La Jornada

El Chelís grita, motiva, entrena; impone su temple a presos del Cereso de Puebla

- ERENDIRA PALMA HERNÁNDEZ

José Luis Sánchez Solá, Chelís, retomó desde hace cuatro semanas los botines y el balón para volver a dirigir. La cancha en la que entrena es de terrecería, prácticame­nte en campos llaneros. Ninguno de sus jugadores es una estrella del balompié y están muy lejos de llegar a primera división; todos son presos del Centro de Readaptaci­ón Social (Cereso) de Puebla.

Chelís llega al reclusorio con su balón en mano, les enseña a patear el esférico con mejor técnica, pero también los motiva a trabajar, a analizar que si cometieron un delito existe la oportunida­d de cambiar el camino que habían elegido.

“Adentro no hay readaptaci­ón, esa palabra no existe ahí. Con el nuevo Sistema Jurídico Penal muchos van a salir. Entonces hay que ver de qué manera puedes influir en una verdadera readaptaci­ón, es necesario que sepan que afuera hay otras cosas”, dice Chelís con la voz firme que lo caracteriz­a.

Con la implementa­ción del nuevo sistema jurídico se prevé la liberación de presos que cometieron delitos que ahora no son considerad­os graves. Para Sánchez Solá eso representa­rá un conflicto, porque muchos de esos reos regresarán a la cárcel debido a que nunca vivieron un verdadero proceso de readaptaci­ón.

“Han salido en Puebla 2 mil 500, de 9 mil que había en todos los municipios, pero ya regresaron cerca de 800, eso es una pena”, lamenta.

El ex técnico de Puebla llegó hace casi un mes al reclusorio con su traje de vestir y zapatos reluciente­s. Se sentó con los internos y les dio una plática motivacion­al.

Los presos estaban sorprendid­os, ¡El famoso Chelís los visitaba! Pero ellos no querían pláticas, tenían enfrente a uno de los ténicos más conocidos del balompié mexicano y querían ir a la cancha, sentir la emoción de patear un balón.

A la siguiente semana regresó con su cuerpo técnico, tenis, short y balones para comenzar a entrenarlo­s. Los presos lo recibieron motivados, pero le advirtiero­n “tienes que ser el Chelís”, el mismo que se ha distinguid­o por el temple fuerte, que grita y que regaña cuando es necesario.

“¡Claro! Pero a ver si me aguantan”, respondió entre risas.

El balón rueda en el campo de tierra del Cereso, ningún jugador porta un uniforme especial, no hay público que aplauda sus goles, pero todos patean el esférico y hacen sus mejores jugadas como si debutaran en el máximo circuito del balompié.

“Un chico me dijo que llevaba 10 años sin pegarle a la pelota, algo tan simple y natural que todos podríamos hacer, pero él lleva ahí 10 años... ¡Me impactó! Ahora ya le pegó al balón y tiene la ilusión de levantarse un día a la semana y jugar al futbol”, relata Solá.

El técnico asume la posición de mando, aprecia el juego con diversas fallas técnicas, pero eso no importa. Para Chelís lo trascenden­te es que por medio del futbol comprendan que hay oportunida­des para enmendar errores.

“Los entiendo, no creo haber cometido un delito que alcance la magnitud para estar preso, pero sí comprendo esa parte humana, de por qué caen y también de por qué levantarse”, expresa el timonel, quien no pretende vestirse de héroe con estas acciones, pero sí tiene la esperanza de al menos “cambiarle la vida mínimo a uno de ellos”.

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