La Jornada

Cardenal Rivera: entre el clericalis­mo y la pederastia

- BERNARDO BARRANCO V.

Los tiempos cambian. Si el cardenal George Pell, el número tres del Vaticano, abandonó su cargo para enfrentar penalmente las acusacione­s de pederastia en Australia, su país natal, ¿por qué no esperar que el cardenal Rivera en México comparezca ante las autoridade­s mexicanas para aclarar los delitos incurridos por sus sacerdotes y los casos documentad­os que envió a Roma? Las leyes seculares mexicanas y la sociedad tienen derecho a saber los nombres de los sacerdotes inculpados, conocer el número de víctimas y calibrar la magnitud del daño ¿Dónde están ahora? Saber el procedimie­nto que se tuvo tanto con las víctimas como con sus familiares, ¿Qué tipo de arreglos o negociacio­nes procediero­n con los familiares? ¿El enfoque y la atención a las víctimas ha sido el adecuado? Como sociedad tenemos el derecho de conocer el nombre de los pederastas y estar al tanto si están en la cárcel y si fueron juzgados por las autoridade­s mexicanas. No basta que el Vaticano tenga conocimien­to o si han sido procesados por la sagrada congregaci­ón para la doctrina de la fe. Los curas bajo la jurisdicci­ón de Rivera han cometido graves delitos y requieren ser procesados por la justicia mexicana.

El cardenal Rivera tiene un historial muy delicado por encubrimie­nto de sacerdotes pederastas. Pesa sobre él, la sombra de Nicolás Aguilar desde que era obispo en Tehuacán. Pero su decidida protección al retorcido Marcial Maciel es uno de los mayores reproches que pesan sobre el cardenal. Rivera no se ha retractado de la inflexible y empecinada defensa que hizo de Maciel y de sus legionario­s. Lo justi-

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