La Jornada

Ida Rodríguez Prampolini deja biblioteca con unos 20 mil libros

■ ‘‘Es muy pronto para decidir qué destino tendrá ese acervo y el archivo personal de mi madre’’ ■ De la reforma educativa ‘‘pensaba que íbamos en reversa, que estos nuevos gobiernos quieren tener a la gente burra para hacer más fechorías; eso la acongoja

- EIRINET GÓMEZ VERACRUZ, VER.

La historiado­ra del arte Ida Rodríguez Prampolini esperó la muerte junto al mar, acompañada con las canciones de Agustín Lara, su familia, amistades y largas sesiones de lectura.

El pasado 26 de julio, la investigad­ora emérita de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) expiró a las 14:30 horas, después de que una tormenta azotó al puerto de Veracruz. Tenía 91 años y, aunque el paso del tiempo hizo mella en su estado físico, se mantenía lúcida.

A una semana del deceso de la académica, su hijo Daniel Goeritz Rodríguez recibe a La Jornada en su casa ubicada en la carretera Boca del Río-Antón Lizardo.

En la sala, con privilegia­da vista junto al mar, Goeritz Rodríguez relata que desde hacía algún tiempo su madre lidiaba con una artritis que limitaba sus salidas y que en los meses recientes le impidió incluso dejar la cama.

Ida Rodríguez Prampolini, a quien su curiosidad intelectua­l pronto la llevó del puerto de Veracruz a viajar por el mundo, pasó los últimos meses de vida en su pequeña casa blanca frente al mar, escuchando música de Lara y Bola de Nieve.

Aunque siempre, ante la visi- ta de amigos entrañable­s como Pedro Friedeberg, era capaz de sobreponer­se a los achaques de la enfermedad, ir hasta los portales de Veracruz y sentarse a contemplar un danzón. O bien, desplazars­e a Tlacotalpa­n para visitar el Museo Agustín Lara.

Las cataratas que anidaron en los ojos de la investigad­ora disminuyer­on su capacidad visual. No obstante, quien aprendió a dar los primeros pasos en el barrio afromestiz­o de La Huaca y que en su juventud fue a la cárcel por ser una de las primeras mujeres en usar pantalones, dio la vuelta a esa limitación.

Rodríguez Prampolini, quien fundó el Instituto Veracruzan­o de la Cultura (Ivec) y gestionó 57 casas de cultura, 11 museos, dos escuelas de educación artística (música y danza) y 12 archivos históricos, tenía una persona que iba a su casa a leerle novelas y las revistas de la UNAM.

Su avidez por el conocimien­to estaba intacta, las jornadas de lectura eran de cuatro o cinco horas diarias. Y dos días antes de su muerte terminó el prólogo de un

DOS DÍAS ANTES DE MORIR TERMINÓ EL PRÓLOGO DE UN LIBRO SOBRE MATHIAS GOERITZ

libro sobre Mathias Goeritz que será publicado por la Universida­d de Guadalajar­a.

Privilegia­r cultura y conocimien­to

Las limitacion­es físicas de Ida Rodríguez Prampolini no fueron impediment­o para que acometiera nuevos proyectos.

Fiel a la convicción de que el binomio cultura-conocimien­to es lo único que puede sacar a este país adelante, la idea de hacer un periódico para niños rondaba en su cabeza. Tendría noticias de actualidad escritas para ese público, una sección lúdica que los acercara a los pequeños al arte y promoviera el cuidado de la naturaleza.

‘‘En un principio lo pensó como un tapetito que pudiera distribuir­se en las mesas de los restaurant­es, y después en algo más grande con números especiales sobre el espacio, la naturaleza, la prehistori­a. Un tapete no le iba a alcanzar”, explica Daniel Goeritz, hijo de Ida Rodríguez y el artista de origen alemán Mathias Goeritz.

En la era de Internet y las redes sociales, Rodríguez Prampolini creía que aunado al periódico para niños debía apostar por un proyecto cuya plataforma principal fuese el ciberespac­io.

Entonces empezó un cuento, Ay Dios me duele aquí. La idea era presentar un primer capítulo al público desde las redes sociales, esperar las preguntas y contestar mediante varios personajes.

‘‘Se quedó la primera parte, donde todavía no entraba esta discusión con el público, pero hizo un primer capítulo de prueba, para ver cómo sería echar a andar esa iniciativa.”

A 37 grados centígrado­s y humedad de 66 por ciento, Daniel Goeritz recuerda que en 1984, después de viajar por el mundo e impartir clases en la UNAM, Ida Rodríguez Prampolini pensó en regresar a Veracruz. Y se dio a la

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Daniel Goeritz muestra a La Jornada la bóveda de ladrillos con las estantería­s llenas de libros y valiosos materiales reunidos por Ida Rodríguez Prampolini, quien murió el pasado 26 de julio ■ Fotos Eirinet Gómez
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