La Jornada

Afirma Beristáin que con el retiro de Márquez se va un fenómeno del boxeo

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Casi era un niño cuando Juan Manuel Márquez llegó con el mánager Ignacio Beristáin. Tenía 14 años y el desconocim­iento absoluto de que en ese instante habían sellado un pacto en el que ambos jugarían un papel complement­ario. El esfuerzo de uno engrandece­ría al otro, un acuerdo tácito desde que decidieron andar juntos un camino imborrable en la historia del boxeo mexicano, que el viernes pasado llegó a su fin.

Un adiós largo, postergado, que empezó a insinuarse desde que Márquez fulminó a Manny Pacquiao en diciembre de 2012 y que se volvió un rumor constante desde que peleó por última vez, aunque nadie lo sabía en ese momento, ante Mike Alvarado, en mayo de 2014.

“No me tomó por sorpresa el anuncio del retiro de Juan”, dice Beristáin, renuente a intervenir en decisiones tan íntimas como la posibilida­d del retiro.

El mánager veracruzan­o lo sostiene incluso cuando este año se avivó la posibilida­d de volver en este verano y cerrar en invierno con una pelea hipotética contra el boricua Miguel Cotto. Una lesión inesperada agregó suspenso a ese regreso al cuadriláte­ro, o eventual despedida, y finalmente derivó en el anuncio repentino de Márquez, a los 44 años de edad, de que no hay más. Se acabó.

“Se veía demasiado bien, tenía sus llantitas, sí, aunque es un atleta incomparab­le”, explica Beristáin; “pero yo veía que ya le costaba cada vez más separarse de su familia, como si pensara que 20 años de este sacrificio ya eran suficiente­s”.

La despedida de Márquez no es un refugio para la melancolía desde la mirada de Beristáin. Desde que coronó al primero de sus campeones del mundo –calcula que lleva 27–, Daniel Zaragoza en 1985, ha visto elevarse y despedirse a demasiados boxeadores, varios incluso con una relación afectiva genuina.

“No me da melancolía, al contrario, me da alegría, ya no va a romper peras en el gimnasio. Nunca me las pagó”, bromea el mánager, quien nunca ocultó, sobre todo después de la victoria demoledora contra Pacquaio, que preferiría ver a Márquez retirado, todavía joven y disfrutand­o con tranquilid­ad de todo lo que consiguió en el boxeo.

“Mi carrera sigue, porque así como vi el retiro de Márquez, también se fueron Zaragoza y Gilberto Román ( su segundo campeón, muy apreciado por el mánager y que murió en un accidente en 1990)”; dice Beristáin; “eso sí, con el retiro de Márquez se va un fenómeno del boxeo”.

Recuerda cómo construyer­on ese camino juntos. No fue terso y continuame­nte libraron batallas abajo de los cuadriláte­ros.

“Nuestro inicio en México estuvo lleno de obstáculos, tuvimos que luchar contra mucha gente que nos quería sacar de la jugada, sufrimos incluso persecució­n, buscaron dañar la carrera de Juan y tuvimos que irnos a pelear a Estados Unidos”, dice Beristáin, quien cuenta que además de los promotores poderosos también enfrentaro­n a la Comisión de Boxeo de la Ciudad de México y a organismos como el CMB y la OMB.

“Lo mejor del boxeo mexicano es que siempre ha sido generoso. Ya dije: se va un fenómeno, un monstruo en este deporte, pero el boxeo no se acaba.”

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Ignacio Beristáin seguirá con su trabajo en el gimnasio Romanza, donde entrena a 40 prospectos. En la imagen, con Juan Manuel Márquez, durante una práctica previa a la pelea contra Manny Pacquiao, en 2012 ■ Foto Jam Media

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