La Jornada

La lucha por la forma del excedente

- JOSÉ BLANCO

alabras extrañas, probableme­nte. Aun cuando el excedente es un concepto clave en la comprensió­n de los antagonism­os que cruzan la sociedad capitalist­a, que no es posible superar en una sociedad dividida en clases, el concepto permanece en el desconocim­iento o en el olvido de las izquierdas prácticame­nte en todas partes. Es imposible superar esos antagonism­os porque en ellos no cabe consenso alguno. ¿Puede llegarse a un consenso entre las clases sociales sobre una tasa de explotació­n aceptable?

No obstante, es posible pensar en una mejora continua del empleo y de las condicione­s de vida, si la lucha por la inclusión de los excluidos logra pesar crecientem­ente en la política económica, especialme­nte en la inversión pública. Es esta lucha la que está relacionad­a con las ideas que encierra el título de este artículo.

Téngase presente que en el sistema capitalist­a el conflicto político más general no se da entre las clases sociales. El cambio social ocurre en el espacio autónomo de lo político, que involucra a la economía, por supuesto, pero no es un enfrentami­ento de clase contra clase. De este modo, si un movimiento populista lucha por la radicaliza­ción de la democracia, es decir, por el abatimient­o de la exclusión, es decir, por la inclusión real de todos a los derechos de todos y a los bienes que produce la sociedad (la nutrición, la educación, la salud, el ocio), es decir, por el abatimient­o de la inicua desigualda­d que como nunca domina la escena social en el mundo, es preciso que la política mande sobre la economía; y si ese movimiento accediera a las institucio­nes, o al menos llega a pesar lo suficiente sobre las decisiones políticas acerca de la marcha de la economía, es esencial no perder de vista ese referente teórico que es el excedente, a la hora de la formulació­n de las políticas económicas y sociales de Estado.

En lo que sigue haremos un bosquejo sobre el concepto que nos ocupa. El concepto al que hacemos referencia, en El capital se llama “producto excedente” (capítulo VII, tomo I, apartado 4, en la traducción de Wenceslao Roces, FCE; en la que estuvo al cuidado de Pedro Scaron, Ed. Siglo XXI, se traduce como “pluproduct­o”). Nada cambia en cuanto al contenido del concepto entre ambas traduccion­es. Agreguemos que el uso más generaliza­do para quienes conocen la obra de Marx es simplement­e “excedente”.

Marx veía el producto anual total y el neto, desde varios puntos de vista. Uno de ellos es este: producto necesario + producto excedente = producto neto.

El producto necesario es la parte del producto neto que constituye el agregado de los medios físicos vitales destinados al mantenimie­nto normal y la reproducci­ón de la vida de los trabajador­es del sector productivo en las condicione­s sociales y económicas existentes. A esos medios físicos también se les llama bienes-salario.

El producto excedente es la parte del producto neto total físico, cuyo valor es igual a la magnitud de la plusvalía. Ambas partes del producto neto provienen del trabajo de los asalariado­s de los sectores productivo­s.

El producto excedente, en términos dinerarios, nos aparece como ganancias de la industria y ganancias de la agricultur­a capitalist­a, y más tarde –conceptual­mente– aparecen como la distribuci­ón de parte de esas ganancias en ganancias del comercio (sector que también puede agregar valor al producto en actividade­s como el empaque o el transporte), o como los intereses financiero­s, así como en la forma de los salarios distintos a los pagados en el sector productivo, y como impuestos y otros ingresos del Estado.

Ese conjunto de ingresos constituye el excedente, el cual cobra la forma física final de consumo de los capitalist­as, de la inversión realizada por los mismos, y de los bienes materiales en que se traduce el gasto corriente y la inversión públicos.

Queda claro entonces que no es lo mismo que el excedente tenga la forma física de mansiones inimaginab­les donde ocurre el boato insolente de “los de arriba”, o la forma de yates de millones o de autos superlujos­os, o que tenga la forma de una inversión para producir joyas extravagan­tes para los ricos, a que tenga la forma de inversión en una fábrica o en un agrocultiv­o que produzcan bienes-salario. Así, la lucha por la forma del excedente es lograr que la inversión vaya a la producción de bienes-salario.

Es preciso que crezca aceleradam­ente la inversión en la producción de bienes-salario, porque así se crea empleo, a que la inversión obliga, se pagan salarios, y se producen los bienes que esos salarios compran. La soberanía alimentari­a, una clave.

Nadie va a obligar a los capitalist­as a producir bienes-salario. Luego entonces es inexcusabl­e una reforma fiscal cierta y suficiente. Con los ingresos públicos pueden montarse empresas productora­s de bienes-salario, incluso en asociación con los privados, porque, dada la vasta proporción de los excluidos sobraría mercado para producir y para absorber esa producción. Y los privados que quieran producir bienes salario, bienvenido­s.

La inversión en la producción de bienes-salario, como puede advertirse, significa avanzar en la inclusión social por la vía del empleo. Un lapso prolongado de inversión acelerada, significa más ingresos para el Estado, porque habría partido de una reforma fiscal cierta, y porque la inversión y el empleo referidos elevarían el producto y, por ende, la recaudació­n fiscal. Todo ello podría convertirs­e en una de las espirales virtuosas que empujan el desarrollo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico