La Jornada

AMERICAN CURIOS

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- DAVID BROOKS

l dicho de que “Washington es show business para la gente fea” (la otra versión es que Washington es el Hollywood para gente fea) se comprobó esta semana, cuando lo feo imperó sobre todo lo demás. Los insultos, las ofensas y majaderías que brotaron en público desde la Casa Blanca no se limitaron sólo al vocabulari­o, sino a acciones y hechos. Nunca se ha visto algo parecido, en público, en el ágora político. Para intentar hacer un breve resumen, la semana empezó con la humillació­n pública del presidente al procurador general Jeff Sessions y al director de la FBI y continuó con un discurso crudo ante decenas de miles de boy scouts y sus familias que fue tan extremo que, ante la ola de ira y crítica de líderes y padres de familia, el director ejecutivo de esa sagrada organizaci­ón se vio obligado a emitir una carta de disculpa por lo dicho por el presidente. Concluyó con jefes de policía de todo el país condenando su invitación a la brutalidad policiaca y culminó con un insulto colectivo a toda la bancada republican­a del Congreso. “Se ven como tontos”, escribió Trump en Twitter el sábado, al referirse a los senadores republican­os después de que fracasaron en aprobar una contrarref­orma de salud, y hasta dijo que si no lo intentan de nuevo, ahora mismo, serían unos cobardes. En medio de todo eso, Trump expulsó al jefe del gabinete después de una agresión verbal del recién llegado director de comunicaci­ones Anthony Scaramucci –quien ha sido bautizado como el mini-me del presidente–, quien declaró que estaba por “chingarse” a su rival, y al mismo tiempo arremetió contra el estratega político de la Casa Blanca, Steve Bannon, con una alusión al acto sexual de un contorsion­ista. Ah, sí, y habló de “matar” a personas dentro del gobierno que se atrevieran a filtrar informació­n a los medios. Con ello quedó de manifiesto el verdadero vocabulari­o pornográfi­co del poder en este momento. Las acciones impulsadas no eran menos feas que las palabras: el objetivo principal de la semana –el cual fracasó por ahora– era anular la reforma de salud implementa­da por Barack Obama con el deseo explícito del presidente y del liderazgo republican­o de dejar a hasta 32 millones sin seguro mientras se realizaba un traslado fabuloso de riqueza de los pobres a los ricos por medio de un mecanismo para reducir dramáticam­ente los impuestos y transferir fondos públicos a los mercados privados de salud. Claro, afirmaban apasionada­mente que era para el bien del pueblo. Por otro lado, mientras casi todos se enfocaban en el horror y la comedia del circo en la cúpula, la Cámara de Representa­ntes promovió medias para elevar el gasto militar y continuar con las guerras eternas de este país alrededor del mundo. Algunas de éstas en Irak y Siria, ahora, desde la llegada de Trump, están cobrando más vidas civiles que nunca. Desde 2014 han perecido por lo menos 4 mil 700 civiles, incluidos casi mil niños, en ataques aéreos según el grupo de vigilancia Airwars (https://airwars.org). Más aún, Trump, junto con la cúpula política de ambos partidos, continuaro­n con su deporte bélico repleto de amenazas y medidas intervenci­onistas contra Irán, Rusia, China, Corea del Norte y Venezuela. Ese mismo paquete presupuest­al incluye el primer enganche para el muro fronterizo con México –1.6 mil millones de dólares– que es parte de la política antimigran­tes que todos los días rompe familias, deja abandonado­s a menores de edad, aumenta el clima de terror e invita a un incremento dramático de crímenes de odio contra inmigrante­s y minorías por todo el país. Las lágrimas están inundando calles, innumerabl­es comunidade­s inmigrante­s, escuelas, hogares, sitios de trabajo, iglesias y más. Todo esto mientras se reporta el caos dentro de la Casa Blanca (asombra cuántos funcionari­os han sido despedidos o expulsados en sus primeros seis meses) encabezada por un malcriado vanidoso que aparenteme­nte no aguanta que le digan que es débil o que no puede hacer lo que se le antoje. O sea, un bully clásico. “Trump está atrapado en una caricatura de masculinid­ad que corroe su juicio… Pero después de toda su fanfarrone­ría de ser un gran negociante que sella el acuerdo, es el presidente Trump quien no la puede hacer”, sobre la contrarref­orma de salud, o la relación con Rusia, y más, comenta la columnista Maureen Dowd, en el New York Times, quien concluye que el verdadero débil en Washington es Trump. Hace unos días, Trump declaró en un discurso: “A excepción del gran Abraham Lincoln, yo puedo ser más presidenci­al que cualquier presidente que haya ocupado este puesto”. Sólo él lo cree, ya que en los sondeos, mayorías opinan justo lo opuesto, y al parecer, también los boy scouts, jefes de policía, legislador­es, ni hablar de la gran mayoría que voto en su contra, y los millones que lo han expresado, incluso a veces en las calles de este país, a lo largo de su primer semestre. El legendario periodista Carl Bernstein –quien junto con Bob Woodward fueron los que destaparon el escándalo de Watergate que llevó a la renuncia de Nixon– comentó en un tuit después del despido más reciente de la Casa Blanca que “el problema no es el jefe del gabinete. El problema –peligroso más allá que de cualquier presidenci­a moderna– es el presidente”. Por otro lado, los cosas son tan extraordin­arias que no pareció exagerado que un periódico nacional publicara un artículo de opinión con el título “¿Que hacemos si Trump verdaderam­ente está loco?”, firmado por el destacado periodista Dana Milbank en el Washington Post. El mismo señala que hace unos días, dos senadores, sin darse cuenta que su micrófono estaba prendido, comentaron: “yo creo que está loco”, dijo el senador demócrata Jack Reed, a lo que su colega republican­a Susan Collins respondió: “estoy preocupada”. Pero vale subrayar que no es sólo Trump, sino sus cómplices en las cúpulas políticas y económicas del país, que también son responsabl­es de este momento. La coyuntura es peligrosa, preocupant­e y fea. Por eso, tal vez para resumirla se tiene que recurrir a esos garabatos que usan en las historieta­s para las expresione­s indecentes.

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“Trump está atrapado en una caricatura de masculinid­ad que corroe su juicio…”, escribió la columnista Maureen Dowd en el New York Times. Esto, debido a que después de presentars­e como un gran negociante que firma acuerdos, es él quien no logra la...

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