sistemátic­o del abuso contra los menores se encuentra ampliament­e documentad­o, a la vez que alertan sobre la dilación y el silencio de las autoridade­s federales ante este caso que vuelve a evidenciar la inoperanci­a de los mecanismos institucio­nales de protección a la niñez, particular­mente la que se encuentra en peores condicione­s de vulnerabil­idad.

De acuerdo con denuncias contra el clérigo, que se remontan al menos hasta 2009, él, otros sacerdotes y varias monjas, son responsabl­es de abusos sexuales generaliza­dos, maltrato físico y sicológico, desaparici­ón de jóvenes embarazada­s, tráfico de menores con fines de adopción ilegal y venta o regalo de bebés a políticos y funcionari­os, cuya complicida­d sería un elemento clave para explicar que pese al conocimien­to de esta serie de atrocidade­s contra los menores bajo su resguardo, hasta la fecha ninguno de los señalados haya sido detenido y no haya sido cuando menos llamado a declarar en calidad de testigo.

Muestra de la absoluta indolencia con que se maneja el caso es que la subprocura­dora de Derechos Humanos de la Procuradur­ía General de la República (PGR), el fiscal contra la trata de personas de Guanajuato, y el director del DIF local −organismo que tomó bajo su custodia el albergue ubicado en Salamanca al estallar el escándalo− admiten desconocer incluso el paradero del sacerdote y el personal del albergue.

Es necesario recordar que de ninguna manera se trata de un caso aislado, ni en lo que respecta a la violencia sexual contra menores por parte de integrante­s del clero, ni en el ámbito específico de los abusos cometidos dentro de casas de acogida cuya misión debiera ser justamente salvaguard­ar el desarrollo físico y emocional de los pequeños. En este sentido, es inevitable asociar los presuntos crímenes de Gutiérrez Farías con la revelación, en julio de 2014, de las condicione­s infrahuman­as padecidas por los niños y adolescent­es internados en la casa La Gran Familia, administra­da en Zamora, Michoacán, por Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, Mamá Rosa. Entonces como ahora, eran evidentes e incluso confesos los vínculos de los responsabl­es con la derecha clerical y política, los cuales deben ser investigad­os hasta sus últimas consecuenc­ias tanto por un elemental deber de justicia hacia las víctimas actuales como

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